Claudia y el monstruo de su habitación

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La habitación está a oscuras. La única luz que entra es la que se filtra por la persiana que de tan vieja que estaba no cerraba bien.

 

Claudia estaba sentada en la cama agarrándose las rodillas y reprimiendo un grito. Ya tenía 15 años. Se suponía que era una mujercita y no se debía asustar con la oscuridad o con los ruidos que hacía aquella vieja casa de verano. Pero sabía que los ruidos que escuchaba no eran de la casa.

Porque la casa, no te despierta por respirar al lado tuyo. No se nota el aliento gélido de la casa en la nuca. Y no se nota como algo te toca.

 

Hace tres noches gritó cuando se despertó a las cuatro de la madrugada totalmente desarropada y notando como algo le agarraba el tobillo y tiraba de ella hacia abajo.

Gritó. Gritó con todas sus fuerzas. Gritó hasta que sus padres aparecieron en la habitación y ella se agarraba desesperada al cabecero de la cama.

En cuanto les vio, salió disparada hacia ellos y le agarró. Les abrazó y rompió a llorar. Les suplicó que se fuesen de allí, pero los padres se negaron achacándolo todo a que Claudia soñaba despierta.

Le prepararon una tila y su madre estuvo con ella hasta que se durmió y ella se quedó sumida en un profundo e intranquilo sueño.

Las dos noches siguientes Claudia apenas durmió. No durmió por miedo. Estaba en guardia esperando que pasara algo como en las noches anteriores, pero al final, no ocurría nada y el sueño acababa venciendo.

 

Hoy era la tercera noche.

Eran las dos y media de la madrugada y aún no había conseguido dormirse.

Había dado varias cabezadas, pero notaba algo en el dormitorio.

Encendía la luz y luego la volvía a apagar al pensar que quizás le estaba dando demasiada importancia al asunto. Que quizás, sí fuese producto de su imaginación. Aunque una voz dentro de ella le instaba a permanecer alerta.

Ahora sentada en la cama, abrazada a sus rodillas, intentaba calmarse y pensar en otras cosas.

Si decía que la joven estaba asustada, era quedarse corto. Claudia estaba totalmente aterrada. Su respiración estaba desacompasada. A ratos sonaba rápida, como si estuviera a punto de hiperventilar. En otras ocasiones, era casi inaudible y por último estaba su respiración mezclada con sollozos y súplicas.

 Comenzó a escuchar como si unas uñas golpearan las tuberías de su dormitorio y se sobresaltó.

- ¡Dios mío!- exclamó- Por favor, por favor,…- empezó a rogar en susurros

El ruido paró.

Y tras un instante ese repiqueteo de uñas comenzó a sonar en el lateral izquierdo de la cama.

Claudia contuvo la respiración y a continuación comenzó a jadear de miedo. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos y mordía el labio inferior para reprimir un grito. Cerró los ojos con fuerza.

El repiqueteo de las uñas sonaba más fuerte y como si ese algo, estuviese más cerca de ella cuando cesó.

Claudia no abrió los ojos. No dejaba de llorar y temblar. Sólo pensaba en que quería marcharse de aquella casa. Sólo debía aguantar una noche más, se decía. Intentaba calmarse con ese pequeño mantra que poco le funcionaba.

Notó como algo le acarició la nuca. Su cuerpo se tenso. Se paralizó. Era el tacto de unas uñas.

- Claudia- susurró una voz gutural.

La nombrada cogió aire por última vez antes de que aquella cosa inimaginable le arrastrara bajo la cama.


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