Código sensual 67FK6 tercera parte

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Una hora más tarde, Sarah llegaba a casa. Entró en el vestidor y se deshizo de las botas con plataforma, del vestido negro y de la ropa interior, también se desmaquilló los labios.

Fue al cajón de la ropa interior y sacó un tanga plateado con piedrecitas.

Se paseó con el tanga puesto y nada más hasta el cuarto de baño.

Sin mirar la escena del crimen cogió un albornoz limpio y salio despavorida escaleras arriba hacia la piscina que está en la parte alta de la casa.

Cuando llegó arriba encontró a Tom repasando el termómetro. Hacía frío y había recibido ordenes de subir la temperatura.

-¡Hola Tom!

Saludó fríamente, y acto seguido descolgó el telefonillo para hablar con la Señora Gilles.

-Marta, ¿me puedes subir un te negro cargado y aparte un whisky con hielo?

-Enseguida se lo subo.

Aunque la Señora Gilles estaba al lado de Sarah desde su primer matrimonio con el empresario Norman Smith y a pesar que ambas se tenían una gran confianza y mucho cariño, la Señora Gilles siempre la llamaba de Usted.

Al principio Sarah insistía en que la llamase de tú, pero ya se había cansado y en cambio no había conseguido su propósito.

Diez minutos después aparecía Marta con la bandeja y todo lo que Sarah había pedido. Sarah permanecía sentada en la tumbona con el albornoz puesto, aunque se le salía el pecho derecho por un lado.

Marta se fijó y clavó la vista en el piercing que Sarah llevaba en el pezón, un aro de oro que brillaba con la luz, aunque sabía que lo llevaba no dejaba de sentir un escalofrío cada vez que lo veía.

-¿Desea algo más?

Sarah asintió con la cabeza pero sin decir nada alzó los brazos y se abrazó a si misma.

Poco después Marta abandonó la terraza y bajo a preparar la cena.

Sarah se levantó y se despojo del albornoz. Se sirvió el te negro cargado, que significaba te cargadito de whisky.

Cogió con la otra mano el whisky con hielo y se dirigió a la piscina.

Tom la miraba sonriente.

-¿Te has puesto en el pezón el aro que te regalé?

-Quería sentirte cerca de mi en estos momentos tan tristes, y como no podía abrazarte delante de la gente me lo puse para ir al cementerio. Así me daba la sensación que estabas pegado a mi chupando y mordisqueando el pezón como sueles hacer.

Tom se dirigió hacia ella, cogió de su mano el vaso de whisky con hielo que esta le ofrecía

y se lo bebió de un trago, dejando el hielo tintinear en el fondo del vaso. Ella hizo lo mismo con la taza de te negro cargado.

Después de poner los vasos en el suelo se fundieron en un fuerte abrazo.

Tom empezó a besuquearle el cuello. Notó los restos de un fuerte perfume y decidió subir a la boca que sabía a alcohol. Ella le respondió mordiéndole el labio inferior y también le supo a whisky.

 

Sarah se estremeció y notó un frío bestial que le recorría el cuerpo de los pies a la cabeza. El lo percibió y le tomó la mano para ayudarla lentamente a meterse en el agua.

-Veo que te has acordado de mi y la has puesto a mi gusto. ¡Bien calentita!

-Yo siempre me acuerdo de ti. Estas metida en mi cabeza las 24 horas del día, desde que pisé esta casa y te vi por primera vez.

Sarah no dijo nada pero le agrado oír esas palabras tan reconfortantes de la boca de Tom.

El pasó a la acción y empezó a mordisquearle el pezón que no tenía aro.

Ella gritó

-Ay..!!

-¿Te duele?

-¡Un poco!, estoy super sensible.

Creo que pronto me bajará la regla.

-Bueno así podremos jugar a la Caperucita Roja!

Sarah le susurra al oído:

-Tengo una sorpresa para ti.

Espero que el regalo te guste y que sepas apreciarlo.

Se bajo el tanga y dio un saltito para evitar que se enredase en los pies. Quedó en el fondo con sus piedrecitas brillando.

Abrió las piernas y cogió la mano de Tom para dirigirla a su parte más íntima.

-No distingo la humedad, dijo Tom sudando.

De pronto notó algo pequeño y duro en el clítoris.

-¿Qué es esto?

Sarah sonrió, le apartó la mano y cerró las piernas.

-Se me ocurre algo mejor. Sal del agua.

Tom obedeció bastante confuso.

Sarah le siguió y lo guió hasta la tumbona, le dio un empujón y lo tumbó boca arriba.

El muchacho no entendía los propósitos de Sarah.

Abrió las piernas y se lanzó sobre el. Empezó a morderle los pezones.

-¿A ti también te duele cuando te los muerdo?

Dijo que no con la cabeza.

-Ya lo veo. Aparte de no gemir se te ha puesto más dura que antes. Ahora quiero que cambiemos de postura.

Ella pasó a ponerse tumbada boca arriba con las piernas abiertas y el se puso encima.

-Ahora quiero que me chupes el ombligo y sigas bajando

El obedeció.

 

Cada vez estaba más tenso y quería descubrir que había allí abajo.

Siguió bajando hasta llegar al pubis. Estaba prácticamente rasurado y el poco vello que topo con su lengua estaba punzante, como empezando a crecer.

Rápidamente llegó al clítoris pero algo hizo que parase en seco. Algo redondo y metalico se había ubicado en un lugar que su lengua y su pene conocían de sobra.

Sarah se había puesto un piercing en el clítoris.

-¿No te gusta?

Me lo puse pensando en ti.

-Si me gusta, pero se me hace extraño.

-Bueno, eso podemos seguir practicándolo otro día, pero ahora métemela.

Sin pensarlo dos veces, Tom se echo encima de Sarah y la penetró.


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