Capítulo Treinta / Tiempo de Rencor-B

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-Ya, es muy buena gente. Pues ese pedazo de pan al llegar a casa se ha encontrado con dos noticias, y ninguna buena.-

Dimas, que no podía adivinar que había pasado, le requería dicha información con la mirada. Todo parecía ir medianamente bien al dejar Londres. Sólo le preocupaba la posibilidad de no recuperar su estado de ánimo anterior.

-Hace dos días, el chaval al que hirió en la rodilla se lió a tiros contra todos los  funcionarios del centro donde estaba internado. Los médicos le habían comunicado que finalmente no podrían salvarle la pierna y el crío se volvió loco. Hay dos celadores muy graves y otros tantos heridos leves. Además en la refriega otro funcionario que llegaba a su turno le ha respondido y lo ha matado. Nino se ha quedado destrozado.-

-Dios, que jodienda, lo siento por él. Le va a costar asimilar esto. ¿Tenía diecisiete, verdad?- preguntó Dimas verdaderamente contrariado.

-Tan sólo diecisiete años. ¿Qué coño está pensando esta juventud?, con todas las cosas que hay que hacer. A mi primo le va a costar Dios y ayuda superarlo.-

-Lo siento de verás, nadie puede adivinar nunca como acabaran las cosas, pero ¿Cómo pudo meter un arma en el centro?-

-Por desgracia eso sucede más a menudo de lo que los polis quisieran. Mi primo me ha contado cosas surrealistas sobre todo este tipo de trapicheos y miradas para otro lado de algunos tipos que mejor estarían al otro lado de las rejas.-

Aunque estaban bastante lejos del enorme caldero el calor que desprendía le reconfortó el costado izquierdo antes de añadir.

- ¿Y ahora qué?, tendrá que volver al servicio aunque no quiera, Nos comentó que no llegaría a otra semana más de baja si no firmaba el doctor, y que sabía por otros compañeros que ya algunos mandos estaban inquiriéndole para que le dieran el alta médica. La falta de efectivos es un problema añadido que no contribuye a solucionar los pequeños asuntos que se van acumulando como un cáncer y que cuando menos te lo esperas te revienta por dentro. ¿Qué pasará si se encuentra en otra situación similar y un crío al otro lado de una pistola le apunta? ¿podrá responderle o se quedará quieto?

Las preguntas de Dimas no tuvieron respuesta, y en verdad no tenían respuesta coherente.

-La segunda cuestión que ha contribuido a hundirlo más si cabe es tener que contarme que han descubierto en un muelle de Sidney el cadáver de la inglesa que apuntaron como posible conspiradora en el secuestro de Linda. El sábado apareció su cuerpo flotando cerca de unas gabarras de basura y para complicar más el tema el hallazgo ha hecho recalibrar a las autoridades la posibilidad de cerrar el caso, ya que si han tardado dos años en encontrar esa simple pista, que ahora se ha desvanecido como el humo, cuanto más podrán tardar en dar con otro hilo conector de dicha trama.-

-Joder, joder.- se repetía Dimas mirando fijamente la cerveza.

- No puede ser. Joder, porque no siguen apretándoles los clavos a esos putos secuestradores hasta que hablen y les hagan contar todo lo que saben. No creo que una sola persona pueda llevar a cabo el secuestro de tres chicas. Joder, no es justo que abandonen ahora.-

Pues se lo están pensando, aunque ha pasado algo que en un principio puede ser bueno, ya que los chicos que encontraron el cadáver a quienes primero avisaron fueron a sus familiares. Estos, miembros de un clan gitano, hábiles para sacar dinero hasta de debajo de las piedras, se pusieron en contacto con un periodista antes que con la policía. La noticia y la foto de la pierna de la chica sobresaliendo por entre un montón de basuras han puesto a las autoridades en una tesitura muy peliaguda con respecto al Gobierno Inglés, dado que las noticias que les hacían llegar eran que no habían noticias y que los secuestros en Australia eran esporádicos y una rareza.

Esas mismas malas noticias, nunca vienen solas y para Helen llegaron tras terminar de colocar todos los platos sobre la barra e intentar que uno, mal apilado, no resbalase entre sus manos golpeando la olla con el antebrazo, abrazándose la piel, y haciendo que se deslizara por la superficie húmeda de la barra e ir a parar al suelo con el consiguiente estruendo en todo el local.

Todos y cada uno de los presentes pegaron un bote mientras los más cercanos saltaron hacia un lado antes de abrazarse con el ardiente líquido. Dimas, Milo y ella misma no tuvieron tanta suerte, ya que su cercanía y las elevadas salpicaduras del caldo les llegaron nítidas en la parte superior de las piernas.

El baile producido por el inmenso calor al tocar la carne hizo reír al único no irlandés del Pub.

Las miradas del resto le hicieron desistir inmediatamente, aunque le costó un buen rato no volver a sonreír.

Observando como Takako se esforzaba en no soltar una carcajada a pleno pulmón, Jim dijo muy solemnemente y observando como el líquido salía ya por la puerta principal.

- creo que el tío del periódico tendría aquí tema para otra viñeta-


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