En tu ausencia...

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Los primeros rayos de sol entraban por la ventana reflejándose en su piel desnuda y anhelante. De nuevo la luz, su lado de la cama estaba vacío, lo acariciaba evocando cada mañana a su lado, cada caricia y cada roce que encendían todo su cuerpo sin dejar ningún rincón desprovisto de esas sensaciones que Juan le provocaban; aún recordaba su despedida entre sus sábanas.

- Hemos cenado bien ¿verdad? - Silvia se quitaba el abrigo mientras él no dejaba de imaginarla desnuda bajo su cuerpo, con esa piel tan suave que... - Eh..., vuelve, ¿dónde estás? No lo pienses, volverás antes de lo que esperas. ¿Te sirvo una copa?

- Sí, puede estar bien... - Antes de lo que realmente le apetecía no estaba de más una copa de vino.

- Aquí tienes. - Al contraste de luz Juan pudo entrever su sujetador negro de encaje..., ¿llevaría las braguitas a juego? Esas pequeñas bajo la cadera que tanto le gustaban... Hummm, no sabría cuánto podría esperar.

Se sentaron en el sofá uno frente a otro y veía cómo los labios de Silvia se movían y probablemente emitían sonidos, pero él solo podía oír esos gemidos agudos en su oído mientras se zambullía en su interior dilatando sus paredes y sintiendo cómo se estremecía. Silvia dejó la copa sobre la pequeña mesa frente al sofá y ahora sí, no tuvo que entrever, vio, cómo su pezón asomaba pidiendo su lengua; sin poder evitarlo se dirigió hacia él y pillándola desprevenida lo beso. Esa areola tan suave, aún sin rugosidades de excitación. Silvia se echó hacia atrás separándose de su lengua... < Para... aún no, disfrutemos más de estar juntos sin necesidad de más>... < ¿Sin necesidad..., no imaginas cuánto te necesito>. Juan bajó la mirada y la suavidad de esos pezones antes lisos, ya marcaban su rugosidad a través de su camisa blanca. Se echó hacia atrás y Silvia siguió hablando acerca de lo que haría en su ausencia, pero Juan seguía inmerso en sus pensamientos.

Podía ver sus suaves piernas, cruzadas sobre el sofá con esos tacones altísimos y esa falda de tubo marcando esas preciosas caderas que sabían moverse sobre él despacio, en círculos, con un ritmo que le volvía loco. ¿Llevaría tanga, braquitas brasileñas?

- ¿Qué te parece? - Silvia le miraba esperando una respuesta-. ¿Otra vez lejos de aquí?

- No no, estoy muy cerca... Justo debajo de ti, con mis manos en tus caderas deslizándolas por tu vientre mientras tus pezones erectos me miran fijamente. - Esta vez daría igual su opinión. Se abalanzó sobre ella sin darle opción a réplica.

Sus lenguas se entrelazaron con fuerza, buscándose..., encontrándose. Las manos de Juan se deslizaban por sus piernas subiéndole la falda despacio... < No te quites los zapatos...>. Silvia le empujó sobre el sofá y se subió a horcajadas moviéndose arriba y abajo, presionando su erección y sintiéndola fuerte bajo ella. Se desabrochó tres botones de la camisa mientras recorría su cuello con su lengua y Juan introdujo sus manos bajo la poca tela que tapaba su torso. Acarició sus pechos y desabrochó su sujetador; sus pezones se marcaban a través de la camisa y no pudo evitar meter su cabeza entre ellos juntándolos con sus manos. Quería morderlos, lamerlos, chuparlos... y lo hizo. ¡Vaya si lo hizo! Silvia se estremeció y se arqueó sobre él separándose lo justo para que Juan la colocara sobre la mesita. Poniéndose de pie frente a ella la vio sometida, arqueda sobre la mesa mordiéndose el labio inferior mientras le miraba devorándole. Juan se desabrochó y bajó sus pantalones mostrándole la maravillosa y perfecta erección que había provocado. Silvia se sentó frente a él, aún de pie y comenzó a recorrerla con su lengua despacio, de arriba a abajo, haciendo que su glande gritara su nombre. Pasados unos minutos su lengua se centró en él, ese precioso y brillante glande, despacio, recorriéndole con la humedad de su lengua cuando de repente Juan la elevó, Silvia abrazó su cadera entre sus piernas y llegó la primera embestida. Sin calma. Fuerte. Estaba preparada, su humedad la invadía y su erección podía deslizarse hasta el fondo provocando sus gemidos agudos y sin control. Una embestida, otra, otra. Sin salir de ella, se movió hasta estar sobre la alfombra y tumbarla. Sobre ella, agarró su cintura fuerte mientras Silvia se arqueaba y cada embestida conseguía mayor profundidad. Tras cinco embestidas..., Juan se deshizo dentro de ella mientras Silvia llegaba a un orgasmo intenso que solo él podía provocar. Cayó sobre ella y la besó, se puso a un lado y sabía muy bien qué decir... < Dame unos minutos y te degustaré yo a ti...>. Se miraron y Silvia no pudo evitar sonreír.

Sus respiraciones retumbaban en el pequeño salón y antes de lo que esperaba, Juan estaba entre sus piernas, separándolas despacio y pasando su lengua entre ella, rozando sus labios de arriba a abajo sintiendo cómo se contraían y Silvia se revolvía entre sus manos. Agarró fuerte sus caderas e introdujo su lengua, moviéndola en círculos, de lado a lado, despacio, más rápido... otra vez más despacio cuando vio cercano en orgasmo. Subió unos centímetros y dio el relevo a su dedo corazón que sabía muy bien cómo bucear en esa humedad tan sabrosa. Apenas unos minutos más y Silvia se arqueó llegando a un orgasmo aún mayor.

 

Deslizando sus manos sobre la suavidad de las sábanas se dio cuenta que su entre pierna estaba húmeda recordando su última noche juntos y pensando todo lo que le haría en cuanto su presencia fuera real...


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