SIN LIBERTAD DE OPINIÓN

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Nuria Font  era una mujer relativamente joven; morena,  de unos ojos grandes  y vivaces en los

que se reflejaba una curiosidad por todo lo que acontecía a su alrededor. Por eso tenía la

costumbre que las mañanas en las que no iba a la oficina, después del primer café del día se iba a

su ordenador, conectaba con INTERNET y accedía a las Noticias de la prensa Nacional. Leía lo que

decía un  periódico tras otro, y sus correspondientes columnas de opinión con el propósito de

adquirir un amplio margen de información,y así ella poder tener un profundo genuíno espíritu

crítico de lo que sucedía en el mundo, y sobre todo en su país.

Sin embargo un sábado cualquiera mientras Nuria se hallaba viendo los titulares de uno de los

periódicos de su ciudad de repente tuvo la firme convicción de que los medios de comunicaión

según el enfoque que le daba a  la noticia se advertía la tendencia  ideológica del Editorial que

dependía de un partido político determinado que era quien le pagaba su edición,  y  que a la vez

dicha ideología estaba  apoyada por los artículos de  sus colaboradores. Por tano  a Nuria aquellas

lecturas más que afinar su perspectiva acerca de la actualidad lo que hacían era desorientarla 

puesto que lo que pretendían era influir de una manera más o menos subliminal en el estado de

ánimo del lector, y también echar leña al fuego dogmáticamente en la creencia ideológica del

mismo. Y otro tanto se podía decir de los programas de debate en los canales de televisión, en

los que salían unos tertulianos que trabajaban en las redacciones de ciertos periódicos los

cuales estaban subvencionados por las sectarias  entidades políticas, con la salvedad de admitir

en el debate a algún sujeto con otro modo de pensar para aparentar  una débil oposición a la

ideología dominante.

A Nuria que tenía un robusto carácter aquello le recordaba  cuando era una niña e iba a la iglesia

de su pueblo en Huesca con sus padres y veía el idolatrismo que sentían algunos feligreses hacia

algún santo.

Mas como en el día de hoy esta fe por lo sagrado se ha transformado en profana, se supone que

la emotividad humana se ha desplazado hacia las ideologías políticas que aspiran a gobernar.

Y si antes se idolatraba  a  San José de la Montaña para que desdee el cielo se dignase

concedernos  algún favor, ahora esta misma idolatría popular se decanta hacia tal partido político

o hacia un líder. El caso más extremo y paradigmático es Corea del Norte.

Nuria se dijo no sin razón que la gente seguía venerando al relato mítico pero con otro ropaje, o

decorado distinto del pasado en cuya postura apenas tiene cabida el juicio crítico, por lo que

se hacía difícil mantener una  autonomía personal.

En consecuencia eso que se decía de que había libertad de expresión eraa una falacia oficial

porque este pensamiento  individual y social estaba condicionado y manipulado por las entidades

políticas deun modo tan demagogico como  gregario, en el que entra en juegoel factor económico.

Seguidameente  Nuria se  preguntó: ¿Cómo puede ser que  en los tiempos actuales haya gente

que  idolatre puerilmente  a una ideología cualquiera, o una antigua  idea nacionalista,  que se

parece al ciego idolatrismo de las beatas de antaño hacia una divinidad celestial, y que  para

justificar su pálpito ideológico  tiene que despreciar sea a otras razas, o a otror territorios de la

península?

Es evidente que el  lado emocional humano no se ha desprendido de un tupio velo narcisista

que no le deja ver la realidad en su  complejidad. Se puede conocer a un sujeto que sea una

lumbrera en Economía, en  Medicina, y al mismo tiempo anímicamente sea un fanático de una

idea  como bien sucedió con los nazis. Pues por desgracia el  relato mítico visto de una manera

literal tiene una  connotación inmovilista e intransigente que hincha el narcisismo de una

colectividad, y es  muy difícil de erradicar.

El dogmatismo de las ideologías viene del  Romanticismo  que era hijo de la  teoría de Platón

acerca del mundo de  las Ideas, el cual surgió a finales del siglo  Xlll, y principios del XlX de

la mano de poetas, de músicos y pensadores idealistas como Roseau que se oponía a un

Clasicismo racionalista,  y éste revitalizó  a la Edad Media, a  los viejos mitos del pasado, a las

religiones, y  al concepto de  nacionalidad.

Parece ser que en la  Península Ibérica los efectos de un casposo Romanticismo fue asumido en

el siglo XlX bajo el  nefasto rreinado de Fernando Vll, el cual en connivencia con  la Iglesia

Católica marginó a los pocos hombres liberales y racionalistas que habían, y por esta razón

todavía en nuestro presente hay mucha gente hace ascos de reflexionar.

Por todo ello, cuando Nuria me habló de este idolatrismo a todos los niveles que se apartan de

la realidad, yo le respondí:

-¡Pues nada de ver la televisión!  Hay que leer  Filosofía, que quiere decir amor a la verdad, que

aunque diga conceptos antiguos, tendrá un poso reflexivo  que siempre es conveniente. Y por

otro lado, lee buenas novelas que te enriquezcan  espiritualmente.

Lo que no sé es si  me habrá hecho caso.  


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