la última noche 2ª parte

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Al día siguiente desperté semidesnudo en el interior de una cama que no era la mía y con un fuerte dolor de cabeza, sobre mi cuerpo reposa una carta escrita con lápiz de ojos y decorada con unos grandes labios rojos, comenzaba a leerla cuando un fuerte golpe hizo que la carta saliera despedida por el aire.

-¡policía abra la puerta! Me incorporé de inmediato todavía inestable e intenté escapar; era demasiado tarde dos hombres vestidos de uniforme apuntaban con sus armas mi frágil cuerpo.

-¡no se mueva! Gritaba uno de ellos.

-¡donde está la mujer! Gritaba el otro

Agarraron mi poca ropa y la lanzaron al aire, abrieron cada una de las puertas a patadas, rompieron cientos de objetos a su paso, yo me sentía inútil ante aquel caos y no entendía nada de lo que estaba pasando; por un momento creí estar soñando.

-¡vamos siéntate en la silla y comienza a hablar! Volvieron a gritar los hombres.

Me lanzaron ciento de fotografías a la cara y preguntaban constantemente por una mujer.

-¡recoge las fotografías y míralas! Decía el más feo de los dos.

Era ella, la misma mujer que acariciaba el perro en la puerta de aquella tienda, la misma que abrazaba en un banco la fría figura canina, la misma que se enredó toda la noche en mis brazos.

-¿por qué la buscan? Pregunté casi afónico.

-¿Ha visto la televisión estos últimos meses? En las noticias hablan constantemente de unos asesinatos todavía sin resolver, esa mujer es cómplice de dichos asesinatos.

-¡eso no puede ser cierto! Respondí alterado

-usted no es más que otra de sus víctimas, por algún motivo no le mató pero no tardarán en hacerlo nunca dejan cabos sueltos, lo mejor es que coopere.

-no sé nada de ella le conocí ayer en una tienda y comimos juntos, recorrimos el pueblo luego nos vinimos al hotel y ya no recuerdo nada más.

-le mencionó algún lugar, repitió un nombre algo que le resultara extraño.

-no, volví a responder

-le estaremos vigilando vuelva su casa y cuídese, si la ve llámenos.

-lo haré.

Busqué mi camiseta por toda la habitación y acabé de vestirme, junto a ella se encontraba la carta; la guardé sin leer en el bolsillo, cuando salía por la puerta vi al perro mirándome igual que ahora lo agarré entre mis brazos y lo traje conmigo, en aquel momento deseaba romperlo a pedazos pero me faltó valor.

 

 


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