La jaula de Faraday

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Sabido es por la comunidad científica y, algo menos; que el campo eléctrico se sitúa en el exterior de un conductor, es decir, que los electrones se concentran en la capa exterior y, dentro de él, no hay nada. Este descubrimiento se lo debemos al señor Faraday que, avispadamente, lo utilizó para crear un ingenioso artefacto que protegía de las descargas eléctricas.

Sirva esta explicación, de andar por casa, a modo de introducción para lo que he observado en nuestra sociedad en los últimos años. Haciendo un símil con el artefacto del mencionado científico, la juventud de nuestros días es lo que se encuentra dentro de la mencionada jaula protectora, defensora, valedora, amparadora y paternal y ellos, los hijos, son la nada que se encuentra en su interior. El efecto protector que ejercen los padres, influidos por una sociedad estúpida que se empeña en premiar la molicie, hace que estos desganados señoritos del siglo XXI, vivan como auténticos principitos; cuya única preocupación es ponerse el pelo de punta, llenarse el cuerpo con absurdos y extravagantes graffitis y escuchar una música que atonta más sus sentidos, si es que les queda alguno.

Seguramente que el tonto pelado de criterio, cuando acabe de leer el párrafo anterior, habrá montado en cólera y empezará a calificarme de retrógrado, reaccionario, antiguo, facha y…, todos los improperios que lleva anotados en su agenda de progresista ilustrado; por ir en contra de la juventud. Pues sepa usted, ínclito cosmopolita del Siglo de las Luces, que no por llamar diligente, al perezoso, voy a evitar que un jaguar lo devore. Y, por muy ilustrado que usted se crea, jamás un panegírico, será la obra cumbre de un panadero.

Por supuesto que no estoy en contra de la juventud. ¿Cómo iba estarlo? Sería tan absurdo como estar en contra de la infancia o de la vejez. Estoy en contra de la estupidez, tenga esta la edad que tenga y, de determinados hábitos de la juventud de ahora, de la de hace cien años y, de la de los próximos cien. Es la etapa de la vida, en la que se te perdona que seas idiota. Porque a esta edad te bulle la sangre y ya sesabe, la sangre en estado de ebullición provoca perturbaciones en el seso y en sexo; al primero lo atonta y al otro, lo enajena. Después, con la edad, la sangre vuelve a su ser y empieza a estar mal visto. Lo de ser idiota, digo. Además, como diría Groucho Marx, la juventud es una enfermedad que se cura con los años.

Un ejemplo de esto es el tonto que ameniza las calles y avenidas dando vueltas con su coche con las ventanillas abiertas y la música a todo volumen. Repito que no estoy en contra de la juventud pero, ¿se puede ser más idiota? ¡Qué coños! nos interesa al resto de ciudadanos la música que le gusta a este ablandabrevas ¿Por qué tenemos que soportar a cualquier hora del día o de la noche a este cafre? ¡Sí! Le llamo idiota y estúpido porque además de molestar se está destrozando los oídos y tendremos que pagarle unos audífonos; ¿se puede ser más tonto que este individuo? ¡Se puede! Defendiendo lo políticamente correcto en contra de la razón y el sentido común. 


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