El taxista

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Fue una tarde de agosto, el aguacero me había empapado de pies a cabeza, acababa de salir de la universidad apenas había caminado un par de cuadras y todavía me faltaba camino para llegar a casa. Decidí tomar un taxi para no mojarme mas, mi blusa blanca del uniforme no me protegía pues con lo mojada que estaba se me transparentaba el sostén de encaje blanco que llevaba debajo y con el frío que tenía mis pezones erectos se notaban demasiado.
Le indique la dirección al taxista, sin embargo el taxista se detuvo cuadras adelante y
bajo del auto y cuando menos lo esperé, se subió a la parte trasera donde iba sentada y
empezó a manosear mis senos por encima de la blusa.


Me dijo que eso me merecía por andarme exhibiendo y que por perra me daría mi merecido. Yo no sabia que hacer y solo lloraba pues me tenia inmovilizada debajo de su cuerpo, sus grandes manos recorrían desde mis pechos hasta las piernas y las apretujaba causándome dolor, yo le suplique que me dejara ir pero en vez de eso subió sus manos debajo de mi falda y empezó a meter dos de sus dedos en mi raja, al principio gritaba un poco pero por la lluvia nadie me oía, y en ese mete y saca frenético de sus dedos empecé a sentir placer, un gemido involuntario brotó de mi boca y el taxista rió cínicamente, se quito el cinturón y me amarro con el las manos, fue entonces cuando se sentó en el asiento y me incorpore para seguir gritando pero me dio una cachetada y con un tirón de cabello me obligo a bajar a su miembro apenas erecto y darle una mamada, tomo con fuerza mi cabeza y empezó a dirigirme de arriba a abajo hasta que le chupe toda la verga, que para ese entonces había crecido bastante y amenazaba con correrse en mi boca, así sin mas consideraciones rompió mi tanga y se bajo los calzoncillos con tanta rapidez que cuando sentí ya tenia su pene adentro. Parecía animal en celo cogiéndome tan rico que mi mente apenas pensaba y solo me dedique a gozar, me penetraba al principio lento y luego me empezó a embestir mas rápido, sentía sus bolas chocar con mis nalgas y su vientre abultado me aprisionaba contra el asiento que apenas podía respirar. Mientras me mordía los pezones sobre el sostén de encaje siguió con el ritmo de sus embestidas hasta que sentí su semen caliente brotando dentro de mí.
Una vez que terminó me llevo a mi casa pero antes me obligó a quitarme el sostén de encaje blanco y lo guardo en la guantera del taxi...


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