LA QUERIDA ANA

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Ana no quería alardear en aquella ocasión de la vida pudiente que llevaba con su recién estrenado marido...

Víctor descansaba en aquel ataúd que la compañía funeraria le había adjudicado, un simple féretro sin ninguna señal de poderío del cual podía presumir cuando lamentablemente le llegó su final. Era penoso ver a la viuda llorar desconsolada mientras los familiares acudían a darle el último adiós al difunto. Frotándose las manos y no por el frío, lamentablemente. Ana sabía que el hambre de dinero era lo único que les acercaba al bueno de Víctor, que siempre había sido muy bondadoso con los más necesitados, pero desde que decidieron vivir juntos las cosas habían cambiado. Aquello era lo que mis primos me contaron cuando sus quejas por Ana me llegaban con aquellas llamadas telefónicas que no tenían fin. 

Bueno me presentare, soy Eric el hermano del fallecido, digamos el apestado, la oveja negra de la familia, pero que gracias a la herencia de nuestros padres, no me había hecho falta reunirme con él asiduamente. Yo vivía mi vida y Víctor hacía de igual modo con la suya. Aunque nos llevábamos bien, él por su parte y yo por la mía. En esta ocasión eran ya dos años los que hacía que no cruzábamos ni una palabra, Ni en su vuelta al mundo para obsequiar a Ana por su amor y en la que hizo escala varios días, en la ciudad donde yo residía, tuvo a bien visitarme. En fin no voy a ponerme a hacer reproches y menos a mi hermano muerto, mejor me ocupare de su viuda, la querida Ana, a la cual encuentro muy entera para el momento que esta viviendo, a pesar de sus llantos. Todo aquel protocolo “de bien queda” no iba conmigo, yo era en esos casos de “buenas y adiós”, pero aquel era distinto, y sin duda duraría al menos un par de días. Mi hermano me había hecho albacea de su fortuna, es lo que mi cuñada me dijo cuando Víctor se encontró indispuesto un par de días antes de su muerte.

Habían pasado dos meses, mucho más tiempo del que Eric tenía pensado estar allí...

 La mañana se mostraba soleada a pesar de que el frío fuera se apreciaba en los cristales de la ventana. Ana apartaba las cortinas dejando pasar al interior de la habitación los cálidos rayos de sol que llegaban hasta la cama. Todavía adormilado, Eric se estiraba entre aquellas sabanas, Ana se acercaba insinuante para acompañarle, diciéndole mientras lo besaba, que lo quería mucho. Él correspondía a aquellos besos, frunciendo un poco el ceño como si le doliese la tripa. Un pequeño interrogatorio por parte de Ana fue el detonante para que Eric desconfiase de ella...

Días después de dar sepultura a Víctor, el notario llamó a su viuda y al hermano de este para informarle que era el administrador de toda su fortuna. Así de aquel modo Ana debería pedir todo aquello que necesitase a Eric al que conoció a fondo y muy a fondo en los días en qué la pareja hizo escala en su ciudad, en aquel viaje alrededor del mundo. Sin saberlo Víctor, su hermano y Ana habían sido amantes. Como también lo eran ahora después de su muerte. Pero lo que Eric no sabía, era que la querida Ana había sido la que provocó el envenenamiento progresivo de Víctor. Creyendo que ella sería la única heredera de su majestuosa fortuna, algo que él en su lecho de muerte le confesó que sería su hermano Eric, al que con palabras cariñosas le describiría aquella tarde cuando le habló de él, diciéndole que a pesar de todo eran hermanos...

El dolor se hacía insoportable, entonces Eric intento levantarse, quería darse una ducha, tal vez aquel mareo desaparecería, pensó él...

Ana le puso sus manos en el pecho y lo volvió a tumbar en la cama, mientras le recomendaba muy cariñosa que sería mejor que continuase encamado que ella le cuidaría.

Ana salió de aquella estancia cuando se aseguro de que su cuñado se quedaba de nuevo dormido, cerró la habitación con llave y al sonido de la vuelta de la llave Eric despertó, intentando como podía de aquella cama empapada entonces de su sudor. Tambaleándose fue hacia la ventana y abrió aquel gran ventanal, todo el paisaje que desde allí se contemplaba se movía de un lado a otro, llegando a la conclusión de que lo habían drogado. Intentando con la mirada buscar a algún empleado de la residencia de su hermano que le prestase la ayuda que sin duda necesitaba.

De pronto escucho una voz muy sosegada, que desde la puerta le decía...

-¿Dónde vas? ¿Qué haces cariño?

Eric sin darse la vuelta gritaba socorro asomando medio cuerpo por la ventana, pero a las preguntas que escuchó solo hubo una respuesta por parte de Ana...

-No hay nadie, el servicio tiene hoy el día libre...

Abalanzándose sobre él con una jeringuilla en la mano, sin duda para rematar aquello que hacía varios días había empezado... Pero la tragedia se palpaba en aquella habitación...

 

Tres días después...

 

-Muchas gracias por haber venido, se agradece mucho en estos casos la amistad de todos vosotros, es en estos casos cuando se aprecia la verdadera amistad.

-No tengo la menor duda de que ya están juntos y ahora para siempre, muchas gracias por haber venido, la querida Ana estaría muy contenta...

 

©Adelina GN

 


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