LA RABIA - El Castigo.

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“Me parece que me he equivocado, estamos a mitad de semana y este chico no responde, simplemente me sonríe y acata las instrucciones sin ningún reproche, no es su actitud normal, cuestiona prácticamente todo” – pensaba Adela. - “Quizás mi reacción al chantaje no fue la adecuada, ya me dijeron tanto Eugenia, como Lina, que tenía que haber tratado el asunto con más mano izquierda, solo eran celos de un adolescente, y encima, voy y le abofeteo delante de extraños. Definitivamente me he equivocado, además pensándolo bien tengo una larga lista de concesiones en este aspecto, no sé porque me hice tanto la dolida. Todavía me acuerdo de aquel encargado en la fábrica de aceite que me sobaba el culo a cambio de un mejor puesto en la cinta de embotellado. Nada comparado con las masturbaciones que le hacía al hijo del dueño de la fábrica para que me subiera a las oficinas. Ahí fui yo la chantajista pues él estaba casado. Más tarde ante el acoso de mis compañeras, que algo sabían, cambié de trabajo y esto sí que fue un auténtico frenesí.”

 Adela que seguía trajinando en la preparación de las maletas, decidió afrontar la situación en cuanto le viera.

- Rami, se nos está echando el tiempo encima y nos quedan muchas cosas por hacer, ir a comprar, cerrar la casa, despedirnos, en fin…

- Me parece muy bien, cuando tú quieras – y la dedicó una amplia sonrisa para quedarse pendiente de ella esperando órdenes.

- Muy bien, esta tarde después de comer nos vamos de compras.

- Vale.

Durante las compras en los grandes almacenes todo fue muy ajetreado, Adela, se colaba en los probadores con él, le quitaba y le ponía las prendas sin ningún reparo, incluso llego a empujarle la entrepierna para así poder abrocharle un pantalón.

- Adela, déjalo ya, solo falta que me… Déjalo ya por favor, hay cosas que no es posible arreglarlas en este momento. Cuando lleguemos a casa veremos. –y finalizaron las compras.

Ya en la casa Rami, se metió en su habitación para terminar de probarse lo que habían comprado. “No sé para qué tanta ropa, no la necesito, esto son ganas de reconciliarse, pues así no lo va a conseguir, ni así ni de ninguna forma, la vergüenza del otro día no se lo voy a perdonar”. –En esas estaba cuando Adela, entro en la habitación de golpe y le encontró medio desnudo.

- ¿No puedes llamar?

- ¡Huy perdona! ¡Aunque ya te he visto otras veces!

- Si, pero entonces me gustaba que me vieras, ahora ya no es lo mismo.

- El otro día no me decías lo mismo.

- Lo del otro día no tenía que haber pasado, me hubiera ahorrado la humillación de mi vida. No tenía que haberte pedido nada, y tú, bueno tú ya sabes lo que hiciste.

- No sabes cuánto lo siento, no debí reaccionar así, deberíamos olvidarlo –y le abrazó con fuerza besándole repetidas veces en la cara y cuello. “Sigue Adela, sigue y convéncele hasta tenerlo dentro de ti. Al fin y al cabo es un niño y es el camino para llegar a su padre que es el que te interesa”. Se repetía mientras le mordía en los pezones y le cogía de la verga. No le fue difícil hacerle derretirse entre sus manos, es más le fue muy fácil, demasiado fácil, ahora le haría sentirse culpable, como hacía con su padre cuando adolescentes le abordaba al dejar entonces a su novia. - más tarde la madre de Rami-, y se echaba en sus brazos hasta conseguir meterlo entre sus muslos dejándole galopar y llenarla de leche. Si pudieran contar aquellos árboles nocturnos, la cantidad de lágrimas del novio culpable y las sonrisas traidoras de la amiga. Pero eso, tiempo pasado, ahora lo iba a recuperar todo. 

- ¡Señor! ¡Señor! ¿Le apetece algo de beber?

Rami, abrió los ojos y vio la bonita cara de la azafata que le sonreía.

- Uf, si un poco de agua por favor, ¿Oiga cuanto llevamos de vuelo?

- Cerca de tres horas, tenga señor.

- Gracias – Rami, bebió y sonrió satisfecho, todo estaba saliendo perfecto.

Abrió el portátil, buscó los contactos y pincho en el correo de Edu.

“Voy a reunirme con mi padre. Sin tiempo para despedirme. Ya te contaré”.

Cerró el correo y el portátil, así no le harían preguntas comprometidas y se quedó mirando el vacío oscuro que había detrás de la ventanilla del avión. “Pobre Adela, lo mismo pensaba que me había olvidado de la bofetada, de la humillación, ahora mismo no me importa si la encuentran o no, me da igual. Como cayó en la trampa, estaba tan segura que con unas caricias me iba a conquistar”.

Y de nuevo volvió a vivir las últimas horas que estuvieron juntos.

(- No me digas que ahora quieres subir a la buhardilla, si da escalofríos, entre esos trastos y lo escondida que esta se me pone la piel de gallina.

- Vamos Adela, solo es buscar los prismáticos y la cámara de mi padre, que seguro que le gustará recuperarlos, además sino quieres subo solo.

- ¡No, solo faltaba! ¡Pero rapidito, que me pone de los nervios ese sitio!

- Por lo buena que eres mientras te pones algo te preparo un té.

Rami, sabía que en la buhardilla si te quedabas encerrado no iba a ser fácil encontrarla. Mientras ella abría la puerta y encendía la luz él subió con la infusión ofreciéndosela: “Ojo que está muy caliente, espera un poco”. Y se puso a buscar.

- ¡Date prisa por favor! ¡Que me entran escalofríos!

- Para eso te he traído el té, ten paciencia, por cierto si vienes casi desnuda con esa batita que tanto me gusta; Te he dicho que tengo obsesión por tu culo, deberías haberme dejado acariciártelo y meterle la cara entre los glúteos para saborearte entera.

- Que tiene esto, me estoy mareando, que as puesto – dijo Adela.

- Pastillitas cariño, de esas que usas para dormir, solo unas cuantas. Ahora puedo hacerte lo que quiera, pero no va a ser así, no me interesa si estas dormida. Te voy a encerrar, pero dejaré una llave dentro, búscala y quizás puedas salir.

Ya estaba dormida, la puso en una colchoneta y la besó en la frente dejando un cartel: “Busca la llave si puedes”.)

- Señor, abróchese el cinturón, que aterrizamos.

- Si, Gracias.

-¡Hola papá!

-¡Hola hijo! ¡Estas hecho un hombre! ¡Pero Adela, no ha venido!

- No al final no ha querido, luego te cuento.

Se abrazaron y se fueron al parquin.

 

Continuará…


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