Vecinos

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Después de terminar la escuela preparatoria, Sofía se sentía feliz. Feliz porque finalmente podría irse a estudiar la universidad, ser independiente. Desde pequeña había querido serlo, pero el hogar paterno no se lo permitía.

Había estado trabajando en un despacho jurídico, primero como secretaria, después como asistente personal del socio mayoritario por lo que había tenido la oportunidad de aprender mucho, de tener esa personalidad ardiente que tanto volvía loco a quienes la rodeaban. El despacho hervía de deseo por ella, por lo que cuando anunció su renuncia para estudiar la universidad en otra ciudad, su jefe objetó. Pero nada pudo cambiar su determinación.

Una vez en la nueva ciudad, se sintió libre, completamente independiente. Fácilmente pudo encontrar un apartamento en el 9º piso en un exclusivo edificio e inmediatamente se mudo.

Mientras subía sus cosas en el elevador, vio lo que le pareció el hombre más sensual y sexy que sus ojos habían visto. Y él, él la observó boquiabierto. Una mujer magnífica, de piel dorada, olor sensacional, mirada coqueta, cuerpo increíble. Vestida con unos pantalones deportivos muy ceñidos a unas piernas fuertes pero bien torneadas y una cola bien formada, una camisetita blanca, que transparentaban unos pezones que invitaban a adorarlos, , sus senos eran firmes, tan firmes como la juventud a flor de piel permite. Su cabello oscuro, largo, amarrado en una cola alta. Tan pronto como la vio, no pudo esa sensación, ese cosquilleo tan especial…

- Eres nueva? No te había visto por acá. Vivo en el apartamento 109 del 9o. Mi nombre es…

- Si – lo interrumpió – acabo de llegar y estoy cambiando mis cosas, mi apartamento es el 110 – comiéndoselo con la mirada..

- A pues vecinita, si necesitas algo, con gusto te ayudo, este edificio tiende a ser muy solitario y una chica tan guapa como tú no debería estar solita.

- Muchas gracias vecino, me haría mucho bien la compañía – e inmediatamente sus ojos se percataron de la erección que su vecino tenía – y aparentemente, a ti también – sonrío.

Esto, lo dejó mudo. Deseándola con todas sus fuerzas. Ella se acercó a él, se puso de puntillas y le susurró al oído: - no he traído todas mis cosas, y esta ropa que traigo puesta es la única y ya está sucia. Hoy dormiré sin nada…. Le dio un beso en la mejilla, en la comisura de sus labios, y desapareció.

El reloj marcaba las 9:01pm, no lo podía soportar, se había pasado toda la tarde restante después de ese encuentro en el elevador pensando en esa escultural mujer, desnuda… No lo soportó más, y prácticamente corrió al 110.

Tocó el timbre, no hubo respuesta. Lo hizo una vez más... Ya se iba, cuando escuchó la puerta abrirse, y ahí estaba, envuelta en una toalla, recién salida de la ducha.

- Vecino!!! Que sorpresa! Cómo estás? Pasa pasa, no te quedes ahí. Me estaba bañando, algo hace rato me provocó un calor muy fuerte – y lo vio con unos ojos pícaros.

Sin aliento, solamente esbozando una complacida sonrisa, dio pasos adelante y cerró la puerta tras de sí.

- Vecino, te puedo ofrecer algo de tomar? Mi refri ya está trabajando bien y tengo bebidas frescas. Acabo de hacer una limonada riquísima.

- Limonada para mí vecina, gracias.

- Perfecto, siéntate vecino. – tomándolo de la mano y llevándolo hacia el sofá.

Ella se alejó brincoteando hacia la cocina. Él, sin poder evitarlo, la observaba bailar en la cocina; ella sabía que él la veía, y aprovechó para soltar un poco más la toalla, su espalda fresca y suave provocó emociones en él. No lo podía creer, esa mujer se le estaba entregando ahí, en ese momento.

Se levantó, se dirigió a ella, y por la espalda, la tomó de la cintura, ella se sorprendió, se exaltó pero se sintió complacida.

- Mira lo que haz provocado con tan rica visión de ti – él le dijo rozando su pene endurecido en sus nalgas, y la sensación los volvió locos a los dos – Me estás matando mujer, me estas volviendo loco, te deseo - le dijo acariciando sus senos, cuyos pezones se había endurecido, por la sensación, esa tan familiar, que le recorrió toda la piel.

Empezó a besar sus orejas, las orejas de esa mujer que en solo un día lo había provocado de esa manera. Ella, dio un paso hacia adelante, dio media vuelta asegurándose que él la veía completamente… Y soltó la toalla, dejando ver un cuerpo magnifico, unos senos grandes, redondos, firmes. Un abdomen plano, una cintura diminuta, caderas amplias y bien delineadas, unos muslos gruesos y firmes, y un tesoro.. su tesoro. Se sintió pirata acabando de desenterrar ese tesoro deseado por tantos.

Dio un paso adelante, y hundió su cara entre sus senos, apretándolos con su manos, su lengua se dirigió a su pezón, lo succionaba, lo besaba, lo mordía… ella gemía – siii, así, no pares, sigue por favor. No vayas a parar –

La tomó de la cintura, y la levantó sobre la mesa, ella se acostó, abrió sus piernas permitiendo que él pudiera saborearla, comerla completita….

… Continuará.


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