Taxi para mayores de 18 años

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Soy taxista desde hace más de veinte años y como podéis imaginar uno tiene anécdotas para entreteneros toda una santa noche, pero os voy a contar una de lo mas porno que me ha pasado nunca. Y juro ante la tumba de mi hijo que es tan verídica como la vida misma.

Pues estaba yo tranquilamente leyendo el periódico una mañana en no sé que parte de la ciudad, cuando un chico joven de unos treinta y pocos me toca en al ventanilla con los nudillos. Me empezó a hablar en inglés y yo, que chapurreo algo, le hablé lo mejor que pude. Cuando por fin nos pusimos de acuerdo y nos entendimos vi que, a la parte de atrás, además de el muchacho, subía un pedazo de rubia de esas de portada de revista: pelo rizado, piel escandalosamente blanca y una buena delantera. Para que os hagáis una idea mas clara de a quien se parecía, os podría decir que a la rubia protagonista de la película esa de Show Girls, desde luego no sería ella ni por asomo (la de la parte de atrás de mi taxi estaba más buena). Así que se sentaron, me puse mis gafas de sol, arranqué, puse mi intermitente y me dirigí rumbo hacia algún lugar del mapa.

Si hubieran sido españoles les hubiera dado conversación pero al ser extranjeros no me atreví a intervenir en su conversación, de la cual pude pillar frases sueltas como, "Spain is very very good", "I love the paella", "Almodóvar the best" y cosas del estilo. Cuando ya llevábamos un trecho recorrido miré por el espejo retrovisor interior y vi como se besaban. El que una pareja se bese en mi taxi no es algo fuera de lo normal. Una vez un yonki (que no lo parecía) se chutó y luego la jeringuilla se la clavó otro cliente que intentó denunciarme, por suerte no pilló el sida ni ninguna mierda, así que la cosa solo se quedó en un susto sin mayores consecuencias dramáticas, he visto y llevado al mismísimo Dark Vader a una convención de la guerra de las galaxias, me han potado en los asientos de atrás como un millón de veces, montones de mujeres se han cambiado de ropa interior...

Historias mil. Así que cuando vi que se besaban no le di importancia hasta que minutos después volví a mirar, mas por inercia que no por ser un mirón desvergonzado, y la cosa fue a mas. Sus lenguas se rozaban y buscaban con los ojos cerrados. Él empezó a lamerle el cuello y entonces me fije en que le estaba agarrando un pecho por fuera de la blusa roja que llevaba. Luego el muchacho empezó a besarle el escote mientras ella le agarraba la cabeza como si fuera un bebé al que le fuese a dar el pecho, y dicho y hecho: el chico le bajó la blusa y empezó a lamerle el pezón izquierdo mientras ella estaba en un completo éxtasis con los ojos cerrados acariciando el pelo de su novio (por que di por hecho que sería su novio). Yo intentaba fijar mi atención en la carretera, que era donde debería haber estado mirando. Sin quererlo, se me empezó a levantar la tienda de campaña. Cuando me tenía que detener en algún semáforo tosía para que se percataran de que estaban en un taxi, pero al parecer los ingleses no captan el mensaje. La cosa no era que me molestaran, es que me daba vergüenza que algún viandante o transeúnte los viera desde la calle; eso me daba mucho pudor, más a mí que a ellos, desde luego. Ya en la autovía puse música para no oír los gemidos de la muchacha que se cortaba menos que na´. A la siguiente vez que miré, ella ya estaba desnuda de cintura para abajo; con lo que vi, miré, observé y caté... pero solo con la mirada, no penséis que aquello era una película porno. Reconozco que en ese momento casi nos la damos, temí tener un accidente cuando casi me comí a una furgoneta en la autovía; di un volantazo pero ni con esas se percataron de nada. Ella iba quitándole la camiseta al muchacho mientras le besaba el pecho sin vello y él se quitaba los pantalones. Di gracias a Dios de que por lo menos ya no estábamos en la ciudad. Cuando alguien nos adelantaba y miraba hacia nosotros, yo me limitaba a taparme la cara con una mano para que no me reconocieran o sonreía estúpidamente al encogerme de hombros, pero en ningún momento tuve el valor de decirles que pararan, que mi taxi no era un hotel y que..., a lo mejor en el fondo es que me gustaba eso de verlo en vivo y en directo (desde luego a mi mujer no le he contado nada de esto).

Empecé a oír los clásicos alaridos propios de una mujer salvajemente penetrada. El muchacho se la empezó a follar ahí como si yo no estuviera. Para cuando la muchacha empezó a darme rodillazos a través del asiento en la zona lumbar, me decidí a salir de la autovía, aparcar en la parte trasera de una área de servicio, salir del coche, dejándolos ahí que retozasen lo que quisiesen, y fumarme un cigarro. De no haber estado casado me hubiera ido a los servicios de la gasolinera a hacerme una paja, pero creo que un hombre casado ya no debería hacer esas cosas. Mientras me fumaba mi cigarrillo observaba como los amortiguadores eran puestos a prueba como buena cama de recién casados. Después de que terminasen, casi al tiempo que me fumé mi cigarro, volví a subirme al coche y los llevé donde habíamos acordado.


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