Conquista nocturna (5)

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Al recuperar la conciencia se encuentra confuso, tumbado ya en la vertical del ancho sofá y, notando una cálida y húmeda sensación en su entrepierna, baja la mirada para encontrar a la chica completamente desnuda relamiendo con avidez sus huevos sin dejar de masajearle el pene. Afortunadamente, este no presenta su mínima versión y se deja mimar con cierta consistencia. Sara no practica la más mínima contención salival, cosa que es motivo de honda satisfacción para Alan. Como más babas mejor. Todavía desorientado, nota como todo vuelve a girar a su alrededor pero está lo bastante lúcido para entender que no hay nada perdido aún y que depende de él que esta siga siendo una noche memorable. La chica emprende un camino ascendente con su lengua, como si de la ruta babosa de un caracol se tratara, por estomago, pecho, cuello y labios hasta que sin dejar de subir alcanza a restregar sus preciosos pechos por la cara de Alan que los estruja con entusiasmo. Él decide dejar de momento a su blanda extensión en el banquillo confiando que se reponga en pocos minutos. Con un pivón así jadeando encima de él sin prenda alguna se pondría duro hasta un oso amoroso. En un mar de caricias mutuas ella empieza a restregar su coño mojado vapuleando ese pedazo de carne que poco a poco empieza a desperezarse con tanto ajetreo. Puede que aún esté resacoso de los recientes acontecimientos, pero su consistencia creciente hace más notorios los roces y presiones, y así mismo, los roces y presiones más notorios acrecientan su consistencia. Es un circulo vicioso que se desenvuelve remojado por una mezcla de saliva y flujos vaginales. La chica se mueve como si ya lo tuviera dentro y empieza a gemir sugerentemente. La confianza y el optimismo se apoderan de Alan que cada vez duda menos de su virilidad. Su tranca ya está lista y Sara lo sabe. Sin detener su balanceo lujurioso se ralentiza y adapta su gesto para propiciar una suave penetración. La polla venosa y enrojecida recibe una cálida bienvenida en las entrañas de Sara y Alan visita de nuevo otro nivel de su propia existencia. Si él experimentaba los movimientos previos como la cúspide del erotismo, lo que acontece después del punto de inflexión tiene difíciles calificativos. La arrolladora energía sexual de Sara se destapa como un volcán en erupción. Todo se acelera violentamente sorprendiendo al chico que intenta seguir el ritmo casi con miedo a salir despedido. Los jadeos de la chica retumban abiertamente en el amplio espacio desafiando la solemnidad del recinto. Hasta el sofá parece disfrutar del acontecimiento que está soportando sonando en respuesta de algunos movimientos. Tal intensidad carnal de tan hermosa muchacha tan bien provista habría pulverizado en pocos segundos la erección del más potente semental, pero Alan ya no es el chico temeroso del primer orgasmo. Se siente poderoso y consigue domar a la chica mientras ella sigue moviéndose salvajemente encima de él notando su poderosa polla en su interior. El no emite sonido alguno y disfruta escuchando como ella gime. El sonido de su voz entra por sus oídos y se apodera de buena parte de su alma. Las ondas y la emoción que transportan le estimulan tanto como el enérgico contacto o la deslumbrante visión de la preciada chica. Olfatea su arrebatador perfume sin dejar de saborear sus besos y su piel para completar la percepción del momento más intenso de su vida. La suma de sus sentidos parece una multiplicación sensorial que dispara su emoción distorsionándola místicamente. Sara no afloja y como si de una devoradora de hombres se tratara, sigue follándolo enérgicamente mientras él la agarra y la magrea con fuerza aportando su vigor y decisión en la medida de lo posible. Los jadeos de la chica se van volviendo más rápidos y agudos a medida que un poderoso orgasmo se apodera de ella. Se contrae evidenciando su implosión de placer más silenciosa de lo que cabía esperar pero no por ello menos notoria. Sigue moviendo levemente sus caderas mientras se reclina sobre Alan restregando sus tetas por el pecho del chico. El sonido de su voz expresa mejor que cualquier palabra el enorme placer que aún colea en su ser. Alan siente que ha logrado algo que para él es aún más valioso que sus propio goce. La respiración más pausada aún es muy profunda y gobierna en parte los contoneos de la chica que comparte su aliento con aroma etílico y sus dulces besos con su afortunado amante. El no decae y sigue tan cachondo como minutos antes, pero en parte agradece este bajón. Tanta locura persistente lo había dejado algo alienado, algo aturdido y ese relajamiento le hace recobrar la sobriedad de sus emociones. Las caricias se vuelven más emotivas, los jadeos más sutiles pero no cesan los movimientos. Sara sigue moviendo el culo circularmente sentada sobre el bajo vientre de Alan que la mira alucinado. Contempla el balanceo de sus pálidas tetas que se han vuelto relucientes por el sudor.


-¿Quieres cambiar?-  con una voz tan suave que parece fuera de contexto.


    Alan lo piensa por un momento y mueve la cabeza negativamente. Nunca quisiera cambiar.


-¿tu?-  pregunta gentilmente.


    Ella le contesta del mismo modo pero esgrimiendo una sonrisa llena de felicidad. Vuelve a inclinarse sobre él, le agarra del pelo y girándole la cabeza le mete la lengua en la oreja haciéndole sentir algo nuevo otra vez. Él cierra los ojos y enfoca su percepción a ese punto. Siente el cálido aliento, siente la humedad y escucha el sonido de su lengua mojada mezclado con nuevos gemidos a todo volumen por la proximidad que se acompasan con un balanceo más rítmico de nuevo. Esta vez, aun estando debajo, es Alan quien lleva la voz cantante y quien empuja con más energía. Ella soporta con gran placer las embestidas mientras siente como unas manos fuertes recorren todo su cuerpo. Saliendo del cansancio va retomando su virulenta pasión sexual mientras asiente con la cabeza abriendo mucho los ojos y con la mirada perdida. Lo está notando otra vez. Los gemidos desinhibidos fruto del gozo más extremo vuelven a apoderarse de cada rincón de la enorme sala incomodando a los inertes elementos que la mueblan. Cada embestida adquiere un carácter sonoro que le da más notoriedad. La tensión se eleva por las nubes y hasta el chico se deja ir en algunos gemidos incontenibles. Sara clava la mirada en los ojos del chico dejándole notar la inminencia de su nueva cima emocional, consecuentemente, Alan siente legitimado el orgasmo arrollador que se ha apodera de su ser. Mientras los dos se cogen de las manos, la explosión sincronizada de placer escenifica el epicentro pasional del universo y el tiempo se detiene. Todo se difumina entrelazando unas emociones cegadoras. Poco a poco las miradas de ambos recobran su sentido y se encuentran fijadas la una con la otra. El mundo vuelve a aparecer poco a poco a su alrededor. Si el amor suele asociarse con flechas, puede que esto hayan sido más bien hachazos. Alan sabe que no es amor, pero ya no está tan seguro.

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