LOS ANALES DE MULEY(2ª PARTE)(7)

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           XXXll

   Atrás quedó una guerra

con un millón de muertos,

de gloria, de honor cubiertos

que yacen en la memoria

aquellos recuerdos yertos

avivando la historia.

   Dimos gracias al cielo

por parar la contienda,

pero que nadie se prenda

de la victoria prendida,

pues no existe prebenda

que devuelva la vida.

   Con llantos, con aflicciones,

la vida continuó,

alegre nos aclamó

y nos mostró su sonrisa,

pero lúgubre lloró

por su callada premisa.

   Aquel final fue dantesco.

Todo estaba destruido,

todo quedó abatido

y se lloró de impotencia;

tenía que ser reconstruido

con método y prudencia.

   La tarea no fue fácil.

Los medios escaseaban

y los hombres no abundaban

para empezar a construir;

todos se desesperaban

por empezar a vivir.

   ¡Y empezó la reconstrucción!

Se estaba a la deriva,

pero había que empezar,

todo era un sonar

de gente muy activa

que empezaba a soñar.

     Empezaron los trabajos

sin medios y eran lentos,

aquellos fueron momentos

insólitos e ingratos,

pues renovar los cimientos

se pasaba malos ratos.

   Reconstruir un país

destruido y arrasado,

desolado, olvidado,

no fue fácil la tarea;

el tiempo empleado

fue como larga marea.

   También se sufrió

boicot internacional

que el régimen nacional

padeció por fascista;

se consideró ilegal

de manera egoísta.

   Después de aquella guerra

un calvario se aguantó,

miseria se sufrió

y volvió la muerte;

muchas penurias pasó

este pueblo sin suerte.

   Se racionó la comida

y surgió la enfermedad,

no había una sanidad

capaz de poder curar,

solo buena voluntad

de hacer y de atajar.

   Pero tantas carencias

sufridas no amedrentó

a un pueblo que sufrió

una contienda tan cruenta;

sumiso aguantó

aquella pesada renta.

   Solo el paso del tiempo

su esfuerzo premió,

sus cimientos levantó

en aras de una nación

que en la paz se volcó

y buscó su tradición.

   Se ancló en el pasado

gracias a las naciones

que apartaron sus pendones

dejándola a la deriva,

aunque esgrimieron razones,

ella nunca fue furtiva.

   El concierto mundial

le entornó sus puertas,

dejó rejillas abiertas

con débil y tenue luz;

todas fueron cubiertas

y se soportó esa cruz.

  Fue un completo rechazo

al orden dictatorial  

de la España ancestral

de los bravos vencedores;

el concierto universal

nos formó serios temores.

   El régimen sojuzgó

el albedrío de la gente,

fue cruel mordiente

y esgrimió su razón;

aunque era repelente,

se acató el guión.

   Ni penurias ni hambre

nos hicieron decaer,

y memos aún perder

al ansia de ganar vida,

el ahínco de acoger

la estabilidad perdida.

   El pueblo empobrecido

y con ganas de vivir,

comenzó a reconstruir

una nación desbastada,

quien no pudo partir,

también dio peonada.

   Así nació una España

surgida de un evento

que mordió su cimiento

y quebró su estructura;

maniato su sentimiento,

su ocio y su cultura.

       XXXlll

   Así en cada pueblo,

en cada rincón, lugar…

se volvió a empezar;

una ilusión de vida

que se quiso cercenar

y el vulgo no olvida.

   Nosotros también influimos

en su nueva construcción,

queríamos una nación

moderna y progresista,

más nos quitó la ilusión

el idealismo fascista.

   Nos hicieron sumisos,

obedientes y callados,

sin derechos promulgados

estábamos desvalidos;

éramos bien controlados

y a veces oprimidos.

   En esa triste época

yo era un joven rapaz

con angelical faz,

vacilante, receloso;

era amante de la paz,

sumiso y respetuoso.

   Por mi espíritu sensible

me apegué al perdedor,

lloré por el sufridor,

pero no distinguí bando;

se enfurecía mi furor

porque me iba frustrando.

   Nosotros la “casa grande”

y la huerta reconstruimos,

ardor y tesón pusimos

para darle su esplendor;

nunca el orgullo perdimos

y jamás el pundonor.

   Mis padres, los “señoricos”,

a su bregar se pusieron,

la hacienda reconstruyeron

avivando su memoria,

aquellos amos creyeron

reavivar su gloria.

   Costó sudores y llantos,

pero todo se atendió:

la casa se levantó,

se cambió sus cimientos,

la tierra se labró,

se limpió sentimientos.

   La huerta fue en auge

con sus árboles frutales,

con cuidados personales

dieron ricas y abundantes

cosechas especiales

siendo envidia de viandantes.

   Yo también contribuir

a regenerar la huerta,

la tierra parecía muerta,

yerma, sin gota de vida,

su sequedad era cierta,

pero fue agradecida.

   Orgulloso me sentía,

pues como hombre me porté,

satisfacción alcancé

y honré a mi corazón;

al resarcirse me alegré,

más lloró mi aflicción.

   A la polvorienta tierra

de la huerta desolada,

pues yerma y mustiada

le resurgió su calor;

cuidada y bien labrada

alcanzó su esplendor.

 


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