Viaje astral

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Sus ojos miraban fijamente el cielo raso de la habitación de la clínica donde se encontraba. Su cuerpo recostado en la camilla, con sus brazos alineados a su costado, no le permitía hacer otra cosa. Escuchaba voces de enfermeras y médicos que pasaban cerca y se alejaban. Pero ninguno que se quedara a su lado.

Las horas pasaban inexorablemente porque pronto oscureció y las lámparas de halógeno se encendieron. Cerró los ojos debido al sueño que pronto lo invadió. Entonces sintió elevarse como si fuera de humo. Y abajo pudo ver la camilla con su cuerpo tendido. Por un instante tuvo miedo, pero en cuanto pudo controlar su vuelo, fue adquiriendo seguridad.

Bajó y subió un par de veces por la habitación sin perder de vista su cuerpo en la camilla. En un descuido, subió tan rápido que atravesó el cielo raso de la habitación. Y disfrutó estar más allá de los edificios.

Se elevó hasta las nubes y pudo contemplar la ciudad completa. Una luz parpadeante le indicaba exactamente el lugar de la clínica. Por lo que se aventuró a ir más lejos. Carpe Diem se miraba, desde arriba, como un enorme nacimiento con tantas luces encendidas.

Y Octavio se sentía cada vez más a gusto sobrevolando su entorno. Subió aún más. Hasta un sitio donde la oscuridad fue como un manto que lo asfixiaba. Aun así, la oscuridad no era total. Existían reflejos luminosos de los rayos del sol sobre asteroides y piedras múltiples que flotaban en el espacio. Observaba extasiado todo aquello, incluso los planetas a la distancia.

Descendió lentamente.  Se detuvo otro momento, deleitándose con aquel espectáculo sideral. Descendió otro poco. Llegó a unas nubes cirrus. Entonces tuvo un impulso que lo hizo descender de prisa hacia su cuerpo.

Un médico internista trataba de reanimarlo. Se guio por la luz parpadeante. Llegó al exterior del hospital pero no se atrevía a atravesar las paredes del techo. Subió un tanto, tratando de tomar impulso... Y valor. Se abalanzó y al estrellarse contra el muro superior, tuvo una sensación de estrechamiento. Pero aun así, consiguió atravesar al interior.

Entonces miró su cuerpo. Los paramédicos le aplicaban las plaquetas eléctricas para resucitarlo. Alguien más, una sustancia intravenosa. El médico, le sostenía la mano y le tomaba el pulso, varias veces. Octavio, volaba sobre su cuerpo sin saber por dónde entrar. Lo intentó por la boca, que por un segundo se le abrió. Pero no pudo hacerlo. 

Subió de nuevo y tocó por varias partes de su adormecido cuerpo. Nada le funcionó. Parecía que no había manera de retornar. El médico levantó la vista para ver el reloj de pared. 

- Deja de inyectarlo y tú, Alfredo, ya no le apliques toques. - Dijo el doctor Ruiz con resignación a cada uno de sus asistentes - La hora del deceso es 2:37 AM 

Octavio comprendió desde donde se encontraba, lo que estaba ocurriendo. Los paramédicos se retiraban. El médico le cubría su rostro con la sábana azul. Octavio entonces notó una pálida y minúscula luz blanca por las rodillas de su horizontal figura. Ascendió hasta el cielo raso y... 

Bajó a toda prisa hasta sus rodillas. Se introdujo a su cuerpo sin dificultades. Y entonces el cuerpo de Octavio se levantó en V. Por un lado sus extremidades inferiores y por el otro, su cabeza que buscaba oxígeno. Sólo que la sábana azul le estorbaba. Abrió la boca para aspirar. Y la sábana se le introdujo. No había manera de respirar. 

Con un esfuerzo supremo, movió sus brazos. Cuando en sus manos sintió la frialdad de la sábana, tiró de ella con fuerzas. La sábana se deslizó hacía sus piernas. Y alcanzó a descubrir su rostro. 

Octavio, por fin pudo respirar. 

Los enfermeros venían por el pasillo para llevarse al difunto al anfiteatro. Conversaban e iban distraídos. Por lo que al encontrarse con Octavio en el umbral de la puerta, completamente en pie, por poco les provoca un infarto. Uno de ellos, se orinó al instante y quedó paralizado. El otro, corrió despavorido gritando sólo la primera vocal. 

 Este incidente, despertó por completo a Octavio del aletargamiento. Abrazó al enfermero y con mucho cuidado lo depositó en el suelo, recargándolo sobre la pared. Luego avanzó desnudo por los pasillos buscando a las enfermeras. Lo que en realidad quería pedir Octavio, eran sus ropas para marcharse. Misteriosamente había sanado de los males que le aquejaban cuando llegó al nosocomio. 

 


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