El ángel de las pecas

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Horror, mi cuerpo tiembla al ritmo de su voz, mi saliva se convierte en arena y las palabras se pierden en mi garganta, gestos adustos, firmeza, una hombría sobrevalorada.

 

Ésta es mi vida, no la elegí, supongo que hubiese deseado no nacer si Dios me hubiese dado el derecho a elegir, hubiese deseado ser el desperdicio de una paja mañanera, terminar impregnado en un trozo de papel o cautivo en un cuartel elástico.

 

Soy Luis, tengo 19 años y no sé lo que soy, he vivido escondido, reprimido por palizas, rechazos, he aprendido a silenciar esa vocecita que todos llevamos, he aprendido a tener que rechazarme, a darme asco.

 

Fernanda y yo

 

Ángel perdido en éste mundo terrenal, bocanada de aire que subyuga mi asfixia, eso es Fernanda para mí, su sonrisa, ungüento inagotable de mi perversión, Fernanda es mi prima y vivo encarcelado de su amor y su ignorancia.

 

Cautivo de sus caricias fraternales, ella ignora que mi corazón alberga sentimientos. Hace 2 años y medio que vive en mi casa, me enamoré en el H de su hola la primera vez que me saludo.

 

Piel morena, ojos negros que hipnotiza, te dan ganas de vivir en una oscuridad eterna, labios rosas, el portal de mis grandes sueños, el pasaporte de mi vicio.

 

Fernanda fue la primera chica en la que pensé cuando me hice la primera paja. imaginándome que sus labios sellaban los míos, inhalando el oxígeno que ella exhalaba, dibujando un corazón con un abrazo.

 

¿Que seríamos sin los sueños?, autómatas sometidos a ésta cruda realidad, ¿Qué seríamos sin la imaginación?, trozos de carne vagando y esperando por la muerte.

 

Pero el peligro de desear algo tan prohibido, tan suculento es peligroso. El coraje que te brindan las ilusiones te traicionan.

 

Todos los días a las 8 de la noche tenía una cita con mi pene, Fernanda se duchaba y yo la espiaba sin decoro, sin la menor de las aflicciones, acallando la voz que me recordaba que nuestras sangres compartían parentesco.

 

El agua bailaba para humedecer su cuerpo desnudo, la firmeza de sus pezones dividían el agua en dos afluentes, en dos caminos destinados a visitar la gloria.

 

Raudamente corría a mi habitación a masturbarme, a soñar que entraba en la ducha con ella y la besaba por cada arista, por cada rincón de su anatomía. Han sido los mejores momentos de mi insustancial vida, aún recuerdo esos baños y aún me masturbo soñando con ella.

 

El valor acumulado durante 2 largos años y medio explotó, llegó el momento de la debacle, la miré a los ojos y la besé, ella no disfrutó, un gesto de repugnancia pobló su rostro,  repleta de asco y perplejidad me gritó.

 

¿Qué chucha haces Luis?

 

¿No te gusto? a lo mejor es que no sé besar muy bien, me expliqué cautivado por esos 2 segundos de gloria.

 

Pero... tú eres un puto enfermo, ¿Cómo me va a gustar? Somos parientes imbecil, que puto asco, me gritaba mientras con sus manos se limpiaba los labios.

 

A lo mejor confundí las cosas Fer, perdóname, no sé... te amo, estoy loco por ti, me declaré, sumergido en la mierda por sus duras palabras.

 

Éstas fatal de la cabeza, éstas enfermo, esto... esto no se va a quedar así, me gritó mientras huía de la habitación, repleta de asco.

 

Como un estruendo escuché como todas mis fantasías se fulminaban, ni las lágrimas tuvieron el valor de asomarse por mis ojos.

 

Esa noche el ser que mas pavor me instiga llegó del trabajo, Fernanda y su madre (mi tía) lo esperaban en el comedor, sólo escuche el:

 

!PERO QUÉ CARAJO HA PASADO! !LUIS! !LUIS! !BAJA INMEDIATAMENTE QUE HOY COBRAS!, gritaba mi padre colérico.

 

Allí estaban las dos, juzgándome con la mirada, intenté ver por ultima vez los ojos de Fernanda pero no pude, el último recuerdo que tendría de esos hermosos ojos negros serían de asco y perturbación.

 

Ni las dos bofetadas que mi padre le atizó a mi rostro me hicieron salir del trance de dolor en el que me encontraba, en el laberinto de mis lamentaciones. Esa noche mi saliva no era arenosa, mis palabras no se perdían en mi garganta y le dije:

 

La amo papá, no puedo controlarlo, la amo.       

 

Desenfundó su cinturón y me castigo las piernas hasta teñirlas de morado.

 

!QUÉ ES TU PRIMA DEPRAVADO!, me gritaba mientras mis piernas lloraban sangre

 

No me pegues mas papá, te lo ruego, para de pegarme por favor ¿Qué puedo hacer si la amo? dije mientras intentaba defender mis piernas de aquél salvaje castigo.

 

De un puñetazo me partió la boca, el sabor a sangre invadió mi lengua y mis dientes perdieron la blancura. Me sujetó de la camisa y me susurro al oído.

 

No vuelves a repetir eso, no vuelvas a decirlo en voz alta, olvídate de lo que sientes, no es humano, vuelve a decirlo y te capo los huevos como al perro.

 

Esa noche su brazo se cansó de sujetar la correa, esa noche Fernanda y su madre se fueron de la casa mientras me curaba las heridas en mi habitación.


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