Clases Privadas II

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Hay relaciones que de por sí son destructivas, pero será la adrenalina que generan que nos hace que se tornen adictivas, yo no tengo ningún futuro con mi profesor, pero sin casi notarlo el ritual de coqueteos, miradas furtivas, toqueteos accidentales y situaciones engorrosas se repite con una fluidez casi natural.

Lo escribo, lo pienso y no puedo evitar sentir como comienzo a mojarme, lentamente hasta que mi tanguita se comienza a humedecer, haciendo que me reacomode cruzando las piernas y ahogando un gemido leve, que quiere desgarrar mi pecho.

Todo se precipita a una velocidad vertiginosa, acelerada, pero en momentos pareciera que el mundo se detiene, estoy en medio de la sala desnuda abrazada a Alicia, una chica que hace dos horas era una desconocida, mi cuerpo moreno de senos medianos rematados en picos, caderas pronunciadas trasero redondo, cabello liso largo, sexo apretado y oscuro de labios grandes en contra posición a ella, de tetas descomunales, piel pálida, piernas largas, concha rosada y pequeña; nos tocamos, que rico es que una mujer te toque, sabe justamente donde besar donde presionar y con que intensidad, tengo miedo, nunca he estado con una mujer, pero el deseo me nubla y me dejo hacer mientras mis manos adquieren destreza. Ella sabe lo que quiere me besa, llega a mi sexo y lo pone a chorrear de placer, guía mis manos a sus senos a su trasero y a su concha que esta inundada.

En eso me percato del profesor, esta ahí, me toma por la espalda, siento sus manos recorrerme, siento la presión de su miembro en mi trasero. Toma mis tetas en sus manos mientras Alicia las devora entre lametones y leves mordiscos que casi me hacen perder la razón; una de sus manos recorre mi vientre, baja a mi sexo y en instantes se desarrolla una breve batalla entre las manos de él y de ella que pugnan por mi concha. Ya no puedo mas, exploto en un intenso orgasmo que me asusta, mi vientre se contrae violentamente mientras mi sexo expele una abundante cantidad de liquido que me hace temer que me he orinado, fuego sale de mis entrañas y mis piernas se aflojan al extremo de casi no poder sostenerme.

Alicia gime con cara de morbosa como que mi estremecimiento lo hubiera percibido también y sin miramientos manosea y abre mis nalgas mientras él mete su verga en mi entre pierna. Siento ese rabo como un enorme pepino frotando mi sexo y un calor enorme volcánico invade mi cuerpo. Ella se arrodilla y veo como lame la cabeza de ese enorme pepino, con un movimiento rápido lo inserta en mi húmeda conchita que no ofrece la menor resistencia. Un gemido escapa de mi boca, para ser estrangulado en breve por los labios de Alicia que ya de pie me besa. Ya perdí completamente la razón y solo hay sitio para el desenfreno. El me culea a un ritmo frenético mientras mis manos y las de el recorren el cuerpo de Alicia. Ella mete mano a mi trasero que esta abierto a su máxima expresión y presionado por el vientre de nuestro profe que muerde mi cuello y hombro derecho.

El se sienta en una silla del comedor mientras Alicia me hala hacia su miembro y entre las dos limpiamos y lubricamos su verga. Ahí puedo verlo bien, es grande, grueso, con la cabeza oscura como morada. Uhhhhh, que rico sentir esa mezcla de sabores en su pipe, su hombría, mi fruta, el sabor de ella, que rico. Ella me guía y me siento sobre ese palpitante manjar, mientras él me besa y baja a mis tetas que están duras como rocas. Sus manos abren mis nalgas y como si se hubieran puesto de acuerdo ahí esta ella lamiendo y succionando mi chiquito, al principio es raro y algo incomodo pero no tardo en comenzar a descubrir una nueva dimensión del placer y a buscar su contacto. Ahora soy yo misma que me clavo esa verga con ansias y le pido a ella que no pare, que siga, hasta el extremo de sacar de mi concha esa deliciosa verga y recostar su punta en mi ano: ya no hay punto de retorno, comienza a entrar en medio de mis gemidos que se han convertido en gritos y suplicas: "ay coño me duele, pero no la saques papi, reviéntame el culo, soy tuya, asi, asi sigue culeando que me vengo"

Alicia sonríe sádica sin parar de tocarme, y con un beso dice a mi oído: ?así es perra, bienvenida al oficio, ya eres toda una putica?


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