LOS ANALES DE MULEY(1ª PARTE) (4)

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   Si él estaba entre nosotros,

mi madre no daba nada

y memos daba merienda,

pues nos miraba asustada

perdiéndose su mirada

de una guisa muy horrenda.

   Pero yo comprendí algo:

si él venía con nosotros,

yo perdía a los otros,

pues venían por la comida

sin pensar en la salida

como indómitos potros.

   Sus rostros era un poema

al no dar de merendar,

pues ella bien sabía

que alguno solo comía

una vez, más mitigar

su hambre era su alegría.

   Yo, ajeno a su padecer,

disfrutaba del juego

y enriquecía mi ego

mostrando mi liderazgo,

fue para mí un gran hallazgo,

como un poderoso fuego.

   Siendo el líder disfrutaba,

era eje de la pandilla,

la frontera, la orilla,

donde todos se acercaban,

donde todos esperaban

ver esa gran luz que brilla.

   Dejó de venir el ?tuerto?,

jugábamos más seguros

y  acabaron los apuros;

mi madre volvió a ser ella

olvidando su querella

se escondía tras los muros.

   Todo era felicidad

en nuestra pobre infancia

ajena a los atares

de la vida, la ignorancia

era nuestra estancia

henchida de avatares.

   Mi buen padre me decía:

<<al hombre pobre, ignorante,

todo el mundo le atiza,

pierde todo su talante

de caballero arrogante

y el culto lo esclaviza>>

   <<No seas, hijo, ignorante.

Que nadie te engañe,

que tengas tu decisión

y que todo te arañe,

y cuando tu vos tañe,

resuene tu mejor don>>

   Yo no le hacía caso,

solo pensaba en jugar,

pues como niño que era,

que no quería estudiar,

más todo era desesperar

porque a la escuela no fuera.

   Cuando mejor se jugaba

era al llegar el estío,

pues atrás quedaba el frío;

el tiempo, venga o vaya,

más íbamos a la playa,

allí donde muere el río.

   Nos bañábamos desnudos,

como madre nos parió,

guardábamos la ropa

como oro que se ocultó,

más nadie nos la robó,

pero parecíamos tropa

   Pues también jugábamos

por el viejo castillo,

todo estaba derruido,

todo estaba caído;

más se jugaba loquillo

hasta el canto del grillo.

   Entre baños y correrías

los días iban pasando,

todo atrás va quedando

y el camino se va haciendo,

el surco que se va pisando

es el hombre que voy siendo.

 

          Vl

   Castillo de mi España,

fortaleza amurallada.

Se yergue altiva, callada,

es la vega su alegría,

la mar su belleza amada,

es del tiempo su vigía.

   El lento paso del tiempo

hace sangrar sus heridas,

tristes lloran sus almenas

sobre piedras corrompidas

y van buscando salidas,

o van olvidando penas.

   Su orgullo se alza al cielo

con su corona de plata,

a su memoria se ata

mostrándonos su grandeza,

pues ahora solo se trata

de encontrar su riqueza.

   Ahí está pues, erguida,

señorial, y tranquila,

la acaricia el poniente

con su frescor, se perfila

su silueta y se rila

en su noche inherente.

   Ahí duerme nuestra historia

preñada de sabiduría,

callada y soñolienta

se despierta cada día

muriendo en la noche fría

y resurgiendo violenta.

   Porque nadie la entiende,

nadie leerla quiere,

nadie a buscarla fuere,

pero ahí está, señorial,

como señor imperial

que en sus brazos muere.



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