(1/2) El inicio de una noche más

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El comedor estaba lleno. Los últimos servicios ya habían sido repartidos y los primeros empezaban a abandonar la sala. 

 

Como solía ocurrir en cada turno, muchos comensales se acercaban a agradecer la comida tanto a quienes la servían como a quienes cada día cuidaban de que todo fuera en orden. Otros simplemente no se atrevían a darlas por vergüenza, y erróneamente, por dignidad.

 

Los voluntarios habían dejado a un lado cucharones y pinzas para fregar, limpiar y recoger, una noche más, la cocina y la barra a la espera de que el comedor quedara vacío. El ritmo era intenso, y en ocasiones caótico, ya que aunque Julián y Ana organizaban la mayoría de servicios, el personal siempre cambiaba debido a la gran cantidad de hombres y mujeres que en estos tiempos se ofrecían a ayudar a quienes los necesitaban.

 

-Ya hay tres personas recogiendo las bandejas sucias, así que coge bolsas nuevas y cambia las que hay en la papeleras. 

-Ana me ha dicho que viniera a por bandejas.

-Ella está en la cocina y yo me encargo de la barra y del comedor. Anda ve y coge dos bolsas grandes del almacen.

 

Un hombre les interrumpió.

 

-Gracias y buenas noches -dijo con voz débil.

-Para eso estamos, Andrés -sonrió y le dió un abrazo -cuídate, que esta noche hace frío -le susurró al oído.

 

Andrés le devolvió la sonrisa y se despidió con unos golpecitos en el hombro.

 

 -Ve a por esas bolsas ya y date prisa, no tenemos toda la noche.

 

 

Debían  de hacer unos 10 grados en el exterior. Sevilla no solía ser una ciudad fría, pero el aire se sentía cargado y humedo. Andrés sacó las manos de los bolsillos con un mechero y un cigarro en cada una y se llevó el pitillo a la boca. Una mujer que salía del comedor le pidió uno y este le dijo no tener más; hacía mucho que había aprendido que sacar el paquete en plena calle no era buena idea si no sabes cuando vas a poder comprar más.

 

Mientras fumaba, la gente iba abandonando el comedor; unos tomaban la calle hacia la derecha y otros en sentido contrario, pero la mayoría sin tener un lugar al que ir. Aburrido, echó un vistazo al local. Apenas quedaban una decena de personas y entre ellas le llamó la atención una bella joven que parecía haberse quedado dormida en su silla, o peor, inconsciente por una sobredosis. A su lado un hombre encorvado, con disimulo, metía la cuchara en la bandeja y se llenaba la suya. Dos hombres se acercaron a él y pusieron las bandejas en una mesa cercana, "lárgate" pareció decir uno de ellos al hombre y se sentaron a ambos lados de la mujer.

 

"Esto no me gusta nada", pensó Andres. Entró y miró a la barra pero no vió a su amigo Julián, volvió a salir y se apoyó en el coche aparcado frente a la puerta del local, y con disimulo, observó la escena.

 

Ninguno de ellos le era conocido y a simple vista, tanto la mujer como los hombres, tenían rasgos de europa del este, aunque algo le decía que no eran amigos... nada en concreto más allá de una intuición formada por la experiencia y conjurada por el subconsciente... como la impresión de que aquella noche solo su ética seguiría intacta; el último fragmento de la dignidad que el mundo aún no había conseguido arrebatarle.

 

El hombre a la izquierda tenía una melena descuidada y llena de migas y enredos, morena, a diferencia de su barba color cobre que ademas parecía, no cuidada, pero si limpia a pesar de acabar de comer; buenos modales en la mesa en alguien que ni se preocupa de su pelo o de las manchas de polvo y tomate en su chaleco. Curioso. Su amigo estaba hablando al oído a la mujer y de vez en cuando sonreía y dejaba ver una amarillenta dentadura en la que varios dientes habían desaparecido y sobresalían los incisivos. La mujer solo movía la cabeza como si la presencia de aquellos hombres no fuera más molesta que el zumbido de un mosca. Parecía totalmente ida.

 

Bajo la mesa, ambos parecían estar manoseando con lujuria a aquella mujer y ahora, al volver a mirar sus rostros, veía esa expresión de depredadores que se sabían victoriosos en sus intenciones, y viendo que cada alma allí presente tenía suficiente con su propia carga, impunes. Uno de ellos, el de larga melena, se detuvo y miró a Andres fijamente con una mirada penetrante y tibia que le heló la sangre. Le sonrió y se mordió el labio inferior mostrandose amenazante, y quizás su vista le engañaba, pero parecía que aquel hombre realmente se había mordido y dos gotas de sangre se marcaban en su pálida piel como botones de nácar.

 

Un golpe sordo le sacó de aquella extraña escena. Alguien salió por la puerta de la cocina a la calle. Era Ana con algunos tuppers con sobras. Miró de nuevo al salón y el hombre había vuelto a su lasciva conducta.

 

Apagó el medio cigarillo, lo guardó en el paquete y se dirigió hacia ella, quien estaba guardando comida en el maletero.

-Ana -no alzó la voz lo suficiente, dió unos pasos más y llegó al coche.

-¡Ana!

Ésta sacó la cabeza del maletero golpeándose levemente.

-¡Ay!, vaya susto Andrés. Julián me dijo que ya te habías ido y que como siempre te despediste de él.

-Ana, quería decirte...

-Si quieres algo más llevo arroz y pollo, unas frutas, aunque las peras no puedo dártelas que son para la hija de mi vecina, pero al menos tengo algunos plátanos y a ver... sopa con fideos, que yo también he probado y la verdad es que...

-¡Cállate ya y escúchame, joder! -dijo golpeando al coche con los nudillos para que callara. Esta le miró enfurruñada y le recordó a una niña malhumorada.

-A ver, dime que es tan importante -respondió con sorna.

-Estaba fumándome un pitillo en la puerta, haciendo tiempo...-derrepente alguien chocó con él y estuvo a punto de hacerle caer. Ana le sujetó.

-¡Váyase a dormir abuelo! -dijo un hombre entre risas. Andres se giró y vió la pareja de antes con la mujer apoyada en sus hombros calle abajo, hacia la plaza de la iglesia.

-¡Un poco de respeto joder! -respondió Ana. Ayudó a Andrés a levantarse y le colocó bien el chaquetón -¿Estás bien?

- Sí sí, tranquila -se quedó mirando al trío mientras se alejaba.

-Tú, ni caso. A ver, ¿Qué era eso tan importante que querías contarme?

-Otro día -re

spondió él sin dejar dejar de mirar aquellos extraños y se despidió de Ana con la mano.

-¿Ya te vas? -Andrés se alejaba y Ana se dió cuenta de que se dirigía hacia quien le había empujado -Andrés no te vayas a meter en líos -le ignoró y ella cerró el maletero y se dirigió hacia el local preocupada

 


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