The FukBoy vol. 2 Ropa guapa

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Tras haber recuperado el maletín, HoodMan puso rumbo a su base secreta, seguido de cerca por el joven mulato, lo que el chico no se esperaba, es que esta se encontrase en el distrito obrero, y no en el pobre, como habría sido de esperar. FukBoy nunca había visto aquella zona desde dentro, jamás había pasado al otro lado de la muralla. Y cuando al fin pudo hacerlo, lo había echo probablemente, de la peor manera. HoodMan lo había agarrado por el pie, saltando muy alto, arrastras con él, y desde el aire, lo había arrojado a lo alto de la muralla. Al joven se le saltaron los lagrimones en el aire, a la par que se le hinchan los mofletes por la velocidad. Por suerte para él, su nuevo maestro lo mandó justo a donde había apuntado. Para cruzar por la puerta, es necesario la acreditación de un puesto de trabajo en la empresa del alcalde, la misma que controla todos y cada uno de los servicios que ofrece la inmensa ciudad de MudaFaka. HoodMan se quitó la capucha y enseñó la acreditación a los guardias, que le dejaron pasar sin problemas. Desde lo alto de la muralla, FukBoy no da crédito a lo que ve, a la par que se aferra al suelo, por el vértigo que le produce la altura. Aún le sorprende lo similar que es a él mismo, de no ser por el ojo cibernético y la calva.

—¡Avisa antes de lanzarme la próxima vez! —le pidió el joven mulato a quien ya no estaba tan seguro de que quisiera que fuera su maestro—. ¡He tenido que bajas por los tejados! ¡Casi me mato!

—Chico vago —le acusó HoodMan—, busca trabajo y no tendré que arrojarte más.

—¡¿Sabes qué?! Quizás lo haga, si…, puede que mañana…, si eso. ¿Falta mucho?

—Tres horas en autobús

—¡¿Que?! ¡Acampamos aquí y seguimos mañana!

—Es broma, está a la vuelta de la esquina.

—No te rías de mí —le pidió el joven, exasperado por las constantes tomaduras de pelo del hombre robot, antes de tomar un tono un tanto más condescendiente—. ¿Qué te pasó en el ojo?

—Intenté sacarme una pestaña con la navaja.

—Eso es mentira.

—¿Has escuchado eso de que un alquiler te cuesta un ojo de la cara? Pues eso.

—¡Que no te rías de mí, joder!

—Está bien, fueron los científicos del alcalde.

—Esta vez no me mientes. Espero.

Una vez alcanzaron la guarida secreta, subieron por las escaleras de incendios y entraron por la ventana.

 —¿Esta es tu guarida secreta? —le preguntó el joven claramente decepcionado—. Pero si solo es un apartamento cutre.

—¡Exacto! ¡Nadie jamás sospecharía!

—Supongo que no…, espera, yo he visto esto en un comic, ¡ahora pulsas un botón y todo se transforma! ¡¿Verdad?!

—No. En absoluto. Soy peluquero, no me da el sueldo.

—¡Pero si eres calvo!

—El pelo es solo un estado de ánimo.

—No. No lo es. Y, dime, ¿donde guardas tus cosas de héroe?

—En una bolsa en el ropero.

—…, ¿Por qué entramos por la ventana?

—No he pagado el alquiler.

—…

—¡Atento chico! Voy a abrir el maletín.

HoodMan colocó el maletín sobre su escritorio. FukBoy pensó que su maestro, estaba estudiando la estructura del mismo.

—¿Vas a utilizar tu rayo? —Le preguntó entusiasmado—. ¿Me enseñas a hacerlo a mí?

—¡Claro que sí! —Le afirmó HoodMan.

—¡Genial! ¡Por donde empiezo!

En aquel instante, HoodMan se desenroscó un dedo —Necesitarás una de estas —le aseguró, mostrándole la prótesis, desde la cual lo había lanzado la vez anterior, apagando por completo el rostro maravillado del chico, que tornó sombrío de inmediato. HoodMan se retiró el guante derecho, dejando al descubierto una mano totalmente robótica. Después, se retiró la manga y dejo ver el resto. Un brazo metálico atornillado al codo.

—Ya veo… —aseveró el chico—. Tuvo que ser muy doloroso.

—La verdad es que no lo recuerdo —le mencionó HoodMan—. Yo tampoco he conocido a mis padres, mis primeros recuerdos son de cuando tenía unos veinte años, y yo ya era así. Más de la mitad de mi cuerpo está robotizado. Y no tenía pelo.

—Eso me suena. Mis primeros recuerdos son de preadolescente, no recuerdo nada antes, pero sabía algunas cosas. Lo justo para sobrevivir. Y tenía pelo. Pero entonces, si eres un robot, ¡no puedes enseñarme nada! Me voy a casa.

—Quieto ahí muchacho, no me subestimes. Tú tienes algo especial, y vamos a descubrirlo.

HoodMan puso de nuevo su atención en el maletín, le apuntó con el dedo, y disparó un pequeño laser, ante la nuevamente maravillada mirada del joven mulato. Sin embargo, no consiguió hacerle el más mínimo daño a la cerradura. El rostro de FukBoy se apagó de nuevo, quedando este sombrío, y claramente decepcionado.

—Justo lo que pensaba —aseguró el ciborg—. Es un maletín de primera.

—¿Y ahora qué? —Le pregunta el joven nuevamente exasperado.

—Tranquilo tío, tengo la llave. El maletín es mío. Soy un héroe, no voy por ahí robando.

—¿Héroe? Me extraña. Creo que tan solo querías bacilar de láser.

—Quizás —admitió el hombre, sin hacerlo del todo, a la par que abre el maletín.

—¡¿Que hay dentro?!

—Ten, Es para ti.

—¡Oh! ¡Increíble! ¡¿Mi propio uniforme de héroe?!

—Pruébatelo.

FukBoy se quitó la ropa en menos de un segundo, y comenzó a ponerse el traje, aunque una vez puesto, se percató de algo.

—Tío…, solo es ropa ancha…, como la que suelo usar…, como la tuya, como la que usan los raperos.

—Si, pero esta tiene capucha, la tuya no. Y está tela de guapa. Algún día, si te portas bien, te dejaré ser HoodBoy.

—Paso, pero…, ¡mola!

—Este antifaz también es para ti —le aseguró, a la par que se lo entregaba.

—Supongo que si te pregunto por qué había un traje “de mi talla” en el maletín, no me lo dirás.

—Digamos que antes de que las cosas se fueran de madre, me la dio un amigo común.

—Seguro que no fue BigNigga…, ¿y si era tuyo, por qué no la abriste directamente con la llave?

—Me flipa usar el láser.

—FukBoy: … pues no salió bien. Me voy a dormir.

—¡Que te lo has creído! Es hora de tu primera lección, salvar a la chica.


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