El día que ya no estabas

¿Qué fue de todos esos años que pasé conociéndote?

Pienso en el día que te perdí. No físicamente, porque estabas ahí a mi lado. Pero en realidad sé que no estabas. No estabas conmigo como lo estabas antes, como el día que nos conocimos y como el momento en el que me sonreíste por primera vez. Tan puro, tan real, tan tangible. Pienso en cómo nos reímos de tu extraño corte de pelo y recuerdo admirar la forma tan adorable en la que se te cerraba un poco el ojo al sonreír. Me quedaba en blanco cada vez que sonreías, no porque fuera la sonrisa más bonita que hubiera vista sino por el conjunto que formaba con tu cara, por la armonía que te daba y por lo nerviosa que me ponía. Supe entonces que tenías que quedarte en mi vida para siempre. Que te quería para poder mirarte cada día.

Y entonces, cuando menos me lo esperaba, ya no estabas. Debo decir que no lo vi venir, no vi las señales, no vi como el niño que conocía y amaba estaba desapareciendo dentro del hombre en el que te estabas convirtiendo. Empecé a desconocer tu mirada, tus palabras, los latidos de tu corazón. Y fue entonces cuando os perdí a ambos, al niño, porque ya no estaba, y al hombre, porque no sabía quién era. Cada día te perdía un poco más hasta que un día ya no te encontraba por ninguna parte.

Me he acordado de todo esto cuando te he visto hoy en la terraza de un bar que odiabas, con unos amigos que nunca me habías presentado, bebiéndote la cerveza que jamás te habías tomado. Y es cuando he pensado en todos esos años que pasé desconociéndote.