Por novios infieles, uno se desquita

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No era casualidad que mis amigos vieran con morbo a Cristina, la verdad es que cuando ella me dio el sí, me costó trabajo creérmela porque era de las chicas más cotizadas del lugar. Sus amplias caderas y excelentes pechos, con unas piernas torneadas y largas, lucían espectaculares cuando ella se ponía minifalda o vestido, sus pantorrillas marcadas volvían loco a cualquiera cundo ella caminaba con sus zapatos de tacón alto. Las demás mujeres decían que parecía una puta, porque estaba súper buena y calentaba a la mayoría de los hombres de la colonia.

Pues cristina se hizo mi novia tras aquella fiesta donde ambos, bailando y luego de unas cervezas, nos fuimos a encerrar en la habitación de su hermana. Nos quitamos las ganas con desenfreno y el placer que me provocaba ese magnífico cuerpo, me hicieron excitar demasiado, sus movimientos y caricias me embrujaron tanto que como dicen en mi pueblo, en esa noche me enculó.

Paseaba con ella tomado de la mano, la llevaba a lugares públicos porque quería que los demás la vieran y sintieran envidia cuando su vestido se deslizaba mostrando sus hermosas piernas al caminar. A ella le gustaba que los demás hombres la desvistieran con la mirada, me comentaba que el sentir los ojos de otros hombres mirarla con lujuria, la calentaba mucho y la hacía lubricar como una loca. Eso le provocaba muchas ansias, y yo, disfrutaba quitárselas caliente y sudando en mi cama.

Cierto día, acudí a la casa de Cristina en la mañanita antes de trabajar, quise irla a despertar y que me diera un poco de pasión para motivarme.  Pase detrás de la casa y llegue a la ventana de la recamara de Cristi. Pero unos aplausos fuertes llamaron poderosamente mi atención.

Las nalgas de mi vieja subían y bajaban sobre un parado y tremendamente hinchado miembro, ella se sentaba y tomaba las manos de ese hombre sobre sus encantadoras tetas. Él le abría las nalgas y dejaba ver su oscuro y apretadito ano, no sabía si excitarme o sentir coraje, pero seguí viendo por un rato más porque ella me tapaba el rostro de mi pelador.

Vi que introdujo sus dedos en ese ano que recordé la veces en las que me corrí dentro del, ella se movía fuerte sobre su verga y él, la nalgueaba con ambas manos a lo que ella, echando la cabeza hacia atrás gemía y se apretaba los senos.

-“así papacito, cógeme rico mi amor, me coges delicioso, contigo me pongo bien caliente”. –No lo podía creer, esa maldita le decía exactamente lo que a mí. Pensé que esa era la única coincidencia, pero no. Al igual que a mí, le tocaba los huevos y le daba sentones cada vez más grandes, después paro y yo ya sabía lo que venía.

Se inclino hacia adelante y con la mano sacaba la verga de este hombre y la golpeaba en su orificio anal, lo deslizaba arriba y abajo y con cuidado pero como una puta lo introdujo, no sin antes, echarle saliva con la mano. Él le apretaba los senos y ella le jalo la cabeza para que se los mordiera (como lo hacía conmigo), entonces vi que era Roberto, “el gallo” mi amigo de borracheras se estaba dejando culear por mi novia. Con razón el me decía que le inventaba mentiras a su novia para ver a una amiga que se andaba cogiendo, y que estaba súper buenísima. Desgraciado, me echaba en cara que me rapaba, pero me hervía mas la sangre saber que eso me ganaba por intentar lucir a cristina para que ellos se calentaran según yo, en vano, y recordar que a ella la ponía caliente que los demás hombres la desvistieran con la mirada. ¿Cuantos más se la andaban cogiendo?… si ya sabía que ella era súper caliente, que yo no le daba abasto a pesar de tirármela con mi mayor esfuerzo.

Era evidente que botaría a Cristi, pero, que iba a hacer con ese maldito que no solo se cogió a mi vieja, también me lo dijo a la cara, y yo todavía felicitándolo al muy cabrón.

Saque mi teléfono y le saque una foto. Guarde la foto y Salí corriendo de la casa de Cristina, en menos de cinco minutos llegue hasta la casa de Rosalía, la novia de “el gallo”. Ella estaba regando sus plantas y me vio llegar agitado y con cara de coraje.

-¿qué tienes Gonzo? ¿Por qué llegas tan aferrado? ¿Quién te viene correteando?

-vengo que me lleva la verga… pero también sé que a ti te va a poner furiosa lo que acabo de ver.

-¿que viste Gonzo? ¿Porque me voy a enojar?

-Mira… este hijo de su puta. Nada más que chistes hace. -Rosalía tomo el teléfono y le sorprendió un poco la noticia aunque rápidamente se puso seria.

-Si mi Gonzo, ya algo me sospechaba, desde hace rato lo veo muy cerca de la casa de cristina y cuando él se queda aquí, ya no me aguanta en la cama, dice que estaba cansado, y ahora veo quien la cansaba. Yo no sé qué haces de novio con esa piche puta Gonzo, y paseándote con ella como si fuera un carro nuevo, si ya muchos por aquí sabemos que la abren más que la puerta de la escuela.

Baje la mirada, y moví la cabeza de un lado a otro. Cuando su mano en mi hombro y la otra en mi mentón subieron mi cara para verla a los ojos.

-Todo fuera como eso mi Gonzito, pásate. Deja guardar mis cosas y te voy a invitar un tecito para tu coraje.

Me sonrió y fui a su cocina, me hizo un te pero, cuando se agacho a buscar una taza, me paro su hermoso par de nalgas y las contoneo haciéndome levantar de mi silla y me atrajo como imán detrás de ella.

-Lo que quiero es desquitarme, el tecito me lo tomo después. –le dije tomándola de las caderas y pegando todo mi paquete en su blandito y firme trasero.

Ella se levanto y me dio un empujón con sus pompis, y se fue al refrigerador, me miro muy coqueta y yo en un momento corrí hacia ella, y la bese apretándola contra la puerta del mismo.

 Su pijama no opuso resistencia en bajar y mis manos acariciaron su trasero, después subí su blusita y tome con ambas manos sus pechos bonitos y bien paraditos. Los chupe y mi lengua hacia círculos en los pezones que no tardaron en endurecerse, ella me besaba el cuello y me desabrocho el pantalón, me quite la playera y la bese tan lleno de pasión que no sentía lo fuerte de sus mordidas en mis labios y cuello. La tome del trasero y la cargue sentándola en la mesa, solo tuve que hacer a un lado su diminuta pantis que estaba un poquito mojada.

Sin más ni más, la poseí sobre su mesa, con fuerza y coraje la hice estremecer hasta hacerla correr, se bajo de la mesa y ella me succiono toda mi esencia

Nos desquitamos satisfechos y después, nos seguimos viendo ya después de despedir a nuestros noviecillos.

 


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