Descuido

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Comenzó a llover copiosamente, las aceras salpicaban con insistencia los pantalones vaqueros de Ruth. Después de un día duro, no deseaba llegar a casa calada y con frío; mal final para un mal jueves.

Nacho abrió el portal y salió a la vetusta escalera; apenas un par de segundos después, se oyeron los tacones iniciar el ascenso de las tres plantas. La simpática anciana del segundo, una sonrisa, una caricia, un beso… un delantal y un penetrante perfume de besugo al horno ansioso por mirar a los ojos. –“Siéntate, yo traigo el vino”. –“Gracias amor… ¿no huele a gas?”. Explotó.


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