Duelo gaucho

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                               DUELO GAUCHO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                   

 

 

 

 

 

 

 

                                                 DUELO GAUCHO    

 

 

Con el alba se despierta la alondra, la perdiz con su querella amante saluda al nuevo día y la Pampa estremecida de estío se levanta  esperando del Sol la luz para el camino.

Tibio febrero para este amanecer en la pulpería del rancho pampero que tiene salpicado el techo  por gotas de cielo y lo picotean en los agujeros los rayos del lucero.

En el silencio que presagia el alba está como tristón el patio del fogón?es todo quietud y hay tanta calma?que se escuchan los latidos del alma.

Los paisanos que están quedando vinieron por una copa de paso, pero se les hizo larga la ocasión?

Es la hora y el momento mas apacible de ese llano  misterioso, cuyo seno silencioso se rompe con el canto del gallo, con el trinar del jilguero, y con la mañana de mil cantos armoniosos.

Cuando la luz está por asomar ya hay dos chinas en el patio con dos palos de amasar;

y lucen cada una un par de trenzas doradas?y por rusas y polacas las mejillas coloradas.

A los pechos bien erguidos adelante, les da el Sol su rojo deslumbrante y son el primor del gauchaje cuando ellas los agitan desafiantes. El naciente le da sus favores a sus pañoletas de colores mientras las besa el rocío como a los pétalos de las flores.

Las estrellas aventureras se van con el río mientras los últimos paisanos festejan con el rojo vino y ellas en el horno de barro ofrecen el tibio pan.

La pulpería es un  rancho viejo que vio malones y peleas y que va desapareciendo como todas las cosas en el tiempo, igual que la vela que se va consumiendo.

En las puntas del mostrador dos mozos forasteros se miran de reojo y para el buen observador es clarito el recelo y el enojo.

No hay duda de que es grande el entripado.

El pesado silencio está colgando del aire de la mañana y sería un estallido la caída de un pelo y estruendoso el andar de la víbora por el suelo.

A uno lo espera un ruano y al otro un overo.

Lucen los caballos buen apero y a sus criollos pelajes los baña el reflejo del último rayo del lucero.

Se ve de los mozos la piel curtida porque han recibido en sus ásperas vidas?en su pelo y en sus frentes, de noche y de día, de la tormenta la embestida.

Uno es medio moreno, los pelos ala de cuervo, piel de bronce y un abismo en los ojos renegridos.

Su madre es guaraní y su padre un gringo de Inglaterra?trae el hombre en sus venas, por cruza?mil generaciones de esta tierra.

La piel atezada y bien plantado, viene montando el ruano, calza bota de cuero fino, usa corralera con monedas y debajo del sombrero lleva bincha colorada.

El otro es rubio por gringo y lo crío la madre que fue  en el lupanar figura cotizada y de renombre.

Como el moreno no parece hombre de arrugar.

Tiene la mirada celeste, fuerte y aguda? y lo esta esperando el overo, que es el amigo sincero para su buena fortuna en tanta distancia y luna.

No luce divisa alguna, paro tiene mil ganadas y perdidas entre revoluciones y montoneras.

Cada cual por su cuenta, ambos salieron a desafiar la vida?con el Sol, la Luna y las estrellas?

Los dos pelearon por causa distinta, pero la pasión fue la misma.

Fueron grandeza y tempestad, fueron daga y cuchillo, fueron laguna, arroyo y chaparrón, se hicieron cielo, hornero y picaflor?

Y recién se conocieron para encontrarse en la ceremonia trágica del refaloso facón.

?¡Siempre tiene agachadas el tiempo!...y en el momento menos pensado saca la baraja del destino, el naipe mas inesperado.

La negra onda apareció en sus vidas como una maldición?unos labios color rubí, ojazos que eran dos brasas?dos promesas, y las trenzas renegridas, juguetonas por coquetas de una china sin conciencia y sin razón.

Se vuelve tonto el hombre en alguna ocasión y por el hecho de los celos lo pierde la ciega pasión.

Y por esa cuestión están frente a frente los dos gauchos cabales en esta trágica reunión.

?¡Como un estampido en el silencio!..., se oye un grito de repente, que suena como un desafío de odio prepotente?y le dice al otro el moreno?

-Tómese la ultima copa?esta invitado?

-Tengo para su carne el filo de mi daga, y como lo tengo mal metido en el alma, se la haré sentir con odio y con calma.

?y el rubio responde?

-No tomo solo compadre?

-Brindo por su puta madre.

-Pronto por mi mano quedara boqueando el que me está desafiando.

 

De pronto es una sola cosa enroscarse el poncho en las manos, darle con punta y talón y comulgar en la misa hereje del facón.

A la luz del farol va y viene una tras otra la puñalada insistente y para no encandilarse los dos se mueven evitando la luz de frente.

Todo se hace silencio?no se escuchan los gorriones y vaya saber la causa de porque el cacareo hace una extraña pausa.

Adentro se desata el ruido y todo se vuelve estallidos. Son gritos y juramentos?que Mitre que Alsina, que crudos y cocidos.

Un viejo sabio y enredador que por diablo es conocedor opina que acá no hay política y sentencia que esto es cosa de mujer, mas cerca del infierno que del querer.

En una mesa hay cuatro orejeando, y ante tanta puñalada, por las dudas, un gaucho dice?quiero todo con tres cuatros, y como si viera la luz mala, se levanta.

El pulpero ni pestañea?tuerce el cogote igualito que un búho y con los ojos como huevos duros, espera como puede lo que se viene.

Siente del recelo el regusto porque nunca ha sido sonso el miedo.

Pero sigue el entrevero?los dos brincan como liebres y aletean como gallos tirando picotazos.

El Sol ya está saliendo, pero mientras son como fantasmas las sombras que bailan a la luz del farol y cada uno tira sus puntazos.

Y otra vez juega el destino con los dos cuchilleros y dispone de su suerte marcándoles el camino de sangre y de muerte.

En el vértigo trágico del revuelo vieron a un tiempo el mismo agujero?y ahí tiraron ambos la puñalada?y con suerte malhadada los dos corazones se partieron en esa última atropellada.

Como a veces sucede son una misma cosa Satanás y las mujeres.

Con sonrisa vanidosa ya estaba la china veleidosa a otro gaucho halagando con su beso y ofreciéndole el placer de su amor objeto de tanta desgracia y horror.

La contemplan a la desdichada los cuerpos muertos de dos valientes.

Se hizo leyenda este duelo en el que el mismo infierno decidió?y paso de boca en boca?y de generación en generación muy mentado en todo fogón.

Y los payadores siempre cantaron de la china malvada esta fiera y sucia traición?y rindieron homenaje al coraje de los que empuñaron la daga y el facón.

Y destacaron la nobleza del gaucho corazón.

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