LO PACTADO

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Recuerde lo pactado Márquez; todo a su debido tiempo, de no ser así no vamos a llegar a donde queremos. Yo soy él que lo llama. Seguro que no me imaginó físicamente como me tiene ahora frente a usted. Soy de esos casos en que la forma de comunicarse no tiene nada que ver con la imagen. No se asombre por mi juventud, ese detalle no impide que haya llegado a la decisión que tomé. No le quitaré mucho tiempo, únicamente recuerde lo prometido, después usted puede hacer lo que le parezca mejor, aunque ambos sabemos cómo terminará este encuentro. Yo soy el asesino, usted unas de las víctimas, sin serlo directamente, pero víctima al fin. No voy a justificarme con toda una historia de mi vida, sólo le diré que mi madre me abandonó a los doce años, es un dato que quería que tuviera en cuenta. Pero vamos por pasos, luego podrá atar los hilos.  Soy un ladrón y un asesino; me gusta ver las caras de las personas al matarlas, petrificar los gestos de dolor, no un dolor en el cuerpo, sino ese mismo por la proximidad de la muerte. Les robo y los mato. Son dos pasos que con el tiempo adquieren cierta simpleza. Como una especie de verdugo se podría decir. Igual ya nada me afecta. Sí, un verdugo es la mejor comparación por no calificarme de mierda humana. Maté a su hijo, le robé y lo maté. No recuerdo en que fue a parar el dinero que le saqué, es por eso que fue uno más; siempre es igual. No se acerque Márquez o lo pego un tiro. Ve, nada me cuesta, va ser uno más como lo voy a hacer yo tarde o temprano. Mi especie sin espaldas no tiene una extensa vida. Escúcheme nomás y usted se llevará el premio. Le vuelvo a reiterar que su hijo fue uno más, sin embargo las consecuencias de esa muerte fueron distintas. Nunca pensé que me llegaría este regalo. Creo que es la mejor forma de terminar una vida de mierda: muriendo como una mierda. Yo le pedí diez minutos y no voy a excederme. La muerte de su hijo fue noticia en el noticiero, la inseguridad y todo eso, ya sabe. Lo vi llorar y pedir que se me guillotine por otro verdugo más vil. Sinceramente me causó gracia la idea, de hecho no fueron sus palabras, fue mi imaginación la que actuó, de ahí  mi última condición humana. Las circunstancias Márquez por las cuales usted esté aquí y que yo lo llamara y le prometiera que podía matarme, no fue su llanto. Fue su mujer la que cambio el orden. Sí, su mujer. Veo que sus pocas luces nunca podrían llegar a una conclusión válida. Su mujer pidió que se me quite la libertad; habló de más, creo. Hubiera pronunciado unas cuantas palabras menos y no nos hubiera beneficiado a los dos. Una cuestión de palabras y he aquí usted y yo. Creo que debemos tener suerte, no le parece. Además de haber abusado del tiempo, resulta evidente que en ella no pasó el tiempo. Es realmente una ironía que ella abuse de la temporalidad y éste le haya perdonado su cuerpo. La cuestión es el reconocimiento. Ahora escúcheme con atención. Dígale que llegó la hora de saldar las cuentas, que entienda que una mierda siempre es  producto de otra mierda. Dígale que su hijo mató a su otro hijo y que usted terminó conmigo. Se me va acabando el tiempo y voy a respetar lo pactado, no lo considere como mi último vestigio de dignidad, es la perfección con la que se desenvolvieron los hechos…una cuestión de palabras; aquí tiene mi revólver y nuestro pacto. ¡Disparé Márquez sino voy a tener que matarlo! 


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