Con un masaje

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Rose vivía sola, con sus treinta años ya no quería saber nada del amor, llevaba dos divorcios, se casó enamorada pero ambos jugaron con ella, eso le dejó malos recuerdos y como defensa se prometió no volver a caer en las garras del amor.

Lo más difícil de cumplir su promesa era, cuando su cuerpo quería compañía y ella no tenía con quien satisfacerlo, esa necesidad se transformaba en un dolor silencioso, que hacía que las noches fueran muy largas.

Durante una noche de esas, Rose desesperada se desnudó y se tiró en su cama, esperando calmar con eso el hormigueo que la recorría por dentro, fue un error, su desesperación aumentó, no resistía, tomo el aparato para dar masajes y empezó a frotar su clítoris, se tranquilizó un poco, movía el aparato de ahí a su vagina y con él se penetró,  lo dejó ahí y con dos dedos presionaba su clítoris hasta que explotó en un orgasmo que la dejo sin moverse por unos minutos, no quería apagar el aparato, sintió como escurría un líquido por entre sus labios, la sensación de humedad la excitó aún más, sacó el aparato y lo puso sobre el clítoris, apenas un momento después tuvo otro orgasmo, mucho más largo, este la dejó inmóvil y se quedó dormida.

Despertó desnuda sobre la cama, con el recuerdo de esas sensaciones, decidió bañarse y lo hizo lentamente, deseando que sus manos fueran las de alguien más, se puso jabón en el resto del cuerpo, lavarse los glúteos fue una delicia, de repente reflexionó, se dio cuenta de su intención, como era posible si la noche anterior se había masturbado, amanecer con la misma desesperación, se sintió mal consigo misma y terminó de bañarse.

Llegó tarde a trabajar y no le importó, su jefe Ted se lo permitía, tenían años de conocerse y ella era su estrella, por su físico (muy bien proporcionado) tenía muchos admiradores; se puso el uniforme y la desesperación regresó, claro trabajaba con una camiseta muy ajustada y unos pantaloncillos cortos que parecían pantaletas.

Había poca clientela, de vez en cuando alguien le daba una nalgada y eso la encendía, decidió jugar con los clientes y al pasar cerca de ellos les acercaba los glúteos; Ted seguía sus movimientos como cada noche, la deseaba pero conocía su historia y nunca le había dicho nada.

Cuando ella fue por unas copas a la barra Ted le dijo –TRANQUILA no quiero problemas con los clientes−, –DEJA DE JUGAR CON ELLOS−.

Sin mirarlo ella dijo, lo siento ando desesperada, le platicó lo que había hecho y terminó llorando; a él le dio pena, como quisiera cuidarla, pero ella no se dejaba.

La mandó que atendiera la caja, le llevó algo de tomar con la intención de tranquilizarla, y después de cerrar se quedaron en la oficina, Ted le dice si quieres te ayudo a tranquilizarte, ella dice –NO,  tú sólo quieres meter tu cosa−.

Ted le dice –CON UN MASAJE−, al oír la palabra masaje Rose se imaginó sin ropa, no contestó, él la puso junto al escritorio y la doblo hacia delante, estaba tan cansada que antes de decir algo, Ted ya masajeaba sus hombros, esa sensación no le permitió hablar, estaba sólo sintiendo esas manos, él  las metió bajo la camiseta, ella quiso incorporarse, pero tenía unas manos de hombre sobre su espalda y no quería dejar de sentir eso.

Él le desabrochó el brasiere, ella no protestó, siguió sobando su espalda, tomó unas tijeras y le cortó la camiseta, ella no lo notó, estaba flotando y no quería despertar, Ted lo disfrutaba más, volvió a tomar las tijeras y le cortó el pantaloncillo, solo para descubrir que no traía pantaletas, el solo verla desnuda fue suficiente para que él tuviera una erección, pero el pantalón oprimía su pene y le dolía.

El masaje siguió desde el cuello hasta las nalgas, ella estaba perdida, se dejaba llevar por lo que sentía, él movió las manos a los lados de la espalda y sintió los senos presionados sobre el escritorio, él le abrió las piernas y ella no protestó, estaba tan a gusto.

Ted batalló pero se desnudó, ella no lo notó, le puso aceite en la espalda y ella se perdió aún más, ella empezó a mover sus nalgas suavemente y él sin pensarlo le metió el pene de un impulso, ella chorreaba y eso facilitó la entrada, Rose quiso levantarse y él le puso las manos sobre la espalda diciendo –NO TE MUEVAS− y la mantuvo sobre el escritorio, −SIENTE ESTO− le dijo y empezó a moverse dentro de ella.

Él no pensaba desaprovechar la oportunidad, levantó sus manos, ella trató de levantarse y él la tomó por los pechos, pero Rose no sabía si trataba de detenerla o de disfrutar sus senos, Ted sabía que si se venía ya no iba poder tocarla, decidió aguantarse, se movían al mismo ritmo, él pensaba, no te vengas, pero ella preguntó –PORQUE NO TERMINAS− ella quería acabar.

Él dijo –NO PIENSO TERMINAR− pero ella tenía otros planes, con una voz que ella nunca había usado le dijo –POR FAVOR NECESITO ESTAR DE FRENTE− él obedeció la soltó   y se salió, pero la giró tan rápido para volver a meterla que la sorprendió y ella se quejó, pero más de placer que por molestia.

El seguía dentro de ella, Rose lo vio a los ojos y supo que la quería, el instinto la hizo subir las piernas para ponerlas sobre los hombros de Ted, esa visión era mucho para él, la tomó de las caderas y se la acercó aún más, continuó con ese ir y venir que tanto disfrutaba, Rose no quería hablar, ese balanceo se hizo tan rápido que él no se pudo controlar y explotó, siguió balanceándose y ella disfrutando.

Le bajó lentamente las piernas, la ayudó a levantarse y mirándose a los ojos se besaron muy suave mientras se abrazaban, ella supo que podía romper su promesa y él que ya no necesitaba ocultar sus sentimientos.


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