Musa inspiradora

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Tuvimos que hacer tres recesos para poder continuar con la realización de la pintura. Me tuve que acercar cinco veces para colocar bien sus manos y su cabeza, de modo que se pueda continuar con la posición original que teníamos.

Se volvió el silencio y comencé a dibujar mecánicamente sobre el lienzo, como si me poseyera una fuerza creativa que me permitiera continuar con mi trabajo sin interrupciones, aunque lo que me motivaba no era precisamente ese tipo de fuerza, sino que era la belleza de mi musa. Clara era una estudiante de medicina que había optado por el modelaje como una fuente de obtener dinero pues no le alcanzaba con el dinero que le mandaban sus padres, por lo que comenzó posando para mis clases en el Bellas Artes, hasta que yo le ofrecí pagarle un dinero extra si posaba desnuda para un proyecto personal, que aceptó sin dudar debido a la confianza que habíamos forjado. Era rubia, de tez blanca, de un hermoso cuerpo y de un precioso perfil que sin duda me encantaba.

-Angel ¿Podemos tomar un descanso? Tengo un dolor que me está matando en la pierna-dijo ella con una expresión de angustia.

-¿Qué pierna te duele?-le pregunté.

-La derecha.

 Me acerqué hasta el sofá donde ella estaba recostada, subí su pierna derecha hacia mi hombro y comencé a masajear. Desde mi posición pude contemplar los labios fruncidos de su sexo, mientras mis ojos golosos no terminaban de devorarle. Ella cerraba sus ojos, mientras su respiración aceleraba, la noté excitada cuando mis dedos comenzaban a acercarse suavemente hacia su ingle. Comenzó a elevar sus pechos mientras su respiración se agitaba más y más.

-Creo que deberíamos dejar lo de la pintura para otro día-dije mientras dejaba de realizar el excitante masaje, debido a que me parecía poco ético el estar haciendo eso con mi musa- nos vemos el Viernes para las clases en la universidad.

-Bueno-dijo ella con un rostro desanimado.

Luego de que ella se puso el vestido con el que venía, la encaminé a la salida de la casa para despedirme de ella. Al llegar a la entrada nos despedimos con un beso que rozó nuestros labios, al darnos cuenta lo repetimos de nuevo.

-No... debemos...-dije interrumpiendo.

-Solo uno... rápido y sin compromiso.-dijo con voz agitada.

Volvimos a entrar a mi casa, en medio de besos y caricias nos acostamos en el sofá. Nos desnudamos, y pasito a pasito comencé a dirigir los besos hasta su triangulo del amor, emitiendo ella un fuerte gemido.

Se sentó sobre mí, permaneciendo un momento quieta saboreando aquella sensación de sentirse llena por completo, para después moverse lentamente en círculos, estallando de placer con cada embate de mi fuerte miembro. Mis manos comenzaban a tocar sus senos, calientes y duros, mientras ella se ruborizaba más y más. Un torrente de gemidos la invadió, acelerando su movimiento hasta llegar a un nivel en el que los dos nos fundimos en un tornado de placer.

-Habitualmente antes de dormir me mordía los labios, imaginando a tus alumnos corriendose en mí-dijo mientras comenzaba a tocarse su sudoroso cuerpo-El estar desnuda frente a toda la clase hacía que me calentara a pesar de que nunca me he considerado como exhibicionista, notando como estos pezones comenzaban a erizarse... Eres lo mejor que me ha pasado.

-Tú también, de hace tiempo que no sentía algo así de fuerte- dije, mientras mi miembro trataba de volver a la batalla.

Ese día mi corazón logró recomponerse de su herida, que calcaba la belleza de mi ser, cuando ni la luz ni la oscuridad cobijaba mi mayor tristeza... La muerte de mi esposa.

 


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