La luz de la oscuridad (Parte 2)

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Bajé al primer piso y me detuve, tuve que pensármelo dos veces antes de dar el paso y contactar con aquella luz cegadora que desprendía un sol veraniego, un sol paradójicamente alegre, que no coincidía en absoluto con mi estado de ánimo. Había perdido mi casa, mi padre, mi perro, y toda mi vida... cada vez que recordaba aquel salón abrasado y lleno de cenizas un estremecimiento recorría mi cuerpo, pero miraba hacia adelante, sabía que no podía desandar lo andado, ni pensar en lo ocurrido, tal vez fuera esa frialdad característica de mi persona la que hiciera de mi un individuo  poco amigable. Eran poco más de las tres de la tarde cuando me di cuenta que andando y andando había dejado mi pueblo atrás para entrar en Villa Aranda, un pueblo más pequeño que el mío, pero con mucho más encanto e historia. Me puse a pasear por el pueblo, había un parque que me encantaba cuando era pequeño, era muy frondoso, y recuerdo que solía jugar al escondite con mi padre, ese era uno de los pocos buenos recuerdos que me quedaban de el. Un par de ancianos paseaban en dirección contraria y ni siquiera levantaron la vista en mi presencia, toda mi vida había sido así, un chico solitario, sin amigos, y al que nadie si quiera se paraba a mirar. Creerme si os digo que con el paso de los años te acostumbras a este tipo de cosas, nunca dejas de sentirlas, pero acabas por acostumbrarte a ser un parásito de la sociedad.

Aquel lugar me traía muy buenos recuerdos, en verdad, casi todos los buenos recuerdos se encontraban en aquel cúmulo de flora y fauna.

Decidí sentarme a la sombra de un viejo chopo, aquel árbol era de una majestuosidad realmente imponente, un árbol, que debía haber visto pasar la vida de muchísimas familias, incluida la mía. Podía verse un corazón rasgado en la corteza del árbol; un rasgado que si no recuerdo mal hice yo el día que me sentí por primera vez enamorado de alguien, que no correspondido. Finalmente me decanté por tumbarme y me quité la camiseta, quería sentir aquella brisa de verano sobre mi piel, cerré los ojos y me dormí.

 

Desperté a causa de una ráfaga de viento frío sobre mi pecho, abrí los ojos, me erguí y me di cuenta de que habían pasado horas desde que me quedé dormido en aquella obra maestra de la naturaleza, era casi de noche, el sol estaba apunto de desaparecer en el horizonte para dar paso a una noche despejada y cubierta de estrellas. Me pareció oportuno volver a casa, nos habían dado veinticuatro horas para recoger nuestras cosas y abandonar el edificio que sería demolido en la tarde del día siguiente, quise darme prisa en llegar a lo que quedaba de mi casa, nunca me había gustado andar una vez el sol se hubiera puesto, por esta razón anduve con paso ligero hasta mi pueblo, y una hora después hacia lo que había sido toda una vida echa cenizas, cuándo llegué a mi portal divisé a vecinos saliendo ya de sus pisos con los bienes que habían podido recuperar, y que introducían con cuidado en el interior de sus vehículos, de nuevo me sentí desechado, nadie se giraba a dar el pésame a aquel chico que acababa de perder a su padre y su mascota, ni siquiera lo hacían para consolarle. Únicamente una mujer de mediana edad se molestó en levantar la vista a mi paso, o al menos eso quise creer. Seguí avanzando hasta llegar a unos pasos de aquel portal destruido, observé que un periódico comarcal había sido abandonado en el suelo y se me ocurrió ojearlo, en la portada se encontraba el que había sido mi edificio desde mi infancia y un letrero rezaba “ Un edificio es envuelto en llamas y es causante de la muerte de... continua en página 3” Inmediatamente cogí el periódico por la esquina inferior derecha y pasé una hoja para ver que decía qué decía aquella noticia sobre la muerte de mi padre. Después de un par de imágenes de publicidad, una foto de un bombero intentando sofocar el fuego de mi edificio aparecía con firmeza. Estaba deseando leer aquella noticia.

 

“Un edificio es envuelto en llamas y causa la muerte de una familia residente en Villafranca el hombre de 47 años de edad y su hijo de 19 años se hallaron sin pulso debido a la cantidad de humo que inhalaron en un incendio que, según la policía nacional fue causado por una de las velas que los  fallecidos tenía encendidas en el comedor de la vivienda. Cuándo los bomberos consiguieron sofocar el fuego lo suficiente como para irrumpir ya era demasiado tarde para la familia. Al acceder la policía y los servicios hospitalarios a la dicha vivienda observaron que una de las velas seguía encendida, la tragedia no ha tenido más víctimas mortales, pero si 6 heridos dos de ellos graves, la mascota de la familia, un pastor alemán de 3 años de edad también falleció en el acto”.


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