El deseo cumplido VII

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Me paro y los veo acurrucados en la cama. Me acerco y los tapo con la sábana. Amor, me llama ella. Shhh, descansá. Voy a ir a la cocina a buscar algo dulce para comer. Pero la curiosidad  por saber qué dicen cuando no estoy me puede, y me quedo en el hall. Empieza ella. Qué cogida. Sos brava, contesta él. Ella se ríe. Tenemos mucha piel, dice. Vos cogés muy bien, la halaga Martín. Vos cogés como un hombre. Aunque igual me calienta decirte pendejo. Decime como quieras, lo que importa es que lo disfrutes. ¡Y como! Dice ella. Un polvazo, como dice Ale. Ale también fifa lindo, dice Martín. ¿Te gustó cogerlo? Me encantó; tengo una cosa con Ale, lo veía ahí arriba, como con aires de superior y me daba una rabia. Y un día me di cuenta que la rabia era pura calentura. ¿Cómo te diste cuenta? Si sabés… No ¿cómo voy a saber? Son esas cosas que aparecen en las pajas. ¿No me digas que nunca te pasó que te estás haciendo la paja y aparece algo en lo que no querías ni pensar? Con vos, boludo. ¿En serio? Claro. Yo te veía como un chiquito lindo y punto. Hasta que empecé a escuchar tus hazañas como amante y otras cosas que se decían de tus dotes y quise hacer como que no me importaba, hasta que un día terminé una paja gritando pendejo, pendejo. ¿Por qué te crees que me calienta tanto decirte así? Sos brava en serio. Se quedan en silencio y yo sigo viaje a la cocina.

Ella pensó el detalle. Encuentro en la heladera un bol con frutillas con crema. Vuelvo a la habitación con el bol y una cuchara. ¿Cómo anda esa gula? Pregunto. Uhh, ya me olvidaba, dice ella viendo el bol. ¿Te gustan las frutillas con crema? Le pregunta a Martín. Claro que le gustan, digo yo, y vos las hiciste porque lo sabés. Ella se ríe. Me siento en la cama y le doy una cucharada a Martín en la boca. Los labios quedan con crema, yo se los limpio con un dedo. Wouuu, qué sensuales estamos, dice ella. Le cierro la boca con una cucharada. Si vos hubieras visto el espectáculo que acabo de ver yo, todavía te estás haciendo la paja. Se ríen. La verdad, era para filmarlo. Creo que si hacíamos un videíto y lo subíamos a una página triple x batían records de visitas. ¡Qué polvazo! Se mataron mal. Martín me arrebata el bol, carga la cuchara y la pone en mi boca. Comela. Obedecí. El resto que quedó en mis labios lo quitó con su lengua. ¡Epa! Exclama ella. Martín, como si no la escuchara, acerca su cara a la mía y me besa. Un beso largo y dulce como la crema que compartimos. Echate, dice golpeando el medio de la cama. Boca arriba. Hago lo que me dice y quedo entre los dos. Él le pasa el bol a ella. Teneme. ¿Qué vas a hacer? Pregunta ella. Sin contestar se echa sobre mí y apoya su pija en la mía. Pija con pija, pija con pija, repite y me frota. Respondo y hacemos un vaivén cogiéndonos las pijas. Me besa en la boca y acelera el ritmo. Martín, le digo, Martín, sos hermoso, Martín. ¿Te gusta esto? Siii, me encanta. Se queda quieto. ¿Qué pasa? Pedí. Cogeme. Se mueve lentamente. Cogeme más. ¿Qué te doy? Pija. Pedila. Pija, Martín, dame pija, y entonces acelera, y aprieta, y afloja y vuelve a apretar y así durante varios minutos. Con su cuerpo arriba el calor empieza a asfixiarme. Me canso, pero la leche no viene. No puedo acabar, le digo, estoy recaliente pero no puedo acabar. Él me da con todo y me dice, yo sí. Alza el torso apalancado por los brazos y se afirma sobre la pelvis. En esa posición empieza a bufar y a ponerse cada vez más colorado frotando su pija contra la mía. Acelera al máximo y de pronto me aplasta profiriendo un ronquido y siento un líquido tibio que me moja la pansa. Luego él se echa a un costado. Respira profundo un par de veces. Cuando se calma me pregunta ¿No te gustó? Sí, no es eso. Sentí que me venía de muy atrás, pero no llegó. ¿Estuve muy apurado? No, el problema soy yo, vengo al palo desde que los vi cogiendo y parece que se me pasó el punto justo para el remate. Pasa, dice él. Igual te aclaro que lo disfruté un montón, digo yo. ¿Estás cansado amor? Un poco. ¿Vos? Muerta. Bueno chicos, los dejo que duerman. ¿No te querés quedar a dormir? Pregunta ella y yo me quedo helado. Me da terror la idea de despertarme y verlo durmiendo con nosotros. No, no. No quiero eso. Prefiero irme a casa porque mañana tengo que estar temprano en el balneario y no me traje las cosas. ¿Te querés dar una ducha? ¿Puedo? Claro, dice ella que corre a buscarle una toalla. Vení, lo llama desde el baño de la habitación, acá tenés un toallón, en la ducha hay jabón, esponja y el frasco verde es champú. Si necesitás algo más, acá estoy. Vuelve a la cama. Acá estoy, acá estoy… Cómo lo atendés al pendejo. No seas celoso, amor, no es la onda de esto. Hundo la cabeza en la almohada y no vuelvo a moverme. Escucho a Martín salir del baño y siento que ella se levanta. Opto por hacerme el dormido. Salen de la habitación. Los escucho en el living. Dejamos ropa por todos lados, dice él. Acá están tus sandalias, dice ella. Ponémelas. Sentate. Me levanto silente y desde la oscuridad del hall los observo. Martín está sentado en el sofá con las piernas estiradas y un pie sobre las piernas de ella que está de rodillas con una sandalia en la mano. Le besa el pie. Le pone la sandalia. Dame el otro pie. Hace lo mismo y después sube por sus piernas olfateándolo hasta sus muslos. Qué rico olor a limpio. Se mete entre las piernas y le da besitos allí. De pronto levanta la cabeza y dice: Hijo de puta, todavía se te para. Él se ríe. Sexópata, le dice ella. Y bueno, no me busques, mirá que yo siempre estoy dispuesto. Sos bravo bravo. Pero ahora cortala pendejo, no me calientes más que por hoy es suficiente, dice ella y se pone de pie. Acá tenés los calzones. Gracias. Martín termina de vestirse. Se le acerca e intenta darle un beso, ella le corre la cara. Andá, andá que es tarde. Bueno, mandale un beso a Ale y cuando quieran nos vemos. Dale. Bajá que te abro de acá.


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