Mi compañero amante (Primera parte)

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Sentía las mismas emociones desde la secundaria cuando estaba cerca de él o era objeto de su mirada. Habiendo pasado tanto tiempo las mismas se habían apagado y las emociones se dirigieron a otras personas y en fin, los sentimientos fueron superados. Pero, después de tantos años ahora estaba allí, en su departamento, al que había ido invitada por él unos días antes.

-Que bonita departamento tienes, me gustaría tener uno así- dije observando el ambiente.

-Gracias, el halago hace que valga la pena arrendarlo, jeje- contestó dejando las llaves en una mesita cercana a la puerta- ¿te apetece tomar algo?

-Hmm bueno- contesté tratando de ser indiferente pues temía quedarme mucho tiempo con él y ponerme más nerviosa de lo que ya estaba.

Fue a la cocina y después de unos minutos volvió trayendo consigo gaseosas y un bowl repleto de pipocas. Al momento que me decía que escogiese una de las películas que estaban en la repisa al lado de la Tv. Busqué una de acción, y la puse en el DVD, sentí que me miraba mientras ponía el CD. Ese día me había ido vestida con una blusa algo holgada y unos pantalones ajustados que resaltaban mis curvas posterioras, siempre hacía lo mismo, o usaba algo ancho debajo y ajustado arriba o viceversa. Cuando volteé, él ya estaba sentado y me miraba fijamente, su mirada me puso muy nerviosa, en ese instante miré las pipocas y las gaseosas y recordé algo súper importante para mí pero irrelevantísimo para el caso... LA DIETA. 

-Uuuuy, ¡no debo comer eso, estoy a dieta!- exclamé, ideando una forma para escapar de penetrante mirada por los menos por unos minutos.

-Jaja, pero si estás perfecta mujer, vos no necesitás dieta alguna, pero bueno si querés en la cocina hay frutas, no sé, podés comerlas así o hacerte un jugo, dale, te espero-dijo cambiando su expresión lasciva de hace unos instantes a una tierna y casi infantil.

-Vale, me haré un jugo de frutas, no tardo- solté caminando apresurada en dirección a la cocinay buscando las frutas, las encontré, elegí piña y manzanas verdes, y mientras las pelaba sentí de nuevo aquella sensación de ser observada, volteé y ví que en la puerta de la cocina estaba él comiendo una manzana.

-Creo que también haré dieta- dijo mirándome fijamente y con una sonrisa picarona

-No estaría de más-respondí dirigiendo mis ojos con exageración hacia su abdomen-te hace falta-burlé.

-¿Qué? ¿A mí?- exaltado cuestionó antes de levantar su camiseta y enseñarme su abdomen marcado por tantas horas de gimnasio.

Por un momento olvidé la fruta y me quedé absorta observando su abdomen e imaginándome lo que habría más allá, (golpes mentales: el jugo) Volví a lo que estaba haciendo consciente de que él se había dado cuenta que mi mente había divagado a causa de su físico.

-¿No respondes, mujer? ¿Crees que realmente deba hacer dieta?- hablaba acercándose a mí. Me puse nerviosa de nuevo, volteé y respondí: quizá. Me dí cuenta que faltaba una manzana más para acabar de llenar el vaso y fuí a recoger una, mientras la lavaba sentí un calor cercano a mi cuerpo, al voltear me encontré con él, para ese momento ya estaba entre asustada y excitada por la cercanía, las miradas, la visión de su perfecto abdomen...

Un beso suave y húmedo me cortó la respiración, sentir sus labios gruesos besándome suavemente y luego muy intensamente hizo que en mi interior se removiera todo, emociones, hormonas, y sobre todo flujos.

-Siempre me gustaste M..., no sabes cuánto deseo esto- con voz entrecortada por la falta de aliento me susurró al oído.

Enseguida y sin más palabras los deseos sexuales reprimidos que contenía desde la secundaria, explotaron. Lo tomé de los cabellos y le dí un beso fuerte introduciendo mi lengua y jugueteando con la suya hasta dejarnos sin aliento, mis manos recorrieron toda su espalda hasta llegar a sus glúteos firmes y bien trabajados, mientras se apegaba más a mí haciéndome sentir su maravilloso pene endurecido. Las suyas tampoco quedaron ociosas, al comienzo una fue directo a mi nuca para afianzar los besos y la otra iba de mi cintura hacia mis pechos rozándolos, sintiendo su firmeza y el endurecimiento de mis pezones, por encima de la , era como si nos estuviesémos encontrando después de un largo período de abstinencia. Me levantó hasta el mesón fregadero y allí empezó a meter una de sus manos bajo la blusa y con la otra empezaba a acariciar mi clítoris por encima del pantalón, todo esto sin dejar de besarme, eso me excitaba bastante, sentía las bragas mojadas por mis flujos vaginales.

Dejó de besarme, y enseguida se concentró en desvestirme totalmente, yo lo dejé hacer, quedé allí sólo con las bragas mojadas y puestas, al parecer se había propuesto quitármela con la boca, fue una vista muy sexy desde mi ángulo. Al acercarse a mi vagina sentí su respiración agitada en mi entrepierna, luego sus labios, las bragas alejándose y descubriéndome y al final sentí una ligera brisa en toda mi piel. 

Allí me tenía, frente a él como había llegado al mundo, sin un trapo que me cubra. Quedó extasiado con la visión, yo lo veía mirarme, esa mirada cargada de deseo, de lujuria me encendió mucho más a mí. Y así olvidándome de todo, mi recato, mi noviazgo de 2 años, la relación de amigos que ahora había subido a un nivel más íntimo, los compromisos a los que debía llegar más tarde, en fin, olvidé todo, quería vivir ese momento lujurioso tan deseado con el hombre que antes fuese protagonista de mis sueños húmedos, con aquél que me encendía tan sólo mirarlo, con ese hombre que ahora estaba frente a mí con un pene que pugnaba con escapar de su prisión-pantalón...

Y con una mirada cargada de lujuria, deseo y excitación, le dije: Hazme tuya, haz que te sienta tan dentro mío y tan duro que me duela al caminar, cógeme

 

 


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