En el autobús

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Fui a buscarla a su ciudad. Era temporada de vacaciones y ella había ido a ver a su familia. Eran los últimos días y ya tenía muchas ganas de volver a verla. Al llegar al puerto, le llamé desde mi celular pero no respondió. Me preocupé un poco. Sin embargo, minutos después me envió un sms que terminó mi angustia. "Me iré a las 4 pm. Espérame en la terminal"

Eran las 10 de la mañana. Así que me distraje en el malecón. Le compré algo en los puestos y a las 2 de la tarde me fui a comer a un restaurante que quedara cerca de la terminal. Los minutos se me hicieron eternos para volver a verla.

A las 3:30 ya estaba en la terminal. No quise llegar antes para no angustiarme más. Me senté en uno de los asientos de la sala que me daban la vista hacia la entrada. Así no podría perderla.

Pero cuando ella llegó, no me di cuenta. ¿Llegó por otra entrada? ¿Estaba en el baño? No lo sé. Pero cuando la vi dirigiéndose a la ventanilla, me aproximé a ella. Me sonrió un poco nerviosa.

- No te vi - dijo - Pensé que no estabas

- Tampoco yo vi cuando llegaste - le respondí y agregué un poco sorprendido - ¿No has comprado el boleto?

- No - Me contestó al instante - Es que hay muchas corridas hacia Córdoba. Y siempre encuentro boletos

- Entonces compra el mío también - dije mientras le daba el dinero para que comprara los dos

- Me da dos boletos hacia Córdoba - dijo al encargado de la ventanilla

- Desde luego señorita. sólo que ya no quedan asientos juntos.

- No importa. Así está bien

Yo me quedé sorprendido, pero no dije nada en ese instante.

Cuando nos sentamos para esperar que lo anunciaran, le pregunté:

-¿No se supone que nos iríamos juntos?

- Pero ya viste que no quedaban ...

Asentí un poco contrariado pero no podía hacer otra cosa. Era verdad. Los pocos asientos disponibles en el autobús quedaban separados

Abordamos el autobús y nos acomodamos en nuestros respectivos lugares. Yo iba en el pasillo de la izquierda con una señora que iba en la ventanilla. Laura, en el pasillo de la derecha, junto a la ventanilla. Y a su lado, un señor de mayor edad que nosotros dos.

Desde que nos sentamos no dejamos de platicar a distancia. Nos decíamos palabras dulces que delataban a simple vista que éramos más que simples amistades. También nuestras miradas revelaban nuestro apasionado romance. Tanto, que el señor que iba junto a ella, terminó por compadecerse de estos dos enamorados que a distancia querían tocarse. Pero no podían.

Entonces, en un gesto de atención a nuestros impulsos, le sugirió a Laura cambiar su asiento por el mío. Laura me lanzó esa mirada pícara e inmediatamente el señor se levantó de su asiento. Sin hablar, me indicó que me cambiaba el lugar. Y de ese modo pude sentarme junto a Laura por el resto del camino.

Era el mes de enero. Así que ambos llevábamos nuestros abrigos que dentro del camión no era tan necesario. Por lo que ella se cubrió el cuerpo sin ponérselo. Y como era un poco grande nos cubrimos los dos.

Nuestras manos se buscaron por debajo del abrigo. Pero después de unos minutos, deslicé mi mano derecha hasta la cintura de su pantalón deportivo. Me di cuenta de que en esa postura de ella, se me facilitaba introducirla por debajo y lo hice. Pude sentir su pantaleta y bajé mis dedos hasta su pubis. Y empecé a rozar suavemente por encima. Mi dedo medio pronto sintió la humedad de su entrepierna y continuó rozando. Pronto llegaron otros dedos que se hundían sobre su húmeda pantaletita. De reojo mirábamos a los pasajeros que tal vez miraban el abrigo moverse. Y que nosotros pensábamos que ocultaban todas nuestras maniobras.

De pronto nos besábamos pero con discreción. Noté que ella se recargaba sobre el respaldo del asiento, mientras mis dedos continuaban masajeando su pubis humedecido. Sus piernas se movieron un poco pero sin perder la posición que llevábamos.

Yo también iba excitado. Sin necesidad de que ella me tocara. Tanto, que fue ella misma quien tuvo que separar mi mano de su entrepierna cuando llegamos a Córdoba.

Bajamos del autobús y nos dirigimos a la salida con aquella premura por llegar a su casa. Ni siquiera quisimos esperar el urbano. Detuvimos el primer taxi que pasó.

Al entrar a su casa, lo primero que hicimos fue besarnos con ansiedad, con pasión, con deseo. Luego me tomó de la mano y me condujo a su recámara. Ahí fue donde noté, antes de desnudarnos, que su rostro estaba enrojecido y su respiración entrecortada. Se desnudó primero y se arrojó a la cama boca arriba

- Cómeme - dijo con una voz tan sensual que ni siquiera terminé de desnudarme

Me arrodillé y empecé a lamer su pubis. Enseguida me atrajo hacia su clítoris. Mi lengua lamió allí, varios segundos, sin despegarse. Eso le fascinaba. Sus manos se apoderaron de mi cabeza y la atrajeron hacia ella. Luego me pidió que la penetrara. Yo me había quitado el pantalón mientras le lamía. Así que sólo me despojé de mi ropa interior y la penetré.

Fueron los minutos más apasionados que me brindó Laura. Y comprendí que todo empezó en el autobús. Donde, por un momento, estuve a punto de perder el control.


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