Imaginando otra navidad

Las luces inundarían las calles, habitualmente oscuras, vomitando villancicos desde los megáfonos de sus farolas. Las gentes, hechizadas por la paz emanada del papel Kraft, repartirían hasta tres monedas de cinco céntimos en cada sombrero aterido en el suelo. Quizás este año, las uvas hiciesen su trabajo correctamente y Alberto regresaría desde Alemania, antes de la cena de Nochebuena. Y el despertar del seis de enero, devolvería, enterrado bajo un volcán de paquetes enlazados, su cómodo par de zapatos. Los zapatos… si alguien dejase un par de zapatos en la puerta del cajero, estas fechas podrían ser de verdad especiales.