Daños Colaterales

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A veces, somos daños colaterales. Nos metemos en batallas que ni siquiera son nuestras sin saberlo. Y no hay peor batalla que la del corazón. 

Si sólo puedo tenerlo un instante, me basta. No lo puedo tener, ni retener. Pero si decide pasar unos minutos conmigo, acepto. Siento un calor inmenso cuando llega, se acerca a mí y me abraza. Me lleno de su olor, su fragancia me embriaga, notar su cuerpo contra el mío y sentirme protegida y por un momento valiosa y querida. Alzar la mirada hacia su rostro y sentirme afortunada por poder ver un rostro tan bello y perfecto.

Recordarme respirar y tragar cuando su rostro se acerca al mío y deposita lenta y suavemente un beso sobre mis labios. Cerrar los ojos y dejarme llevar. Sus labios arden, hacen que los míos entren en calor una vez más. Sólo él, con ese beso tan sencillo es capaz de hacer que mi cuerpo arda. Separar un momento los labios y mantener nuestras frentes apoyadas la una en la otra. Controlar mi respiración para que no se me vea ansiosa y agitada. Instintivamente, lamerme los labios para tener su sabor en mi boca.

Suspiros.

Me coge de la mano, vamos a buscar un sitio donde poder estar un rato a solas. Pasamos por largos pasillos, entramos al enorme salón de la residencia y ahí están reunidos unos cuantos compañeros. Y de entre toda la gente que nos podríamos encontrar, ha de aparecer ella. Guapa, alta, esbelta. Esa clase de chica que todos quieren tener. De esas que los chicos se giran para volverla a ver.

Y él, súbitamente, me suelta la mano, se deja llevar por la corriente de la perfección y no puede evitar acercarse a ella. Es como una polilla que se acerca a esa luz que sin querer le llama. Yo me quedo quieta, paralizada, contemplando la escena que ni de lejos es perfecta. Ella lo usó, pero sin poderlo evitar, sigue enamorado de ella. Ella airada, le mira y le habla con desprecio y él sin poderlo aguantar más se marcha a toda prisa. Yo, tardo unos segundos en reaccionar y en cuanto lo hago salgo detrás de él.

Que idiota, pensareis, pero no lo puedo evitar. Él es mi luz y yo su polilla.

Paso al lado de la chica aparentemente perfecta, que no me dedica más que una ligera mirada. Como quien mira a una mosca pasar por su lado.

Recorro las estancias en busca de él. Tengo que encontrarle. Él aún no lo ha terminado de superar pero yo dudo que algún día pueda alejarme de él. Sin quererlo ni comerlo me he enamorado y sé que no está bien porque no me puede hacer feliz como yo deseo. ¿Un corazón triste puede hacer feliz a un corazón ilusionado?

Llego a una estancia amplia. Por sus ventanales comienza a pasar la luz de la noche y él está sentado contra la pared apoyado sus codos en la rodillas y cubriendo su rostro con sus manos.

Me acerco a él despacio, intentando no hacer no hacer ruido, pero no lo consigo y él alza su mirada hacia mí. Aparta sus brazos y yo sin decir palabra, me pongo encima de él, cojo su cara con mis manos y le miro un momento. Analizo su rostro, su mirada y aunque es impropio de mí me acerco a él y le beso. Empiezo con un beso sencillo, sensible, incluso frágil, pero algo se despierta en mí y convierto ese beso cándido en fuego. Abro su boca con la mía e introduzco mi lengua en su boca en busca de la suya. Me responde y ávido me agarra de la cintura y me aprieta contra con él, noto su calor y poco a poco noto va creciendo su erección. Mis manos se pasean por su pelo, se lo revuelvo, le muerdo el labio inferior y agarrándole del pelo tiro de él hacia atrás. Se me escapa un pequeño jadeo. Estoy excitada y necesito ver su cara. Ver en ella que quiere lo mismo que yo. Y no tengo dudas. Lo quiere. No sólo su cara me lo dice, me lo dice la presión que noto entre sus piernas. Me aparto un poco, sin levantarme de sus muslos y le quito su camiseta. Sus abdominales no son de este mundo. Me muerdo los labios. Tengo una ganas horribles de sentirle dentro de mí.

A continuación, mientras yo me quito el vestido y dejo al descubierto mi sostén y mis bragas rosa palo, él, levantándome un poco se quita los pantalones y veo sus boxer negros de Calvin Klein. Me fijo en su bulto y me excito aún más. Me acerca a él y me empieza a besar atropelladamente, con prisas, con pasión. Recorre mi boca con su lengua. Coge mi labio inferior entre sus dientes y yo jadeo. Me besa el cuello, los pechos. Levantándose un poco me tumba bocarriba y deja caer parte su cuerpo sobre el mío. Se empieza a mover sobre mí y yo le imito y comienzo a mover mis caderas al mismo compás que él. Noto como una de sus manos comienza a bajar mis braguitas mientras me besa. Me las quita para después con un moviento ágil quitarse sus calzoncillos. Me abro más para él, para que sea más fácil. Noto como su pene roza la parte interior de mis muslos en busca de un sitio donde esconderse. Y cuando finalmente lo encuentra, yo me estremezco de placer. Un gemido se escapa de mis labios que el calla con un beso. Nos empezamos a mover, ni siquiera noto el frío suelo. Me encanta. Es todo perfecto. Su cuerpo encaja a la perfección con el mío.

Estamos extasiados, sudando, jadeando, a punto de llegar a ese sitio tan maravilloso donde sólo se está por unos instantes cuando alguien irrumpe en la habitación. Nos quedamos parados, avergonzados aunque no más que el chico que nos ha pillado que se disculpa ochenta mil veces dado de espaldas y alejándose de nosotros.

Él, que no se ha movido ni ápice de mí, para evitar que se me viera algo a los ojos de ese joven, me mira para ver mi reacción, que está entre abochornada, estupefacta y que se convierte en divertida cuando me mira. Sin querer, estallo en una carcajada y él me acompaña. Reímos un rato y parece que vamos a volver a empezar cuando empiezo a escuchar un ruido. Un pitido molesto y pienso: No! Ahora no por favor!! Un momento! Un momento!!

Pero ya es tarde. He abierto los ojos y estoy en mi cama húmeda y a medio hacer.

Y lo primero que pienso es que ni siquiera en sueños soy capaz de disfrutar de un polvo completo y lo que es peor, elijo a un chico increíble que aún ama a otra.

Sí. Una palmadita en la espalda por favor.


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