La piscina

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Era un martes de Agosto. En la piscina no había nadie, yo estaba tomando el sol y apareciste tu. Bikini negro, gafas de sol y cara de apatía. Murmuraste un hola y te tumbaste boca abajo en el otro extremo del césped. Te pusiste los cascos.

No pude evitar fijarme en que la braguita de tu bikini apenas podía contener tu perfecto culo, grande, redondo, respingón, que se salía comiéndose el bikini y convirtiéndolo casi en un tanga.

Estuve unos minutos sin apartar los ojos de tu culo, me imaginaba lamiéndolo, besándolo, acariciándolo. Te levantaste, fuera gafas de sol, preciosos ojos, fuera top, increíbles pechos, no muy grandes, pero redondos, y de pezones rosados. Sin el menor atisbo de que fuera algo anormal, te dirigiste ala piscina y te zambulliste, un largo y volviste a salir, vuelta a la posición inicial, boca abajo sobre la toalla, pero ahora empapada. Ni siquiera me dedicaste una mirada. Yo no te la quitaba de encima. Las gotas de agua resbalaban por tu espalda, caían desde tu culo a la toalla.

 

De repente te diste la vuelta: “¿Cuándo vas a dejar de mirar y vas a empezar a comer?” Te volviste a poner las gafas de sol, de la manera más natural. Yo me aproximé a ti, me tumbe detrás, con mi cuerpo entre tus piernas, y empecé a jugar con mi lengua en tu bikini, buscando entrar por debajo de la tela, lamiendo tu coño, y tu culo. Te retorcías levemente, señal de que disfrutabas. Introduje mi lengua en tu coño húmedo, estuve un buen rato lamiendo, chupando, besando. “El culo cabrón” me ordenaste, y mi lengua lo buscó, entro, empujo, lamió y te corriste, pude sentir tu estertor, como te retorcías de placer.

 

De repente te levantaste y te disponías a marcharte…”Me vas a dejar así”, dije. Me miraste y dijiste “Sube a mi casa en una hora…”.

 

Llamé a la puerta. Pasaron unos minutos, llamé otra vez y se abrió. La casa estaba a oscuras, salvo por unas velas en el suelo. Oí un maullido y lo seguí. En el salón, oscuro pero lleno de velas, estabas tú. Vestías un mono negro de látex, muy ajustado y una máscara con orejas de gato. “miau” dijiste, y te pusiste a cuatro patas, lamiendo un plato de leche que había en el suelo, de espaldas a mí. Pude ver que el traje tenía una abertura estratégica en tu culo, lo chupé un poco y luego metí mi polla. Te retorcías y maullabas. Derramé toda mi leche dentro y fuera de tu culo. De repente noté una mano en mi hombro, me di la vuelta y me quedé bloqueado. Era mi novia. Llevaba un tanga negro y unas botas altas de tacón, nada más. “Comparte no?”, me aparto y empezó a lamerte el culo, se llenaba la lengua de mi semen, de lo que había derramado fuera, y lo metía empujando con la lengua dentro. Tú maullabas y la mirabas. Te volviste a correr. Todavía sorprendido me cogisteis cada una de un brazo y me sentasteis en un sillón, luego te pusiste una braga con una polla negra de goma, mi novia se puso de rodillas y empezó a chuparla. “Tu novia es una buena zorra eh?”, te reíste. Ella me miraba por el rabillo del ojo mientras chupaba la polla de goma. Le diste al vuelta, para que se apoyara en mis piernas, y le metiste la polla de goma por el culo, mientras chillaba de placer las dos me mirabais, y yo empecé a masturbarme, justo cuando ella se corría yo eche toda mi leche en su cara yeso la excitó a un mas y gritaba. La levantaste y lamiste toda la leche de su cara, cuando tenías la boca llena de mí, abriste su boca y la escupiste dentro metiendo a continuación tu lengua, enroscándose con la suya llenas las dos de mi leche, y me mirabais con caras inocentes.

¿Qué te parece la nueva vecina?, me dijo mi novia con cara inocente mientras tu le cogías de la mano.


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