Hacerse la dormida

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Yo y Ana estábamos en la universidad y teníamos mucho trabajo por hacer así que fuimos a su casa. Cuando terminamos, como ya era muy tarde, me pidió que me quedara a dormir allí con ella así que se fue a su habitación y yo decidí quedarme sola en el sofá sin quitarle su espacio como tantas veces había hecho. Lo cierto es que no tenía mucho sueño, me quedé pensando en el año que me quedaba por acabar los estudios e iniciarme en el mundo laboral, en la cantidad de trabajo que todavía me quedaba por hacer y en el tiempo libre que ya no tenía. Hacía meses que no hacía el amor o me fijaba en si alguien me miraba. De pronto se encendió una luz: habían llegado el hermano mayor de Ana, Carlos, y sus amigos de la fiesta. Desde el salón se olía el alcohol que habían ingerido. Carlos era mi chico ideal, al menos físicamente, no lo conocía tan bien como a su hermana pero habíamos hablado muchas veces y me parecía una gran persona, simpático y con personalidad. Sus amigos se iban a quedar a dormir pero muchos de ellos se quedaron en la entrada, tirados en el suelo de cualquier manera. Yo esperaba que no me vieran porque una chica en ropa interior delante de un grupo de borrachos sería el espectáculo del año. Por suerte para mí nadie vino excepto Carlos, que se tiró encima mía. Pegué un grito ahogado (todo lo que pude teniendo en cuenta que no me dejaba respirar) y empecé a darle golpecitos con los puños en vano porque dudo que Carlos sintiera algún golpe en su gran cuerpo marcado del gimnasio para impresionar a las chicas a las que yo había tenido envidia hace unos años y competir con sus amigos.

-¡Carlos!- susurré para no llamar la atención de nadie más que él-¡Me estás ahogando!

-¡¿Qué?!- gritó- ¡Oh, lo siento, lo siento!- bajó la voz.

Se sacó de encima mía y enganchó mi sujetador en su reloj sin querer así que quedé con los pechos al aire un instante antes de cubrirme con un cojín. Menos mal que nadie se dió cuenta.

-Carlos me has sacado el sujetador-le regañé.

-Oh dios mío, ¿cómo?- se ruborizó aún más de lo que estaba por el alcohol, aunque él no olía tanto como sus amigos. Se notaba que sólo había bebido dos o tres copas y que casi no le habían afectado-. Escucha-se tranquilizó-, necesito dormir aquí porque no puedo subir a mi habitación... Ya sabes por qué.

- E...entiendo-cojí mi sujetador como pude y me tapé las tetas sin abrocharlo.

Ayudé a Carlos a poner el sofá en modo cama para que cupiéramos los dos. Él me preguntó si le importara que se quedara sólo con su boxer puesto porque no le gustaba dormir con ropa.

-No, no me importa, por lo que habrás notado a mí tampoco me gusta- solté una risita nerviosa. 

Madre mía, no sé si fue el tiempo que llevaba sin hacerlo o qué pero la adolescente inmadura despertó en mí y me hizo ver a Carlos, ahora en boxer, como mi presa sexual. Carlos me miró extrañado pero enseguida interpretó mi mirada porque me devoró con su boca y con su fuerte brazo me acercó a él, dejando caer el sujetador. Miré al pasillo a ver si se escuchaba algo pero sus amigos debían de seguir durmiendo en la entrada. Le agarré el pelo y me subí en él, enredándolo con mis piernas. Él no dejaba de acariciar mi espalda desnuda, sin parar de besarnos. Le quité el boxer con la ayuda de mis piés y él hizo lo suyo con mis braguitas, que sacó cuidadosamente con sus manos. Lo miré ardiente de deseo, me tiró al sofá-cama rojo que recordaba allí toda la vida y pareció impresionado de lo mojada que estaba.

-Llevo mucho tiempo sin hacerlo. Y llevo más de cinco años queriendo hacerlo contigo- dije yo pareciendo haber bebido todo lo que sus amigos juntos.

Me abrió las piernas con fuerza y acarició mi abultado clítoris con la yema de su dedo índice. Me mordí el labio y él decidió meterme los dedos índice y corazón hasta el fondo, comprobando también lo lubricada que estaba.

-Mmm... Esto habrá que probarlo-dijo agachando la cabeza y con su lengua abriéndose paso entre mis labios vaginales. Entró en mi clítoris y comenzó a lamer mis jugos, dando suaves círculos.

Gemí intentando controlarme para que nadie me oyera y le indiqué que parara. Yo me dirigí a masturbarle, aunque su pene ya estaba muy crecido y erecto, no creí que pudiera aguantar mucho más. Mientras él me lamía mis duros pezones, yo me encargaba de hacer crecer lo imposible su miembro, aún más grande de lo que me esperaba.

-Me va a doler- dije asustada.

-No te preocupes- me sonrió-. Y será mejor que pares o ya veremos quien les explica la mancha en el sofá a mis padres.

Fuimos a la cocina y se sentó en la mesa al lado del fregadero. Sonreí y me monté en él suavemente, agarrándome a sus hombros a la vez que él lo hacía a mis caderas. Me miraba a los ojos mientras yo subía y bajaba, sintiéndolo dentro de mí, con su pene dándome placer entre mis paredes vaginales. Metió la cabeza entre mis pechos sonriéndome de manera vacilante y enseguida sentí su semen caliente inundar mi entrepierna y acabar chorreando el mármol de la mesa. No pude evitar un orgasmo enorme mientras yo también me corría y le clavaba las uñas en sus hombros. Lo limpiamos rápidamente todo y nos fuimos al sofá a dormir. 

Cuando me desperté Carlos estaba observándome. Le sonreí y él pareció exresar preocupación.

-¿Qué?- pregunté confusa.

-Verás... Yo... Ayer dijiste que llevabas muchos años queriendo hacerlo conmigo- me dijo viendo cómo me sonrojaba-. Pues para mí no fue sólo eso. Yo desde la primera vez que hablamos, con seis años en la playa...

-¡Oh dios mío eras tú!- le interrumpí- ¿Te conocí antes que a Ana?

-Sí... El caso es que me quitaste el sueño. Un año después te hiciste la mejor amiga de mi hermana y yo te veía todos los días y era un pobre niño enamorado...-se detuvo y sonrió. Luego retomó su confesión- Y llegué al instituto colado por ti, sí, me enamoré... Creo. Y fui incapaz de tener novia, porque no podía pensar en nadie que mo fueras tú, por eso me acostaba con una chica diferente cada fin de semana... Porque te amo.

-Vaya... Yo me enamoré de ti mucho después- le respondí asombrada-. No sabía que me veías así. Todo podría haber sido muy diferente. Yo sentía muchos celos de esas chicas...

.

.

Así no sólo me complací sexualmente después de casi un año sin sexo, encontré a mi alma gemela de la que nunca me separaré.

 


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