Lora y Ret

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Lora trabajaba en una cafetería tranquila de Notting Hill desde hacía dos años. La cafetería tenía siete mesitas, era acogedora, con luz tenue y todo seguía siendo restaurado desde más de un siglo atrás. Era un lugar romántico, que le inspiraba y le hacía viajar en el tiempo, aquel tiempo en el que todo era más revolucionario y artístico.

Una tarde su jefe le informó que iba a vender el local a una cadena de cafeterías. Era un negocio que había pasado de padres a hijos, pero para él suponía una oferta que le llevaba a vivir a las Islas Griegas. Tras explicarle y agradecerle su trabajo, le ofreció entregarles su curriculum como parte del contrato con ellos.

Lora le dijo que se lo pensaría. No quería trabajar para una cadena. No le gustaban las grandes empresas que carecían tantas veces de respeto hacía el medioambiente y que generaban desigualdades en busca de tanto beneficio. Además iba a desaparecer aquel rincón, poco a poco iba modernizándose todo, perdiendo la esencia y la belleza. Todo tendía a parecerse, y ya no sólo en su país, si no a nivel planetario.

El hecho de que su jefe se fuese a otro lugar, le hizo pensar en irse fuera una temporada a un lugar tranquilo cerca de la naturaleza donde pudiese seguir con su novela. Así que aquella noche comenzó a enviar su curriculum a pequeños hostales alrededor de Inglaterra. Al día siguiente le respondieron de tres. Uno de los cuales le pareció extraño, “Nunca pensé en contratar a alguien, pero estaría bien tenerte en verano, ¿tienes coche?”. Ella no tenía coche, a lo que él respondió “Te compraré una bicicleta”. 

Finalmente se fue a la costa, a un pequeño pueblo. Dejando a tras aquella oferta de irse a una casita rural. Realmente era la que más le interesaba, pero temía por su seguridad en aquel lugar sin caminos.

Pasaron un par de meses y recibió un email de aquel hombre, invitándola a pasar unos días en la casa rural. Al cual no respondió, por el mismo respeto anterior.

Una tarde se encontró con una amiga para tomar un café. Ella le dijo a Lora que la acababan de echar del trabajo y que necesitaba unos días de vacaciones antes de emprender una nueva búsqueda. Lora sin dinero suficiente para acompañar a su amiga, se acordó de aquel hombre.

Al comentárselo a su amiga, comenzaron a imaginar y a reír, juntas nos sería peligrosa aquella aventura.

Aquel hombre aceptó encantado la propuesta, y ellas compraron el billete.

Dos días más tarde Sofía no pudo rechazar una buena oferta de trabajo, y aquel viaje fue suspendido.

Lora lo comprendió, y aunque le creaban mucho interés aquel lugar y aquel hombre, decidió no ir sola.

Esa noche recibió un mensaje de aquel hombre, firmado como Ret. Era una cita de una novela, la reconoció al momento. Entonces cogió su libreta de citas, y le envió su favorita de ese mismo libro. Se enviaron mensajes hasta que ella se quedó sin saldo.

No sabía ni cómo era, ni la edad que tenía… Pero los mensajes siguieron uno tras otro, día tras día.

Un dia ella le preguntó por el origen de su interés, y él le respondió que fue la manera en la que ella le escribió la primera vez al enviarle su curriculum. Eso le hizo sonreír. Se sentía feliz de tener aquella relación mística. Nunca pensó que algo así le pudiera suceder.

Sabía que había estudiado filosofía, que le gustaba escribir, que vivía de su pequeña casita rural y que le encantaba cuidar su jardín. Estaban conectados aun viviendo en diferentes lugares.

Cuando llegó el verano, hizo sus maletas para volver a Londres. Ret le había propuesto ir a cuidar de su jardín con él, pero ella tenía miedo del lugar sin caminos y de que tal conexión no existiese en persona.

De camino a Londres, se bajó del tren, y cogió otro dirección Ret. Estaba nerviosa, y no paraba de imaginarse los primeros momentos con él.

Cuando llegó a la casa, abrió la puertecita del jardín y se sentó en un banquito. Al momento él se acercó al banco y le vendo los ojos con un pañuelo.

-         Sabía que vendrías.

Le encantó su voz.

Él rodeo el banco, se sentó de cuchillas frente a ella y comenzó a acariciarle la cara. Ella estaba sonriendo y pensando “Parece joven, me encantan sus manos, ¿será guapo?, ¿alto?”. Entonces él la besó, parando así sus pensamientos.

Ella se quitó el pañuelo, él se levantó, y ella lo abrazó fuerte rodeando su cintura con sus piernas. Comenzaron a reír y a dar vueltas, acabando tumbados en el suelo.

 


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