Suspensión Momentánea de la Incredulidad.

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La, rutinaria, reunión de apertura del ejercicio comercial de la empresa (kick off meeting) tuvo lugar, ese año,  el hotel Intercontinental en el barrio de San Telmo de Buenos Aires.Fue presidida por la gerente del área Latinoamérica Sylvinha M. V. Pxxxxxx, brasileña de origen alemán, 44 años, físico privilegiado: alta, cabello rubio, cara armoniosa, hermosas curvas, seno de tamaño justo y atractivo, vientre plano, culo redondo agresivo y largas piernas bien torneadas.

El kick off culminó con una infidelidad de la dama y yo fui el afortunado hombre para perpetrarla. Es el día de hoy que me sigo preguntando qué fue que la llevó a elegirme, entre tantos otros presentes, tal vez con mejores credenciales.En las pausas – coffee brecks – del evento Sylvinha intercambió, conmigo y otros participantes, temas triviales.

Al llegar la noche del segundo día, en la sobremesa de la cena de cierre, se acercó una vez más, copa en mano, mientras comentaba generalidades con varios del grupito, yo me aparté para ir a la barra a reponer bebida en mi vaso, de regreso ella vino a mi encuentro:

-¿Tú te quedas esta noche o regresas a tu ciudad? – preguntó sonriente en su español, más que aceptable.

-Me quedo. Vuelvo a Rosario mañana. – Supuse que me citaría para tratar algún tema el día siguiente. Errado estaba.

-¿Tienes algo, algún compromiso, arreglado de aquí a mañana por la mañana?-

-No, nada.-

-¡Que bom…!! Gosto de você e .... você vai gostar de mim …. Descuento tu discreción, nadie tiene porque enterarse. Estoy en la suite Nro XXX. Te espero a eso de las 23:30. Voy a dejar avisado en la recepción para que no tengas problemas – Se alejó sin esperar si yo tenía algo que objetar. Típico de un ejecutivo de alto rango: había comunicado algo y no admitía réplicas.

Quedé, más que sorprendido. Perplejo, intrigado e incrédulo. Me retiré del salón de la convención y del hotel. Me fui al mío, me di una ducha, hablé por teléfono con mi esposa (le mentí que iba a acostarme porque estaba agotado) y me quedé elucubrando sobre lo que me acababa de suceder.

A las 23:20 decidí suspender momentáneamente mi incredulidad. Me vestí y a las 23: 45 golpee suavemente a la puerta de la suite de Sylvinha.

Cuando abrió la puerta mi incredulidad quedó soterrada definitivamente: vestía un pantalón bien ajustado al cuerpo que mostraba en detalle sus curvas y una remera ceñida para lucimiento de sus tetas, el cabello suelto y estaba montada en unos tacones interminables. Fue impactante verla así tan cambiada con respecto a su look habitual, con vestimenta y gestos discretos y actitud distante.

Me dio un beso en la mejilla y me llevó de la mano al sofá del living de la suite invitándome a sentar a su lado. No invirtió tiempo en prolegómenos y fue directo al grano:

- Estoy agobiada. Necesito relajarme, una distracción, ya. Me pareció que éste era el lugar, ésta la ocasión y tú, la compañía, ideales. Espero que no te incomode que te haya convocado. –

- No, para nada, sólo que no … -

Me bloquee no supe que decir ni atinar a hacer la movida siguiente. Ella cero perplejidad, no argumentó  nada más, primero me besó, luego la emprendió con mi miembro por sobre el pantalón, agarró mi mano izquierda y la llevó a su entrepiernas, volvió a besarme y comenzó a desprender los botones de mi camisa. Obvio que para ella “distracción” equivalía a sexo, o sea la mejor distracción.

Dos besos suyos, uno en cada una de mis tetillas, dieron inicio a una porfía erótica, con profusión de besos y caricias lujuriosas en las zonas íntimas de ambos.

Sin disminuir el manoseo indecente, nos trasladamos a la cama king size que tienen esas habitaciones y, en un santiamén, quedamos ambos desnudos.

-   Pauzudo gostoso….quero sim – murmuró ella en portugués y llevó su boca a mi verga. El primer round fue de sexo oral de Sylvinha. Por deber de reciprocidad, después de un placentero lapso de tiempo, la obligué a largar su presa y fue mi turno de embestir con labios, lengua y dedos en su concha y alrededores.

- ¡siiiiiim!!....¡Ahhhh!!....¡Chupe sim…minha buceta!!.......¡Ahhhh! ….¡Chupada gostosa!! … ¡assimmm!!...-  no cabía duda que Sylvinha, a la hora del sexo, sólo habla portugués.

Aun la masturbaba cuando pidió que la penetrase. No necesitó rogarme, me subí entre sus piernas y apoyé mi glande a la entrada de su concha:

- ¡Ai, sim, bem ali!”!!! …. ¡ Dê para mim!!...-  

Y yo le di, para adelante, sin tacto ni prudencia.

-¡Ahhhhh!!! ….¡Seu animal!! ……-

Me trató de bestia, tal vez porque esperaba algo gradual, pero enseguida exteriorizó lo complacida que estaba, gimiendo, moviendo su pelvis de modo alucinante, y murmurando palabras y frases entrecortadas:

-….¡Mmmmm!! …. ¡Isso é incrivel!!! …. ¡Não pare, mais forte!!! … ¡ vai, aí… vai mais fundo!! -

Minutos después estábamos cogiendo frenéticamente. Nuestros cuerpos no necesitaban de nuestras mentes para entenderse. No teníamos nada que indicarles. Nuestras apetencias sexuales parecían ir más allá del deseo. Cuando percibió que yo estaba próximo al epílogo, musitó que quería que acabe dentro de ella, que quería sentir como la llenaba de leche. Esto me desquició, eyaculé copiosamente gruñendo de placer. Sus gemidos y suspiros de culminación no tuvieron nada que envidiar al sonido ronco de mi satisfacción. El orgasmo fue brutalmente delicioso.

Recuperados, el aliento y el control, Silvinha, obvió comentarios y halagos sobre la acción reciente.

La cogida había sido más que un vivo placer, magnífica. Sobraban las palabras.

Pero pidió disculpas por su falta de cortesía al no ofrecerme nada que tomar. Insistió en enmendarla, fue a ducharse, vistió calzón y corpiño y salió del dormitorio. La seguí, después de higienizarme, cubierto sólo con mi slip. Tardamos escasos minutos en sorber un café y volvimos a trenzarnos y a la cama. Boca, concha y culo recibieron reiteradas visitas de mi verga. Nos dormimos - más bien desfallecimos, sin aliento ni resto - alrededor de las 4:00 Hs.

A las 8:00 Hs. (ella había dejado instrucciones) nos despertó el teléfono. Me duché y vestí. Silvinha me despidió en salto de cama, agradeciendo “mi compañía” y mi discreción, que descontaba.

Recién a media tarde, me sentí, en condiciones de afrontar los 300 kilómetros de autopista que separan Rosario de Buenos Aires.


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