Siempre hay una primera vez (1)

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Noelia es una amiga que conocí en un viaje de intercambio en la isla de Wight. Allí estuvimos tres semanas, las cuales fueron de las mejores de mi vida. Ella es de Madrid y yo de Valencia, por lo que no nos pudimos ver más cuando acabó el viaje. Unos meses después de haber vuelto decidimos reencontrarnos, para ello planeamos quedarnos unos días en un barco que tenemos mi familia.

Al fin llegó el esperado día. Me encontraba en la estación de trenes de valencia, esperando nervioso a que diesen el aviso de que llegaba el tren de Madrid. A las cinco y media avisaron de que el tren iba con retraso y que llegaría sobre las seis y cuarto, así que tocaba esperar un rato más. Llegó la hora, y con ella el tren, y con él Noelia. Entre todo el tumulto de gente alcancé a verla: bajita, medianamente delgada y bien proporcionada. Su pelo castaño, rizado, por debajo de los hombros; sus ojos color miel; su nariz, proporcionada con su cara; y su blanca y angelical sonrisa completaban su rostro. Llevaba consigo una bolsa de tamaño mediano, la soltó y vino hacia mi corriendo. Nos abrazamos y no sabemos cómo, cuándo ni por qué nos fundimos en un largo y apasionado beso, mi primer beso. Llegamos al barco a la hora de cenar, así que cenamos y luego vimos una película, que resultó ser un poco picarona. Cuando nos fuimos a acostar decidimos dormir en el mismo camarote, ya que había espacio para dormir dos personas sin problema. Ya en la cama nos pusimos a comentar la película y salió el tema del sexo, le pregunté si lo había hecho o si se tocaba, a las dos respondió que no. Sorprendido le contesté que era un poco raro, que casi todos, chicos y chicas, a los dieciocho años ya, por lo menos, se masturban. Ella me miró y me dijo: “bueno, siempre hay una primera vez” y me besó. Estuvimos un rato besándonos y notaba sus pezones cada vez más duros, le quite la camiseta del pijama y se los lamí y mordí suavemente. Ella soltó un entrecortado gemido de placer, el primero que yo escuchaba en primera persona. Seguí bajando, besando y lamiendo cada centímetro de su torso, llegue al ombligo y lo besé con cuidado, haciéndole cosquillas. Le quité los shorts del pijama, dejando a la vista unas braguitas de encaje blancas, tan bonitas como mojadas, tanto que mancharon la cama. Las quité con cuidado, dejando a la vista un coño medio depilado. “es que no tenía planeado hacer esto” me dijo cuándo le quite las braguitas. Le acaricié el clítoris con un dedo y ella se derritió en un gemido de placer que no había oído nunca. Metí dos dedos dentro, con cuidado ya que era la primera vez que se lo hacían y que yo lo hacía, pero no con dificultad debido a las grandes cantidades de flujo que emanaban de ella. Ella vibraba, y entre temblores de placer tuvo su primer orgasmo. “me toca” dijo ella mientras se acercaba a mí, me quitó los calzoncillos, que estaban más que abultados, y dejo mi miembro al descubierto. “nunca había visto uno tan de cerca” dijo soltando una ligera carcajada. Lo agarró y empezó a mover suavemente su mano alrededor del tronco. Al cabo de un rato de laborioso y placentero trabajo no pude contenerme más y Noelia probó por primera vez el sabor de una buena corrida.


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