Juega, simplemente juega

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Juega, diviértete, ríe, disfruta... Juega con tu hermano, con tus amigos, con tus padres o con tu pareja. Juega con quien quieras y como quieras. Juega a contar nubes, coches, besos, abrazos, sonrisas... Juega al parchís, las cartas, el ajedrez. Juega a la Play Station y olvídate del mundo de mierda que te rodea. Juega y olvídate de las preocupaciones. Juega y sonríe que es gratis. Juega y nunca dejes de jugar. Juega y gana, lucha hasta el final, no te rindas. Juega, solo juega. Sigue jugando, nunca dejes de jugar. Pero no olvides la pequeña y única norma que debes cumplir, nunca juegues con el corazón y los sentimientos de alguien que te ama, no son juguetes. 

Alicia se la jugó por él, por Mario, porque lo amaba, porque estaba enamorada hasta las trancas de él. Él, en cambio, jugó con ella. Con su corazón, con sus sentimientos, justo con lo que no se podía jugar. Solo un necio como él fue capaz de no querer a la mujer que le amaba de verdad, a la que daba todo por él. La mujer que no le importó sufrir en ocasiones como una tonta por su culpa. Ella lo amaba. Él no le valoraba como se merecía una verdadera princesa como ella. El problema era el príncipe, incapaz de sentir lo que ella sentía, de apostar por ella y hacerla sentir la chica más feliz del mundo, de quererla como se merecía, de sonreír a su lado. Él no fue capaz de nada de eso, solo de engañarla, de usarla como segunda opción, de romperla el corazón. Él fue el responsable de que Alicia dejara de creer en el amor para siempre, o al menos, eso era lo que ella pensaba. Nunca más volvería a usar su corazón y los sentimientos, solo la mente y la razón. Sin embargo, se olvidó de una pequeña cosa muy importante, el corazón por mucho que lo quieras no deja de funcionar, sigue latiendo. Dando vida. Buscando el amor de esa misma vida. Queriendo encontrar la felicidad, la persona que una los pedazos rotos de un corazón roto por culpa de un sapo cobarde, que no supo valorar lo que tenía delante de sus mismísimas narices, que no fue capaz de querer a la que pudo ser la mejor chica de su mundo. Algún día, si no lo ha hecho ya, se arrepentirá. Pero como bien dicen, quien no quiso cuando pudo, no podrá cuando quiera. El amor solo toca una vez a cada puerta, o abres tu corazón o lo cierras. Solo hay dos opciones. Y mientras Alicia lo abrió y llamo a la puerta, Mario, como un necio, abrió, miró la mujer que había detrás y sin valorarla siquiera, cerró la puerta.


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