LA MASIA (EPILOGO)

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Un pensamiento le hizo reaccionar inmediatamente: los niños, Sara. Salió corriendo hacia las habitaciones encendiendo las luces. Todos dormían plácidamente.

Se planteó despertarlos a todos, hacer las maletas y marchar de ese lugar, que para él distaba mucho del paraíso que se había encontrado los días anteriores.

 

 Más calmado recapacitó y se dijo que no quería asustar a los niños. ¿Qué explicación les daría a ellos y a su mujer si les decía de irse a las dos de la madrugada, que había visto un fantasma?.

Entró en su habitación y Laki lo miró con las orejas hacia atrás lloriqueando. El único que me puede servir de testigo no puede hablar – pensó Dani.

Ni que decir tiene que la noche se hizo muy larga para él. Metido en la cama, con todas la luces de la casa encendidas y escuchando una infinidad de ruidos que le estaban destrozando los nervios. Solamente le alivió ver que Laki estaba durmiendo plácidamente a su lado.

Cuando comenzó a amanecer después de una eternidad, hizo todo lo posible para despertar al resto de la familia, cerrando la puerta del lavabo con brusquedad, poniendo muy alto el volumen de la televisión, todo ello con el objetivo de irse lo antes posible.

Su táctica fue dando resultado y uno tras otro los miembros de la familia se fueron levantando. Ya tenía el desayuno listo encima de la mesa del comedor y hasta se había animado a limpiar y recoger los restos de la cena del día anterior amparado por los rayos del sol que nacía tras las montañas.

-¿A qué viene éste madrugón, qué te ha dado?- Le preguntó Sara.

Dani solamente pudo poner la excusa de que quería llegar a casa para descansar antes de empezar a trabajar el día siguiente. Los niños también tenían que terminar sus deberes antes de volver al colegio.

Así fue como la familia recogió sus enseres, siempre apremiados por Dani, los cargaron en el coche y se marcharon tras cerrar la puerta y dejar la llave debajo de la jardinera de la entrada.

Dani condujo más rápido de lo que era costumbre en él, mientras su mujer lo miraba atentamente, sabía que algo le estaba sucediendo.

Cuando la masia desapareció de la vista de los espejos retrovisores del vehículo tras una loma, automáticamente Dani redujo la velocidad y suspiró. Se permitió una sonrisa.

-¿Cómo lo habéis pasado?.- preguntó a su familia.

David se mostró entusiasmado y preguntó cuando volverían. Dani pensó para sus adentros que ni en sueños pisaba aquella casa otra vez, pero contestó que cuando pudieran.

Raúl se mantuvo callado, sin contestar, pensativo mientras miraba el paisaje des de su ventanilla.

-Cariño, ¿no te lo has pasado bien?- le preguntó su madre.

David pareció tragar saliva y contestó incómodo:

-No es eso mamá, me lo he pasado muy bien, pero lo que no me ha gustado es la señora de negro que me despertaba por las noches y me preguntaba qué hacíamos en su casa. Me daba miedo.

David soltó una carcajada, lo que hizo que Raúl se arrepintiera de haber contado lo de la mujer de negro.

Daniel instintivamente volvió a apretar el acelerador del coche y perdió la sonrisa de golpe.

Sara se volvió hacia su hijo pequeño y le dijo dulcemente que se trataba de simples pesadillas y que no hiciera caso de ellas. El niño asintió con el ceño fruncido y se concentró en el paisaje.

Daniel rezó para que su hijo pensara eso, que había sido una simple pesadilla. Él lo contaría todo a su mujer cuando estuviese preparado, cuando se hubiese recuperado del terror que todavía le embargaba.

 

 

 


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