Alfred y Jenny I

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Jenny y Alfred no se conocen, pero una tarde de lluvia coinciden en una librería, en el sector de la literatura erótica. Los dos revisan libros, los ojean, consultan los resúmenes de las contratapas. A Alfred le agrada que una mujer tan bonita se interese - como él- en la literatura erótica. Decide iniciar un diálogo, y para su alegría advierte que ella responde positivamente a su iniciativa. Descubren que los dos además coinciden en la afición por escribir relatos eróticos. Alfred propone ir a tomar un café. Jenny acepta.

Salieron de la librería con las manos vacías pero con sus mentes dispuestas a cualquier aventura. Afuera seguía lloviendo y, como si el destino moviera sus hilos preparándolos a lo que venia, Alfred no llevaba paraguas, por lo que compartieron el de Jenny, así fue su primer contacto, tomando el mango del paraguas color rojo, Alfred puso su mano sobre las de Jenny, sintiendo de inmediato, los dos, como una carga de electricidad recorría sus cuerpos, entonces supieron que cualquier cosa podía pasar. Así caminaron un par de cuadras, sonriendo bajo la lluvia incesante, hasta que llegaron a la cafetería y entraron.

Ocuparon una mesa junto a la ventana, durante unos segundos se miraron entre desconcertados y divertidos. Alfred observó discretamente el escote de Jenny en donde se insinuaban unos senos muy apetecibles, ella notó aquella mirada breve y se sintió halagada. Bebieron café y conversaron sobre vaguedades, para finalmente volver sobre el tema de la literatura erótica, lo que les sirvió para intercambiar algunas insinuaciones que les aceleraron el pulso. Alfred, esta vez sin el pretexto del paraguas, tomó la mano de Jenny y le propuso ir a un hotel.

Comenzaba a caer la noche cuando subieron tomados de la mano un taxi con una mezcla de euforia y peligro que provoca la excitación de hacer realidad su fantasía. Alfred le dijo al chofer el nombre de un hotel. Jenny no podía dejar de mirarlo viendo como se mostraba seguro de la situación deseándolo todavía más, el comenzó a acariciarle la pierna subiendo provocadoramente mientras sus pulsos se aceleraban. Siguieron tomados de la mano cuando llegaron a la recepción y les asignaron una habitación en el quinto piso. Ya en elevador la expectación fue demasiada y dieron rienda suelta a la pasión. Se besaron buscando desesperadamente sus lenguas mientras las manos de Alfred tomaba las caderas de Jenny y le colocaba una pierna alrededor de él, haciéndole sentir su erección bajo el pantalón mientras ella le acariciaba la espalda y hundía sus dedos en su cabello, entonces el elevador se detuvo.

Salieron del elevador con cierta compostura, por si alguien los veía en el pasillo, pero al entrar en el cuatro el fuego volvió a encenderse. Avanzaron por el pasillo entre besos, caricias, abrazos y suspiros exaltados. Fueron dejando un reguero de ropas hasta llegar a la cama, ella solo con la bikini negra y él con sus boxers blancos. De rodillas, uno frente al otro se abrazaron y sintieron como sus pieles se ponían en contacto. Alfred llevó una de sus manos a la entrepierna de Jenny, en donde encontró una tibia humedad en la que deslizó las yemas de sus dedos, ella emitió un suspiro entrecortado. Y volvieron a besarse, jugando con sus lenguas y sus labios. Luego, él comenzó a besar sus pezones, a lamerlos, a darles suaves mordiscos. Ella no podía mas de la excitación. Entonces, lo hizo acostar, le retiró el boxer y por un instante se quedó contemplado el pene recto y erguido por la erección. Luego, mientras lo miraba a los ojos, se lo introdujo en la boca.

Pasó la lengua alrededor de su punta mientras masajeaba suavemente con las manos el tronco y sus testículos, lamiendo todo lo largo del imponente miembro para después meterlo de nuevo a su boca, lo succionaba y lo introdujo de nuevo hasta sentirlo en su garganta varias veces. Escuchando como disfrutaba Alfred, aceleró sus movimientos dejándose llevar por la excitación que le provocaba escucharlo gemir y sentir sus manos sobre ella, entonces él no resistió más, no quería terminar tan rápido y la cambió de posición.

Le retiró el pene de la boca, lo extrajo brillante en su cobertura de saliva. Ella lo miraba con cierta decepción, ya que le habían quitado su golosina. Alfred le indicó que se tendiera de espaldas y luego agregó: voy a darte como nunca. Jenny se tendió sobre la cama y abrió las piernas, brindándose, deseando, casi rogando que la verga que acababa de saborear le fuera introducida en la vagina. Alfred se colocó sobre ella, sosteniéndose sobre sus brazos extendidos con las manos apoyadas sobre la cama, en el último instante ella miró el miembro de cabeza hinchada que apuntaba hacia su entrepierna, y luego, mirándose a los ojos, él la penetró, deslizando su ariete varonil hasta no dejar ni un solo milímetro fuera. Ella gimió como una gata. Y entonces él comenzó a bombear con movimiento rítmico y enérgico, todo el cuerpo de Jenny se sacudía por los embates, mientras él, con los músculos de su ancha espalda en tensión, se concentraba en poseerla, en clavarla, en llevar el placer hasta el extremo.

Jenny gozaba con esas embestidas, cada vez que Alfred se movía sobre ella se sentía deseada y su cuerpo reaccionaba mandando señales recorriéndolo todo, contrayendo su vagina parecía que no quería dejar ir a ese maravilloso falo que la llevaba a un derroche completo de emociones y ella se dejaba llevar sin pensar en otra cosa. Entonces Alfred giro y la coloco sobre él, para que lo montara de frente a él, lo primero que hizo Jenny fue besarlo, poseer sus labios su lengua, después bajo a su cuello sacando un poco su lengua y llegando a su oreja a la que le dio un suave mordisco, después se levantó y puso el poderoso miembro en la entrada de su húmeda intimidad y bajó clavándoselo completamente, disfrutando como entraba cada centímetro hasta el fondo y entonces comenzó a moverse sintiendo como el bajo vientre de Alfred daba un intenso masaje a toda su vulva, las manos de Alfred pasaban de mover las caderas de Jenny ayudándola con el ritmo que ella imponía, a sus senos redondos e inflamados producto de la excitación, pellizcando sus pezones endurecidos haciéndola disfrutar.


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