Se escuchan campanas- Cap. 4

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A las siete y media de la mañana sonó el despertador dentro del lujoso apartamento. Se removió enojada en la cama, odiaba que el aparato le despertase con su violento sonido por lo que estiró su brazo y, semidormida, apretó cerca de ocho veces cada botón hasta que se calló. Con mucho esfuerzo se puso sus zapatillas y se arrastró hasta la cocina. Un hombre mayor le colocó un bol de cereales en la mesa. Que fue recibido con un “Buenos días”. Después del desayuno, cogió un portátil. Empezó su rutina diaria. Cogió una lista inmensa y la leyó. Encendió el portátil. Tecleó en internet durante unos quince minutos.

El hombre, que se llamaba Marius, revisaba la lista de cosas que haría ese día cuando oyó un grito por parte de su protegida. Corrió junto a ella. La muchacha le señalaba la pantalla de ordenador con los ojos desorbitados. Era un portal de personas desaparecidas. La imagen mostraba dos fotografías. Una chica de unos quince o catorce años con rostro agradable y un chico, también de la misma edad, de pelo negro y una mirada sombría. Desaparecieron de un orfanato en Winchester.

-         ¡La encontramos Marius!... ¡La encontramos!- decía la chica.

-         No se haga muchas ilusiones señorita, está desaparecida.- el hombre estaba más calmado.

-         Lo sé, pero estamos más cerca.- tomó un teléfono de la mesa.- llamaré allí, prepara las maletas.- dijo marcando el número del orfanato.

-         ¿Qué pasa con los estudios?-

-         Vaa… ya pediré los apuntes por email.- dijo restándole importancia.- También avisaré a Marcus…- parecía tan feliz, que no quiso arruinarle el día, así que, Marius rasgó la lista de tareas y se dispuso hacer otra nueva.

 

-         ¿¡Aún no la habéis encontrado!?- gritó Mello enfurecido.

-         Marlo...- dijo Roger.

-         ¡Han pasado tres semanas! ¡Hemos peinado el bosque y nada!- Cerró sus puños. Nill estaba apoyado en el marco de la puerta.

-         ¿Estáis seguros de que no se hayan escapado?- dijo el anciano. Mello lo miró con la paciencia agotada.

-         Babú le tenía miedo. Cuando nos lo cruzábamos por los pasillos evitaba cruzárselo.- dijo Nill, al contrario que su amigo, el controlaba más sus sentimientos.

-         Eso es cierto, se ponía muy nerviosa.- Mello se dejó caer en una silla, agotado.

-         Chicos, tengo que contaros algo…- Mello se levantó de la silla y se dirigió a la puerta.

-         Lo siento Roger, no me siento muy bien… Vamos Nill.- Abrió la puerta y salieron, dejándole a Roger con la palabra en la boca.

 Ellos no eran los únicos que sufrían. Para Roger cada niño y niña del orfanato, lo consideraba su hijo. Había hecho todo lo que estaba en su mano para encontrarlos. La primera noche, salió el mismo con otros voluntarios a rastrear la ciudad y el bosque. Lo único que encontraron fue la bolsa de la compra, tirada en el suelo. Se mesó los cabellos.

Escuchó la puerta abrirse y salió el niño bastante deprimido. Se levantó y entró en el despacho. Olía a libros y a tinta. Era reino del desorden. Las estanterías estaban llenas de libros y había pilas de más libros en el suelo. Detrás del escritorio, lleno de papeles, había un anciano que la observaba con unas gafas de lectura. Le hizo un gesto para que se sentara, como la silla estaba llena de libros, se quedó de pie.

-         Vainilla… lo mismo de siempre.- dijo suspirando.

-         Lo he estado pensando Roger.- dijo seria.

-         Oh, ¿A qué conclusión llegaste?- dijo con una pizca de burla.

-         Roger…, No puedo evitarlo. Es un impulso que me lleva a defender a alguien en apuros.- dijo ignorándolo.

-         Vainilla,…- reflexionó unos momentos y dijo serio.- pero si tu cuidas de todos, ¿Quién te cuidará a ti? ¿Quién te defenderá?-

-         Lo haces tú, Roger, ¿No?- dijo una sonrisa.

Roger le devolvió la sonrisa. Por supuesto que lo haría, mientras viviera, protegería a cada uno de sus niños.


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