Lunares bajo sus ojos.

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En un invierno de julio, tuve la oportunidad se presenciar una clase, la cual, hasta el día de hoy, no sabría con exactitud de que se trató. Le preguntaron a un chico, joven y atractivo, aquel que tenia un porte particular entre las chicas; el profesor se detuvo frente a él y dijo con voz tranquila: -Dime, qué es para ti la vida- Con tal gigantesca pregunta le muchacho no supo que hacer, mucho menos que decir, pero cierto era que despertó en cada alumno cierta inquietud.

Me mantuve como expectador y pude observar una muchacha golpeando con saña su lapicera contra su cuaderno, morocha y muy atractiva, me cautivó en un instante. Noto que la observaba, pero no hizo más que asecharme con la miraba y dirigirme algún que otro rechazo con tal. Bien, la muchacha luego de fulminarme y tirarme a la basura cual rata, levantó suavemente su mano, no con duda ni con miedo, sino con humildad, y comenzó a hablar:

-Yo creo que la vida es un proposito. Es decir, la vida es vivir, pero he aquí la proxima reflexión; qué es vivir. El vivir algunos lo toman por cuanto alcohol y cuanto sexo has tenido en comparación a los otros, pero no es en realidad ser feliz? Bien, no voy a involucrarme en eso, pero ser feliz es cumplir aquello que realmente queremos, esforzándonos y soñando, para cuando lleguemos a nuestras casas pensemos "lo hice"-

La chica había callado pero el murmullo continuaba. Claro, algunos hablaban de su referencia al sexo, pero yo no podía dejar de mirarla. Era autentica, y por lo visto rechazada por algunos; pero lo que mas me atraía era el misterio que la rodeaba, así como la amplia y profunda personalidad que parecía tener.

Al término de la clase, mientras ella guardaba sus cuadernos sin prisa, me acerqué, pudiendo observar un tatuaje que tenía sobre su antebrazo. Me detuve a unos pasos sin saber que decir, pues se observaba con facilidad mis veinte años mayor que ella y su rechazo constante. Me temblaban las manos, cual adolescente. Abrí la boca para decir algo, pero ella me interrumpió:

-Anna, es mi nombre- tenía lunares en fila debajo de sus ojos, como si Dios quisiese que estuviese siempre maquillada. Era hermosa, y continuaba siendo un misterio.


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