Venganza I

Hoy desperté de la misma manera, sin ganas.

Hacía frío y no tenía puchos.

El café con leche estaba rico, pero rechazaba cualquier sabor que diera ganas de vivir.

Por qué? No lo sé, pero los gritos en mi casa no los soporto más, los voy a matar, aunque eran ellos los que querían matarme.

Una mañana me dijeron que me tirara al hueco del ascensor, no les hice caso, fui a la playa y me puse a nadar, a partir de ese día, después que los guardavidas me sacaron, tuve el primer ataque de epilepsia.

Los corría con cuchillos pero siempre eran mis manos las que terminaban ensangrentadas.

Me ponía nervioso, lo que hacían no era sancionado por nadie, en las fotos todos sonreían, y la mía era la sonrisa más grande, esa misma foto la vi hace unos años con cabezas recortadas.

En esa casa el arroz con pollo era lo más rico, salvo cuando el plato terminaba en el piso justo en el final de los tres chiflados.

No podía jugar, mejor dicho, no sabía.

El problema era la medianera, no había medianera, yo era un objeto al que se disputaban y hacía que se jugara el juego.

Quiero irme a mi casa, repito mientras estoy en el inodoro fumando un pucho que fui a comprar después de tomar el café con leche.

Al otro lo vi acostarse con su perrita y alguno dijo que la responsable era la perrita.

Nadie decía nada, o peor, me lo decían a mí y me quedaba mudo.

No sabía jugar, ya lo dije, pero lo vuelvo a recordar y no quiero.

En las fotos estaba sonriente después de comerme cuatro pebetes de salame y un vaso gigante de nesquik, iba a reventar, me los quería comer crudos.

Ellas me abrazaban y lloraban, las quiero.

No es que me despierto sin ganas, es que son tan grandes mis ganas de matarlos que por eso vivo encerrado, durmiendo, masturbándome, solo pienso en vengarme.

Nunca supe jugar, eso, ya lo saben...