No me calientes la cabeza

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El verano es esa etapa del año en la que en el norte de España  se puede disfrutar de temperaturas que oscilan entre el ‘fresco’ y el ‘calor’, menos mal que desde las altas esferas disponen de un alto grado de formación para emplazar en el horario adecuado los programas televisivos que permiten a todas las personas disfrutar de su tiempo mientras aprenden cosas nuevas.

-    Mamá, me voy a la calle que ya ha terminado el programa de cotilleo.

-    Que ordinaria eres hija. Tiempo y dinero perdido en tu educación.

-    No empecemos mamá, no empecemos.

-    Te cojo dos pavos madre, que voy a bajar al parque con la Elena. Dice la muchacha mientras rebusca en el bolso de su madre.

-    ¿Otra vez cogiéndome dinero?

-    ¿Qué quieres que haga? Soy tu hija y tu responsabilidad, si no me puedes mantener no me hubieras parido. Dice la muchacha mientras avanza de forma inexorable hasta la puerta.

Tras cerrar la puerta de un portazo  se dirige escaleras abajo con el móvil en la mano.

-     Mierda de móvil, a ver si consigo sacarle uno a mi madre que este está destrozado.

Los dedos se mueven como rayos para escribir a su amiga del alma a través del sistema de conversación de mensajería más utilizado por los jóvenes. Al llegar al primer rellano del edificio no hace falta ni llamar a la puerta, una joven rellenita con un vestido holgado de flores, el pelo enmarañado y una manzana en la mano sale de casa chillándole a su madre.

-    Joder tía, que pesada que es mi madre. Dice con un gesto de desidia.

-    Pues anda que la mía. Dice la amiga mientras se guarda el teléfono en el escote.

-    Vaya una mierda la dieta nena, estoy de manzanas hasta el puto coño.

-    No te quejes, que yo parezco un puto palillo y por más que como no engordo ni un gramo.

-    Ojalá que me pasara a mí eso. Dice mientras limpia y da el primer mordisco a la manzana con asco.

-    Le he quitado un Camel a mi hermano.

-    ¿Camel? Eso está asqueroso tía. Dice mientras busca el mechero en el pantalón.

-    Mi hermano está jodido desde que le bajaron el sueldo en la pizzería, todos los días llega diciendo que son unos hijos de puta y que piensa escupir en todas las pizzas que haga.

-    Qué asco de tío, recuérdame que no vaya a esas pizzería más

-    Hombre tía, si vas tú no creo que te escupa.

-    Nunca se sabe, que tu hermano es muy rencoroso y desde que lo mandé a la mierda me mira con cara rara.

-    Pásame el mechero que me lo enchufo yo. Dice mientras saca el cigarro y se lo sitúa en la boca.

-    Ayer te lo enchufaste tú so puta, hoy me toca a mí. Comenta mientras aparta el encendedor y lo esconde.

-    ¡Trae eso!, cuando consigas tú el tabaco lo encenderás, mientras lo enchufo yo que me cuesta un huevo quitarle los cigarros a mi hermano.

Poco a poco la plaza se va llenando de gente que busca ese momento del día en el que el sol no aprieta lo suficiente para causar malestar y permite disfrutar de una temperatura cálida y agradable. No obstante durante los últimos años cada vez cuesta más alcanzar uno de estos lugares.

-    Oye, ¿Qué tal la película de anoche? dice mientras da la primera calada al cigarro con una leve tos.

-    Una puta mierda, si no me llega a invitar este no voy al cine.

-    Entre el tostonazo de la peli y que este cada dos por tres aprovechaba un descuido para tocarme las tetas no me enteré de nada.

-    ¿Vaya un fresco no? Delante de todo el mundo metiéndote mano.

-    Si no había nadie, siempre me invita a ver cine en Versión Original para que no entre nadie a la sala y así meterme mano.


-    Está más salido que el rabo de un cazo.

-    Normal hija, normal. Si no tenemos intimidad ninguna, siempre estamos o en su casa o en la mía con los padres por ahí dándola la brasa.

-    Antes por lo menos teníais el coche.

-    Pobre pequeñín, cuando el mecánico le dijo que no tenía solución le dio un tabardillo. Pero bueno, ya está acostumbrado a ir en bus a todos sitios.

-    Toma nena, que le queda el final y no me gusta nada estar ahí con los dedos haciendo maniobras.

-    Eres demasiado delicada.

Un grupo de adolescentes camina por el parque con sus carpetas agarradas en el pecho hablando de lo guapos que están los famosos gemelos en la portada de su último disco. Todas al unísono realizan un suspiro profundo mientras aprietan con todas sus fuerzas sus carpetas. Las dos muchachas visualizan la escena y comentan.

-    Madre mía que pavas que son. Dice una mientras saca teléfono su móvil del escote para comprobar si tiene algún mensaje.

-    Come, come bollos de chocolate que verás lo bien que le sientan a tus cartucheras. Dice la otra lanzando de forma violenta los restos de manzana a la papelera.

El grupo de chicas escucha las palabras de estas dos muchachas y entre todas empiezan a gritarles impertinencias de la talla de viejas, muertas de hambre o so gorda. Lo que provoca que se levanten como un resorte y corran en dirección al grupo de jóvenes para hacerles sentir el peso de los años, sin embargo no consiguen alcanzar a un grupo mucho más rápido y ducho en el arte del ejercicio físico.

Las dos protagonistas se quedan sin resuello y comentan entre sí:

-    Hijas de puta, niñatas de mierda.

-    Las vamos a pillar otro día y las vamos a reventar nena.

-    Vamos a nuestro sitio no nos lo quiten y tengamos que pelearnos con algún viejo salido.

Al llegar al banco visualizan a un abuelo, se acomodan el escote y le hacen señas para ver si tiene un cigarro. El susodicho se acerca hipnotizado por el poder de la juventud y sin decir palabra les facilita un cigarrillos antes de marcharse contento y feliz.

-    Estos abueletes, siempre mirándote las tetas. Comenta una de ellas.

-    Mientras no toquen y me surtan de tabaco, que miren lo que quieran. Dice la otra entre carcajadas.

-    ¿Esta tarde no tenías que ir a una entrevista de trabajo?

-    Paso, es para pedir pasta por la calle para una ONG o no sé qué historias.

-    Joder tía, que negativa, por lo menos es algo de curro.

-    ¿Curro? Dice mientras le quita el cigarro de la boca y con una sonrisa se lo pone ella.

-    Pues sí, curro. La amiga frunce el ceño al comprobar que esta vez no será la encargada de iniciar el ritual.

Una bocanada amplia y prolongada de humo esconde tras de sí una cara joven y cansada, que ha perdido la ilusión de vivir y sólo pasa el tiempo a la espera de algo bueno.

-    Mira tía, no pienso trabajar por una miseria, para eso me quedo en casa viendo la tele y levantándome a la hora que me dé la gana.

-    Tienes razón, para qué coño me voy a calentar la cabeza si estoy  que te cagas en mi casa. Oye que rule ese cigarro que te lo estás pinchando entero.


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