Carta al "maestro" del terror

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A mi querido autor constante:

 

Hola... No sé por donde empezar; supongo que cuando un "fan" escribe a su "ídolo", lo prime-

ro que ha de hacer es elogiar su obra, su trabajo. Así que le diré que me encantan sus libros,

señor King. No puede imaginarse las horas y horas de placer que estos me han proporcionado

a lo largo de los años, sobre todo al principio, cuando empecé a leer aquel relato suyo titula-

do Montado en la bala. La primera sensación que tuve al terminarlo, o mientras lo hacía, fue "si

este tío es capaz de escribir esta patraña y tener el éxito que tiene, ¿por qué razón no voy yo

a, al menos, intentar escribir algo?" A pesar de que es probable que nunca llegue a su altura,

señor King, he de decirle que, en cierto modo, si hoy día escribo es gracias a sus libros, algo

por lo que le estaré agradecido siempre... supongo. Evidente y consecuentemente he de decir-

le también que lo considero a usted, señor King, como uno de los peores escritores del mun-

do mundial. Sea por sus repetitivas tramas, sea por sus repetitivos personajes o sea por sus

historias de las cuales usted mismo se aburre de escribir (desde luego me estoy refiriendo a

las obras largas, no a sus relatos cortos, en los que usted, he de reconocer, es un auténtico

maestro). No sé si usted al terminar sus libros se detiene a leerlos; si así fuera, deduciría de

algún modo que, por ejemplo, su Duma Key es como leer dos libros en uno, las primeras qui-

nientas páginas hablan de una cosa y las otras doscientas de otra (o por lo menos esa es

la sensación que yo tuve), o bien a partir de la quinientos y pico la historia empieza a coger

una carrerilla inusitada y que no venía al caso, como si su editor le hubiera metido prisa por ter-

minarla. O si no la historia de Joyland, en la que se tira como doscientas páginas describién-

do la vida en un parque de atracciones y en las últimas cuarenta páginas se resuelve todo el

misterio como por arte de magia. Puedo entender que después de mas de treinta años de ca-

rrera uno ya no de pa´ mas; algunos dirán que menos mal que tenemos a su hijo para tomar

el relevo pero eso solo lo dirán porque a lo mejor no han leído nada de él, que en la opinión de

un humilde lector, es la misma verborrea con algo más de arrogancia y mal gusto; algo total-

mente ilegible. Aprovecho también para remarcar que odio a la gente como usted que con to-

do el dinero que habrá ganado en estos años (sobre todo vendiendo derechos para produccio-

nes cinematográficas, que por lo que imagino, ahí es donde ha de estar la pasta gansa) aún

tiene la absurda y avariciosa idea de cobrar por sus últimas obras, lo que, según usted, es un

precio razonable por Internet. Curioso que con la edad uno se vuelva tan avaro. Pero en fin, co-

mo le decía, si sus últimas obras mereciesen ser pagadas, tenga en cuenta que no me impor-

taría pagar por ellas, pero como le comentaba anteriormente, creo que ahora mismo podría te-

ner mas futuro en el mundo del porno (ni que decir tiene que sus obras del principio eran mas

digeribles, desde luego). Otra de las cosas que quisiera remarcar para terminar esta carta, que

nunca se dignará a leer, es que me parece mentira que usted tenga el éxito que tiene cuan-

do todo el mundo sabe (por lo menos en América, aquí el nombre de Matheson es casi un su-

surro) que usted no es mas que un burdo plagiador del estilo de Richard Matheson con algo

mas de verborrea fácil y, sobre todo, más comercial (una cagada envuelta en papel de regalo).

¿Por qué la historia se afanará solo en recordarnos los estandartes de algunos nombres como

podrían ser Leonardo Da Vinci, Cristóbal Colón, Isaac Newton (este por lo menos tuvo la decen-

cia de reconocer que "se había subido a hombros de gigantes"), Platón, Edison y un largo etc,

y no en hacer mas referencia en las personas en las cuales y en cuyos trabajos se inspiraron los

anteriormente mencionados “eminentes” hombres? Podría ser que no fuera Colón quien descubrió

América sino un humilde marinero que sin nada mejor que hacer, después de limpiar el barco,

se entretuviese limándose las uñas y por casualidad fuese el primero en ver América, o quizá

Da Vinci se inspirase en algún otro portento pensador de su época y solo se limitase a aca-

bar lo que otros solo imaginaron antes; por que por muy tonto que un servidor sea, sabe muy

bien que uno no se despierta un buen día y dice “voy a inventar la nitroglicerina así por que si”.

Desde aquí un saludo para los olvidados y jamás nombrados. En fin, señor King, perdóneme

por irme por las ramas. Para terminar solo quiero darle las gracias a su madre por haberlo pari-

do y mandarle un cariñoso saludo, esperando por tener, ya sea en mi E-book o mi biblioteca

mas cercana, alguna recopilación de relatos suyos (pero de los cortos, no soy persona de gran-

des sagas ni epopeyas) porque hay veces que de la mierda brotan y crecen cosas bellas. Se

despide de Usted, un admirador. Gracias.

 

 


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