Rompiendo con todo

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Salió de casa harta de la rutina, buscaba girar al igual que el tambor en el centrifugado. Cambiar sin mirar a los lados, sin pensar en un final y sin buscar ningún principio. Con tapones en los oídos forjados por la impotencia, los gritos que de costumbre obligaban a que las lagrimas salieran despedidas hoy solo rebotaban y se volvían en su contra. Cada insulto era un metro de distancia, cada golpe, un kilómetro. Escapó rompiendo con todo, como siempre quiso haber hecho; rompió la cadena que cada vez la aferraba más fuerte, rompió los muros que la separaban de la vida y sobre todo, rompió la coraza que le privaba de los gratos sentimientos.

Eran años desde que no pisaba suelo aliado, se sentía más segura que nunca lejos de su protector. Sus pies se movían despacio, su mente volaba libre.

La GranAvenidabrillaba como nunca antes lo había hecho, los coches salpicados por la tenue brillantez del agua parecían estrellas en movimiento. Cuanto más se olvidaba del pasado más parecían iluminarse los carteles. La gente pasaba, indiferente, a su lado. Su cuerpo experimentaba una extraña sensación, pero no le causaba miedo. Hoy no, hoy no era el día de tener miedo; lo había tenido durante tantos años que casi se había apropiado del mismo, hoy lo había encerrado en el infierno del que provenía confiando en que no pudiera atacarle a nadie más.

Sentía cómo la fuerza y la energía curaban sus heridas quedando solo cicatrices.

Penetró en uno de tantos accesos a lo social, necesitaba volver a conocer. Su juventud volvía a aflorar, se dejaba contagiar de la alegría externa. Se sintió impregnada por una llovizna de sentimientos al notar una voz masculina dirigiéndose a ella. Los tapones habían desaparecido, las cordiales palabras los habían despedazado. Se sentía una más. No era propiedad de nadie y nunca quería haberlo sido.

Las horas pasaban y su autoestima parecía despertarse del coma en el que había estado sumido tantos años. Recuperaba la dignidad, cada vez se sentía más persona. Las melodías fluían y los cuerpos parecían diluirse para formar uno solo. Cuando llegó el ocaso su alma pareció dar un vuelco, los rayos del sol la protegían como una madre a un niño en brazos. Conoció a un chico.

Subieron a su casa, ella tenía miedo, no sabía si estaba preparada. Esta vez ella no iba a ser sumisa, le pidió ir despacio. Él acepto sin problemas. Cada preliminar era saboreado como si fuera el último. En realidad, para ella era el primero desde hace mucho tiempo. Decidieron ir a la habitación. Se quitaron la ropa. Entonces otra nueva sensación recorrió su cuerpo, de arriba abajo. Parecía como si una esencia perdida intentara regresar de nuevo a su hogar. Se sintió cómoda. La dejó pasar. Por fin, había recuperado la confianza.

Rompió con todo, menos con aquello que la afianzaba a seguir luchando por su vida, y por la de muchas más.


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