Somos nosotras. 1 parte.

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Nos despertamos. Somos nosotras.

Maravilloso ! el panadero ya hornea el pan en el fuego, y los dulces bollos tan delicadamente amasados, se exponen tentadores en el mostrador. Es temprano en nuestro siempre ajetreado hogar y las primeras mujeres llegan ya, al olor de la harina cocida.  

Cerca, en la pastelería la pequeña Alicia devora con los ojos los esponjosos pasteles que el señor pastelero va sacando en grandes bandejas. Nata, maravillosos merengues, chocolates claros y oscuros, bizcochos, hojaldres…. Todo un desfile de caprichosos bocados…. Pero son caprichos, vamos, pequeña, no hay nada aquí para nosotras….

Justo enfrente, la perfumería, donde los coloretes y las brillantes sombras de ojos inundan la sala. Los pintalabios se alzan insinuantes en sus estantes, rojos, cerezas, granates… la joven Claudia se pregunta cuándo fue la última vez que sus labios se tiñeron rojo cereza… no tiene importancia, él espera impaciente y no debemos hacerle esperar…

Muy cerca, en la papelería, la pequeña Claudia observa de puntillas por encima del mostrador, la boca se le abre ante lo que ven sus ojos… lapiceros de colores, acuarelas, cartulinas, cuadernos y libros! Cuantos libros! En una esquina llaman su atención los pinceles… y tristemente se pregunta, porque ella nunca puede jugar con todo aquello, porque nunca sostiene un libro en sus manos… Vamos, pequeña, no hay nada aquí para nosotras….

El puesto de las verduras está abarrotado! Los tomates, colorados y rechonchos brillan al sol junto a unas esplendidas lechugas, montañas de grandes y tiernas zanahorias y un sinfín de frutas de colores… el conjunto de hortalizas y frutos despide un profundo olor dulzón que hace las delicias de la anciana Julia. Observando el morado de las berenjenas y las remolachas espera paciente su turno… no hay prisa… nadie nos espera ya…

A la vuelta de la esquina, Claudia entra rápidamente al estanco, no le gusta, aborrece sus olores y al hombre que vende el tabaco, con ese enorme bigote y esa gran barriga avariciosa. A su lado, dos hombres ríen y charlan animados, mientras fuman en sus pipas de madera. Compra rápido el tabaco de liar, fino, como a él le gusta, se da la vuelta y se va. Rápido querida, él espera impaciente y no debemos hacerle esperar…

Tirando lentamente de su viejo carro de tela, Julia, pasa por delante de la carnicería, donde grandes piezas de vaca y otros animales de mal sino, cuelgan sangrantes de los anzuelos. Después la licorería, mejor no entramos aquí pues no somos bien recibidas… julia gira con su carro a la derecha y observa la zapatería, donde una enorme y colorida exposición de calzados y sandalias cuelgan de la pared, cuero, terciopelo, tacones altos, tacones bajos… tacones…. Julia recuerda los lindos tacones que ella lució en su juventud… donde quedaron las personas de entonces? Allí, junto a sus recuerdos, se encuentra sola, con su viejo carro de tela… no hay prisa… nadie nos espera ya…

Próxima a los zapateros se encuentra la niña Alicia, observando en los telares los rollos de seda, cachemir, algodón, lino y todo tipo de preciosas y llamativas telas que ante ella se despliegan. Hace bien poco ella había soñado con diseñar vestidos para elegantes damas, cual princesas…  pero pronto entendió que eso no sucedería jamás...vamos, pequeña, no hay nada aquí para nosotras….

El curtidor de cuero tenía las manos toscas y agrietadas por el duro trabajo, las unas teñidas de marrón anaranjado. Claudia tenía la costumbre de pararse un ratito a observar los bolsos de cuero que colgaban del techo y se postraban en el suelo, pero lo que en realidad le gustaba era respirar ese amargo olor a cuero… unos segundos más…. Cierra los ojos por un instante, y… sigamos querida, él espera impaciente y no debemos hacerle esperar…

Al pasar frente a la floristería, Julia no puede evitar esbozar una sonrisa, triste y amarga sonrisa! los jarrones de su casa, antaño rebosantes de luz, con sus rosas, lirios y claveles, hoy se ven ajados, tristes y apagados… ya no decoran nada, no hay visitas que puedan apreciar la belleza de un lirio en flor. Julia, toma una rosa y saborea su olor… no hay prisa… nadie nos espera ya…

Junto a las floristerías, un intrincado laberinto de tiendas de oro y plata se extiende ante los pies de Claudia, la única joya que ella habrá recibido, es ese anillo que cerró un círculo que jamás debió ser abierto… izquierda, derecha, derecha de nuevo y giramos a la izquierda… las joyas brillan en fulgurantes destellos que parecen suplicarnos interés… adelante, sigamos querida, él espera impaciente y no debemos hacerle esperar…

Por fin, salimos del laberinto. Mareas de alfombras dan la bienvenida bajo los abrasadores rayos del sol. Ellas, adornan las paredes y las aceras, mientras sus incansables vendedores solicitan la atención de la multitud. Enormes, medianas y diminutas, todas ellas decoradas con coloridos y complicados diseños traídos de lejanas tierras desconocidas. Alicia, siempre se imaginaba subida en una de ellas, como el príncipe del cuento, volando lejos… muy lejos… descubriendo nuevos mundos que la reciben con cálidas bienvenidas…   pero los sueños solo son sueños…. . Vamos, pequeña, no hay nada aquí para nosotras….

A julia el carpintero siempre le recordaba a él, el olor a madera cortada, como de tierra fresca, le trasportaba a otras épocas en las que él trabajaba en su estudio, mientras ella le observaba y dibujaba cada  rincón de su cuerpo…. Hasta el somier que compartieron y que con tanta delicadeza el erigió, se ve ahora taciturno en su pesar, soportando el peso de la soledad en estas vacías noches… julia se detiene a observar la sierra y el martillo, con su incesante vaivén de sonidos… no tenemos prisa…pues nadie nos espera ya…

 


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