DECISIONES EQUIVOCADAS

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La alarma por fuga se había detonado, estaba haciendo la ronda por el ala este de psiquiatría. Por lo visto me tocaba a mí ir a por el paciente, Eloy, uno de los guardas se ofreció a acompañarme, pero me negué. Eché un vistazo al historial y no había nada que temer, mis compañeros se repartieron para ver quien se quedaba en sus puestos y quien me acompañaba, mientras lo echaban a suertes yo desaparecí por el pasillo, las marcas en el suelo de un pie de gotero y restos de suero me llevaron hasta las escaleras de la azotea. Abrí la puerta lentamente y subí muy despacio. Eran las tres de la mañana; en pleno invierno, el frío me calaba los huesos.

Al final de la azotea, divisé una figura de pie admirando el paisaje de una de las calles más transitadas de la ciudad.

-¿Ahora son tan cobardes que envían a la nueva a buscarme? –pregunta el chico.

-¿nueva?, yo soy más antigua que ese pie de gotero que te has traído contigo. – Le respondí, mientras me acercaba a él.

-¿te importa si me siento aquí contigo? –pregunté.

-¡sentarte!, ¿acaso no vas a impedir que me tire o qué? Responde sorprendido.

-¡para qué!, si volverás a intentarlo otras veces, además hace demasiado frío aquí arriba, no tengo fuerzas ni para sujetarte. -¿porqué este lado de la azotea y porqué con el suero y el gotero puesto?

-demasiadas preguntas. Responde el chico mirándome a la cara. En vez de sentarte a esperar tendrías que temer por tu vida, ¿nadie te dijo que soy un asesino a sangre fría?

-¡ja,ja,ja!, asesino a sangre fría!, pero si no fuiste capaz de arrancarte ni el suero, además un asesino a sangre fría no tiene remordimiento y mucho menos busca una azotea a las tres de la mañana para suicidarse.

-¿te crees muy graciosa, verdad?

-La verdad es que no, pero al menos he conseguido que te bajaras de ahí arriba y que te sentaras a mi lado. Llevo años en este hospital, reconozco a cada enfermo con solo olerlos, todos ellos llevan en psiquiatría más de un año, son conocidos, tú eres el único nuevo y diferente, no sé porque estás aquí, este no es lugar para ti.

- ¿y cuál es mi lugar según tú?

-quizás si me cuentas lo que te ocurre, podré buscarte el lugar adecuado.

-sabes por qué justo este lado de la calle, porqué aquí es donde le maté a él, mi hermano.

Hace unos meses, salimos de fiesta con sus amigos y amigas, a mi no me gustaba la vida que llevaba mi hermano, discutíamos demasiado por ese motivo, alcohol, drogas, chicas, una mala mezcla. En el fondo lo único que sentía eran celos y rabia, el siempre tenía a sus pies a todas las chicas que quería, no le importaba si me gustaban a mí o no. Durante años me dijo que las chicas me escapaban porque era demasiado blando con ellas, demasiado romántico y a ellas eso le aburría.

-Nunca te paraste a pensar, que quizás el que se sentía celoso era él. Como bien dices las tenía a todas pero bajo los efectos del alcohol y las drogas. ¿Y después de todo eso, las tenía también?

-por supuesto que no, mi hermano solo estaba con ellas durante la fiesta. Bueno el caso es que yo esa noche quería ser como él, beber hasta perder el control, consumir y tirarme a alguna de sus amigas.

-¿qué ocurrió entonces?

-en medio de las chicas estaba Samanta, me enamoré de ella desde el primer día de colegio, cuando apenas teníamos cuatro años. Se me acercó y comenzó a hablar conmigo, mi hermano y sus amigos me obligaban a beber para sentirme más macho y así.

-¡así poder tirártela, como decís vosotros! , comportaros igual que animales, diría yo.

-Se enfadó, cuando me acerqué a ella y puse mi mano sobre su pierna, la deslicé despacio.

-¡sabes qué, ahórrate los detalles, porque sino la que te va a dar el sopapo seré yo, por imbécil!

- la seguí para pedirle disculpas, pero no quiso escucharme, me dijo que jamás se había imaginado que yo fuera así, que siempre me había admirado por ser diferente a mi hermano, pero que se había equivocado, que yo no era igual, sino peor. Me enfurecí, regresé al lugar y le dije a mi hermano que me quería ir, el se lo estaba pasando en grande sentado con dos amigas, Me empujó y me llamó manaza, comenzamos a pelearnos, la sirena de la policía sonaba muy cerca, me agarró del brazo y me metió en el coche.

El había consumido demasiado, estaba enfadado, comenzó a pisar el acelerador, se saltó varios semáforos en rojo, la velocidad aumentaba por momentos. Dos curvas antes de llegar a mi casa, sí aquí abajo, en esta misma curva nos accidentamos, su muerte fue en el acto, todavía puedo escuchar los gritos de mi madre, todavía siento la sangre de mi hermano salpicándome la cara, su cuerpo quedó destrozado, por las noches su fantasma me atormenta, escucho el chirriar de las ruedas, las sirenas.

-No es el fantasma de tu hermano el que te atormenta, es la culpa que tú sientes y debes vencerla, tú no le mataste, no le obligaste a beber, ni a consumir, ni pisaste el acelerador. Al contario le quisiste con todo sus defectos, le admiraste, el sin darse cuenta estaba escribiendo su destino y a pesar de tus advertencias no quiso cambiarlo, pero tú todavía estás a tiempo, todavía puedes cambiar el tuyo.

- Ahí abajo, hay una madre desesperada, con el corazón destrozado por haber perdido a un hijo y con el temor de perder a otro, también hay una chica, creo que su nombre es Samanta, antes de subir a buscarte, leí tu historial, llamé a tu madre, hablé con ella y le pedí el número de la chica. Las dos se presentaron aquí antes de que yo pudiera colgar el teléfono. ¡Sabes qué significa eso!, que debes ser muy importante para esas dos personas cuando con solo oír tu nombre lo han dejado todo por ti.

-¡oye, a donde vas!

-¡abajo!, son casi las cinco de la mañana, estoy con media pulmonía, perdiendo el tiempo con una persona que teme enfrentarse a la vida y a sus golpes, una persona a la que le resulta más fácil tirarse desde una azotea que enfrentarse al mundo, espero que tengas suerte en la caída.

No necesité echar la vista atrás, estaba segura de que él bajaría.

 

 

 


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