EL ACOMPAÑANTE continuacion 3

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Asustados y cansados los hombres siguieron caminando, sin ruidos, sin comentarios, sin inmutarse a hablar y allá, atrás también se empezaron a mover unos pies, los cuales avanzaban tranquilamente sin arrastrarse y dotados de una armonía irreconocible tras un largo camino. Sus pasos eran pesados y el llanto de uno de los hombres, empezaban a silenciar a las chicharras y a acelerar el latido del corazón de su acompañante, el hombre que lloraba, blasfemaba a gritos desgarrados mientras caminaba, y su compañero parecía haber caído en la aceptación del terror. El kilómetro 16 los miraba pasar, riendo y con la mirada concentrada a 10 metros atrás de los caminantes. 10 metros adelante dos hombres inundados por el terror avanzaban taciturnos y pesados, 10 metros atrás se escuchaban pasos que avanzaban sin afán alguno, como quien no tiene objetivo de llegada, como quien solo camina para pensar. En una muestra de terror, el hombre de los panecillos arranco a correr, gritando, llorando y exclamando a su compañero que corriera y que no parara hasta divisar la virgen, a lo que su compañero respondió, no con su voz, sino con el retocar rápido de sus pies sobre el suelo. Debido al diferente peso de sus cargas, el hombre de la maquina se tuvo que detener, aterrorizado gritaba a su compañero que los esperara o que se devolviera para que lo acompañara, pero no, él no estaba solo al parecer, en el momento que callo sus gritos, logro escuchar unos pasos que parecían dirigirse hacia él desde atrás. El kilómetro 18 lo miraba, carcajeando y señalando la distancia entre los dos o tres hombres. El otro hombre sin escuchar a su compañero siguió corriendo, hasta que el cansancio se apodero de él y lo obligo a detenerse, sentarse en la tierra y respirar hondo para poder normalizar su ritmo cardiaco. En el momento que logro normalizar su respiración y el silencio se apodero nuevamente de la noche, se renovaron 10 metros atrás una marcha tranquila y sin afán. Una mueca de horror se dibujaba nuevamente en su rostro. El kilometro 19 lo miraba asombrado, pesaroso y con la vista puesta 10 metros atrás…
Ahora los dos hombres se encontraban separados y el miedo ahora pertenecía a cuatro pies en el kilómetro 18 y cuatro pies en el kilometro 19. El hombre de la máquina de escribir seguía caminando y gritando el nombre de su compañero, anhelando una respuesta y acompañado 10 metros atrás por unos pasos que
seguían avanzando tranquilamente, el hombre de los panecillos luego de asegurarse de que los pasos continuaban tranquilamente tras de él, emprendió la última carrera que lo llevaría al encuentro con el divino monumento y al final de tan despiadada tortura. No demoro en llegar, la Virgen lo esperaba ansiosamente son su hijo entre los brazos, él, se sentó a sus pies mirando perdidamente el camino, con una sonrisa en la cara, pues los pasos que lo seguían parecían haber desaparecido. El kilómetro 20 lo miraba desde los brazos de su mamá…
100 metros atrás el hombre de la maquina, seguía su peregrinaje con el pecado a cuestas, 10 metros atrás, de vez en cuando volvía la mirada para ver si esos pasos imprimían una silueta como muestra compareciente con el caminante, como premio final a su tortura, Pero no apareció nada, ni su compañero ni su acompañante. De repente pudo divisar una luz amarilla, la cual solo significaba su llegada, paró y mirando hacia atrás, no logro escuchar más pasos, yacía solo en la carretera y corrió, corrió lleno de alegría y tranquilidad…
Sentado, el hombre de los panecillos y la Virgen esperaban impacientemente el arribar de su compañero, hasta que sonaron unos pasos ligeros y rápidos que avanzaban presurosos a la meta final, una silueta unió los puntos lentamente obteniendo como producto final a su compañero.
Al llegar al pueblo se encontraron con una anciana, que sentada en una mecedora en la puerta de la casa fumaba un tabaco, presurosos se sentaron junto a la anciana y le contaron uno a uno los detalles de su travesía mientras mojaban los biscochos en un tinto que la anciana amablemente les había brindado. La anciana los miraba y escuchaba atentamente mientras estos hacían gestos, cabalgaban sobre el piso, señalaban el camino y se echaban la bendición. Al terminar su relato, la anciana mientras se mecía explico; que esos pasos, no eran más que el acompañante, un alma perdida en los caminos de Alvarado a Piedras Tolima, que solo busca acompañar a los viajeros y suplir de alguna u otra manera los misterios que se encuentran posados sobre los territorios planos o ligeramente ondulados del bello paisaje tolimense.
El aroma de vino de palma aun adorna los caminos en medio de los arboles…


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